Capítulo 1: Cambiar Latinoamérica
El sonido del coche pisando la tierra me produjo mala espina.
Asomé mi rostro por la ventana para intentar sacarme este mal presentimiento que me agobiaba. Sabía que venir aquí era una terrible idea, sobre todo por los recientes conflictos del crimen con la población local.
Según me contaron, estos grupos delictivos se encargaban de extorsionar a los pobladores mediante la violencia y amenazas que normalmente solían cumplir.
—Debemos darnos prisa. —Mis palabras llegaron al chofer y éste solo asintió con la cabeza, luego pisó el acelerador y poco a poco nos fuimos adentrando en el pueblo rural. No alcancé a ver otros coches a la redonda, tampoco peatones trabajando los campos.
—Ya casi llegamos, diputado, ¿tiene listo su discurso? —cuestionó mi conductor.
—Claro que sí, voy a proponer mi nueva estrategia de seguridad para sacar a estas ratas de aquí. No puedo permitir que lastimen a las personas que se esfuerzan día con día en salir adelante. —Mi determinación no flaqueó, pese a las amenazas y advertencias que recibí no pensaba hacerme para atrás.
Total, mi padre falleció de edad avanzada cuando yo cumplí 25 años y mamá murió al dar a luz. No tenía pareja sentimental, ni amigos, solo compañeros de trabajo que se alinearon con mis ideales de grandeza.
La camioneta entró al pueblo luego de 10 minutos. De nuevo, la ausencia de personas me hizo sentir incómodo, sobre todo por la hora: apenas las cuatro de la tarde.
El lugar no era diferente a la gran mayoría de pueblos mexicanos del norte, las casas eran de concreto y ladrillo bien levantadas y las avenidas principales presumían un nuevo parcheado que probablemente no durará más de seis meses.
—Llegamos, deberíamos ir directo al domo para preparar el evento, mañana tendremos un día ocupado.
—Como ordene, diputado, la verdad lo admiro mucho, pese a tener menos de treinta años usted ya es reconocido en redes sociales como uno de los pocos políticos honestos de este país. Si hubiera más personas como usted entonces mis hijos no tendrían miedo de salir a la calle. —El chofer, de nombre Hugo, me halagó con sus palabras sinceras.
Habíamos trabajado juntos desde comienzos del año y congeniamos de inmediato. No éramos precisamente amigos, pero al menos sabía cuándo decir frases chingonas.
—Es lo correcto nada más, me aseguraré de que México sea un lugar seguro para las siguientes generaciones. —Llegamos a la plaza central a buena hora, el lugar era una explanada recubierta con un domo de plástico que daba una apariencia futurista con ciertos retoques de pobreza. Por fin vi a unos cuantos vendedores ambulantes caminando cerca, todos ellos yacían con sus puestecitos sujetados por una bicicleta de tres ruedas.
—Aún no veo a nadie, señor, ¿debería ir a buscarlos a la presidencia? —preguntó Hugo.
—Sí, deberías ir a ver. Yo me quedaré aquí para empezar la logística. Avísales que llegamos temprano, deben estar comiendo.
—Ok, lo veo luego. —Hugo encendió la camioneta y se retiró del lugar, dejándome solo en medio de la explanada.
Di un vistazo rápido al sitio; al parecer tendremos que mover una tarima en la parte trasera para tener mejor visibilidad. En cuanto al sonido, supongo que bastarán dos bajos y unas seis bocinas distribuidas por un cable conductor.
Interesante, me aseguraré de dar un excelente discurso para mover a las autoridades.
—Oh, ya era hora. —Escuché el sonido de 2 camionetas blancas acercándose desde la distancia, probablemente sean los otros diputados y el presidente municipal.
ESTÁS LEYENDO
ISEKAI: Reencarné como el Rey más pobre del mundo
Fantasy"Si tuviera el poder para cambiar al mundo... ¿Realmente haría lo correcto?" Creí que mi vida había terminado cuando esos bastardos me dispararon, todo mi esfuerzo fue en vano, mis estudios, mis ideales... Reducidos a polvo bajo el olor a plomo. Y...