Capitulo 20

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Gabriel
8:00 pm
Acostumbraba a arrimarme a la terraza que daba a mi patio cuando necesitaba pensar, pero eso vez, mi estímulos eligieron otro lugar.
Esta vez decidí arrimarme a la ventana que daba a la entrada de mi casa a respirar "otros aires".
Realmente no encuentré una razón lógica a querer hacerlo, pero tampoco me importó buscarla.
Por supuesto, tenía mis auriculares puestos y el celular estaba apoyado en el borde que tenía el marco de la ventana.
El aire corría puro, frío, por mi nariz; le daban lucidez a los pensamientos que paraban en mi mente. Y entre ellos, apareció él.
Apareció su risa, apareció su cara, sus palabras, su forma de llamarme, sus manos, sus ojos y la maldita adrenalina comenzó a recorrer mi cuerpo, como si él estuviesa parado en frente mío, esperando respuestas.
La velocidad de un auto pasando por la calle me sacó de mis pensamientos y me iluminó con otro más fuerte.
Simón era la persona que me enseñó lo cósmico de las relaciones, de los vínculos. Me enseñó la magia de
la escritura y lo sorprendente de una boca, de su boca, que recita, que comenta, que me dirige la palabra y
lo único que quiero es que no se detenga. Me sentía maldito por Leónidas.
Era una maldita cárcel con barrotes de ácido y paredes de encanto.
Y ahí me di cuenta.
Que no quería que fuese como aquel auto que pasó velozmente; sino que quería que fuese aquel, que estacione en la entrada de mi casa un jueves, a las 11 de la noche, para que su conductor tomé un café conmigo.
Que quería que fuese aquel, que me devuelva a la casa material, para cubrirme de la lluvia, y del frío, pero que el verdadero refugio siempre esté en sus brazos y el calor en sus manos.
Que me tome de la mano y que su beso de despedida sea la última de sus opciones, porque las primeras son
perderse en mis ojos y quedarse en mi cama.
Y ¿Qué importa si él no lo sentía así? Si no quería que yo fuese la persona que le cambie las reglas del juego, quien le tire los miedos por la ventana y que lo único que vea en la vida sea oro, y en mí, la mina que se lo ofrezca.
Tenía algo vivido, real, estremeciendome el tiempo.
Alegría y adrenalina recorriendo mi cuerpo despues de un reposo tan extenso.
Las cosas se sienten, no se controlan. Y así como se encuban, se modifican y evolucionan.
Asíque estaba decidido.
En estos días, tengo que hablar con el castaño.

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