Capítulo 8

4 2 0
                                    

Sabado
3:00 pm

Simón

Sin haber tomado mucho, la cabeza me dolía como si lo hubiese hecho.
Para que dejase de retumbar, le pedí a Marcela que me trajera una pastilla.
Igual esa no era mi mayor preocupación.
Gabriel habia estado muy borracho y desanimado que digamos.
Incluso lloró en el hombro de Mara balbuceando algo como: "Y se fue con ella, ¿Por qué esperaba que no?" pero no puedo confirmarlo.
Como sabía que esto iba a pasar, le pedí el número de Gabriel a la castaña para escribirle más tarde.
Formulé bastante rápido en mensaje y la preocupación comenzaba a expandirse en mi pecho.
Para distraerme, prendí la play y luego de unos 20 minutos, Gabriel me contesta:

"Yo estoy bien, pero mis padres no conmigo. Necesito salir de acá."

Puse en pausa el juego, no sin antes teclear:

Estoy en 10 minutos afuera de tu casa.
Preparate una mochila con ropa. Quedate a dormir acá.

El corto tiempo que pasé con Gabi no impidió que le tenga tanta confianza.
No estoy seguro de que tiene, pero una pizca de su presencia hace que desee más.
Me subí al auto y mis padres ni me preguntaron a donde me dirigía.
Ellos no tienen problemas con las cosas que haga, mientras no rompa nada de la casa, está todo en orden.
Al llegar, me encontré con un Gabriel ojeroso, decaído y encapuchado con su mochila al hombro.
-Gabi -llamé su atención y este volteó a verme.
Subió al auto y no se volteó ni a saludar.
Ey...-dije tomando su cara y acariciando su mejilla con delicadeza y cuidado.
Sus ojos tan despampanantes a mi vista se cristalizaron acompañados de un sollozo.
-Sh...tranquilo, estas conmigo ahora. Vamos a mi casa y me contás todo,¿Si? -lo abracé y sentí mi remera algo húmeda.
Nos alejamos bastante rápido del lugar.
No podía esperar a llegar a casa y saber que era lo que estaba apagando al Gabriel que había conocido.

GABRIEL
SÁBADO
6 AM
Abrí la puerta de mi casa algo confundido, pero rápidamente me despavilé porque mi madre golpeaba suavemente las mejillas para despavilarme.
Su ceño no era muy agradable.
-GABRIEL TORRES, ¿CÓMO SE TE OCURRE LLEGAR A LAS SEIS DE LA MAÑANA EN ESE ESTADO?
¿A VOS TE PARECE?
NO SÓLO ME BASTA CON DISCUTIR CON TU PADRE, SI NO QUE VOS TAMBIEN ME VENÍS CASI EN PARTES SI NO FUERA POR MARA Y UN CHICO QUE TE TRAJO EN SU AUTO.
¿QUÉ TENGO QUE HACER PARA ESTAR TRANQUILA UN DÍA?
Si no estoy trabajando, estoy en casa haciendo cosas del trabajo, si no, estoy discutiendo con tu padre por escenas estúpidas, y si no, estoy lidiando con tus tonterías Gabriel.
Andá a tu habitación, no quiero más drama ahora. Y que no te escuche tu padre, porque sabes como terminan las cosas.
Realmente era cierto.
No veo a mis padres, y el tiempo que estan en casa, esta se transforma en una comedia dramática donde yo sólo voy acompañado de: "Va a vivir pobre y no va a tener trabajo si sigue así" "No habla con nosotros, no le interesa porque vos no te acercás" o "Seguro lo de tener pocos amigos lo saco de vos, si vivís viajando por trabajo".
La verdad es que me dormí bastante rápido a pesar de la situación horrible que acabo de pasar y me desperté porque comenzó a vibrar mi teléfono.
Eran las tres de la tarde y me encontré con un mensaje de un número sin agendar:

"Hola Gabriel, soy Simón. Mara me dió tu número porque sabía que iba a estar preocupado por vos todavía.
¿Estás bien? Tomaste mucho anoche.
Espero que lo así sea."

Una mezcla de ternuna y tensión atravesaron mi cuerpo.
Despues de esperar un rato, contesté como si mis dedos se liberaran por primera vez:

"Yo estoy bien, pero mis padres no conmigo. Necesito salir de acá."

Al instante recibí su respuesta:

"Estoy en 10 minutos afuera de tu casa.
Preparate una mochila con ropa. Quedate a dormir acá."

Y fue lo que hice.
Por primera vez, no me importaba que me podían llegar a decir mis padres ni que iban a pensar.
Incluso creo que un día sin mi presencia, haría que se calmen un poco.
Escuché la bocina de Leónidas y bajé las escaleras.
Papá me vió salir y me dijo: ¿A dónde vas, querido?
No le contesté y sólo me dirigí a abrir la puerta.
Cerré la puerta del auto y mis oídos se endulzan con el tono de preocupación de Simón cuando pronunció mi nombre.
No pude contener la angustia, no podía mentirle a esos ojos.
El castaño me sostuvo el rostro, acariciando una de mis mejillas y el único estímulo que produje, fue un sollozo y unos ojos a punto de revalsar en llanto.
Podría haberme alterado por el contacto que estaba teniendo con mi "no príncipe", pero estaba destrozado.
El recién nombrado me acercó hacia su cuerpo, abrazandome.
Dejé algunas lagrimas en su remera y su voz me contuvo de continuar, como cuando la de mi abuela lo hacía.
-Sh...tranquilo, estas conmigo ahora. Vamos a mi casa y me contás todo,¿si?

"Estas conmigo ahora"

Lo había leído y escuchado muchas veces en otros labios, pero al fin me tocaba algo a mí.
¿Vieron que cuando te enamorás, no queres que el sentimiento se acabe?
Queres vivir en ese dia, en ese minuto para siempre.
Bueno, yo no quería que este abrazo llegue a su fin.
Quería estar con Simón el tiempo que pudiera.
El castaño puso primera y nos alejabamos de mi casa, acercandonos al atardecer.
Saboreando por primera vez, algo semejante a la libertad.

La EstaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora