Capítulo 7: Diversión

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Capítulo 7: Diversión

Al cabo de unas semanas el dolor de las ampollas disminuyó.

Mis palmas se llenaron de finos callos que lentamente me facilitaron la vida, ya no sufría tanto cuando golpeaba al maldito muñeco y mi espada de madera ya tenía sus primeras astillas. Por otro lado, también retomé mis entrenamientos de boxeo en solitario, pues extrañaba la sensación de golpear al aire y mover la cintura.

Sir Marte se mostró interesado por las técnicas de mi mundo, sobre todo por el giro de cadera al momento de tirar ganchos y curvas al mentón.

En todo caso, mi nuevo cambio de actitud también se reflejó en mis relaciones con la gente. Ya no me limitaba solo a leer y aprender cosas, también me di el gusto de acompañar a Sora durante sus rondines en la cocina: Quería conocer a las encargadas del área y también hacerme amigo de los guardias que patrullaban el palacio.

Deseaba ser como Alda y quitarme ese estigma de superioridad que tenía solo por mi rango. Claro, en situaciones formales la etiqueta era primordial, pero ser solemne las 24 horas del día no me producía mayor satisfacción.

—Y así es como la economía funciona, ¿tiene alguna duda, señor? —De nuevo las lecciones de economía no me dejaban en paz, por más que intentaba captarle la onda siempre llegaba a la misma conclusión: ¡Aburrido!

—La verdad, sí, ¿eres casado? —Mi pregunta dejó al buen Gonzalo fuera de lugar.

— ¿Eh?, ¿por qué me pregunta eso? —cuestionó, incómodo por mis interrogantes.

—Hemos tenido lecciones por meses y sin embargo apenas te conozco, vamos, cuéntame de ti, quiero saber.

—B-Bueno, por desgracia soy soltero, nunca fui bueno con las damas. ¿Ahora podemos volver a las lecciones?

—Tomemos un descanso hoy, nos hemos esforzado mucho y tal vez sea el momento de llevar las cosas con calma. Vamos, ¿en serio no hay una mujer que te guste?

—Tal vez, pero ya soy muy viejo para eso, tengo 34 años y nunca pude casarme. Por eso elegí la opción de convertirme en un intelectual, al menos los libros no me dejarán solo. —Gonzalo era un hombre muy flaco, de caballera oscura corta y ya presumía algunas canas en la parte trasera del cráneo. Ciertamente no era atractivo en lo absoluto, pero a veces el físico no importaba del todo.

—Vamos, dijiste que te gustaba una mujer, no le diré a nadie —insistí, en realidad tenía ganas de divertirme un rato.

—H-Hay una mujer en la cocina que llamó mi atención el año antepasado; es una sirvienta que recogieron de un pueblo saqueado y según parece es viuda. No habla mucho, pero siempre se esfuerza en hacer un gran trabajo. —La expresión de Gonzalo se volvió más tensa, no sabía muy bien qué tipo de relación tenían estos dos, pero mejor jugar a la segura.

— ¿Y ya le hablaste?

—N-No podría...

—Está decidido entonces, ¡vamos a la cocina a buscar a la chica!, luego tú le hablarás. Ya es hora de que olvides un rato esos libros y despiertes al galán que hay en ti. —Le mostré una sonrisa juguetona para aliviar el ambiente —. ¡Andando!

—E-Eh... C-Como usted ordene.

La verdad nunca fui buen ligador, me la pasaba ocupado atendiendo política que nunca me interesó tener una novia durante mis días de instituto y universidad. Aun así, me gustaba leer novelas de romance y también animes de dicho género, por ende, mis conocimientos se basaban prácticamente en la ficción.

Pero esto no deberían saberlo mis nuevos amigos.

Avanzamos por los concurridos pasillos del castillo, decenas de sirvientes realizaban sus labores cotidianas y todos inclinaron sus cabezas al verme pasar. Luego de unos minutos finalmente llegamos a la cocina principal, el lugar yacía repleto de cocineras que se movían de un lado a otro cargando ingredientes y vasijas metálicas.

ISEKAI: Reencarné como el Rey más pobre del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora