Capítulo 10: Emociones distantes

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Capítulo 10: Emociones distantes

La tarde del día siguiente fue diferente a las demás, no tuve entrenamientos en el patio de armas y mi hermana, presa del aburrimiento, se puso a leer novelas con Sora en la biblioteca. Amaban ver romances e historias de caballeros salvando doncellas.

Alda siempre decía que viviría su propia historia de amor, aunque yo no estaba muy emocionado con mis futuros romances. Seguramente acabaré en un triste matrimonio por conveniencia. En fin; me hubiese gustado ir con Alda y Sora, pero mis deberes en la corte debían atenderse primero.

Y ciertamente era un asunto incómodo, por esa razón le pedí a Sora que le hiciera compañía a mi pobre hermana. Ya me reuniré con ellas más tarde.

— ¿Ya estás listo, hijo? —Mamá me llamó desde el pasillo principal que conducía a la sala del trono. Portaba un elegante vestido rojo que resaltaba las joyas plateadas que tenía colgadas en el cuello, también llevó un cetro dorado para dar instrucciones y cuya presencia acreditaba su rango como regente.

—Ya, vamos. —Entramos a la sala del trono ante la mirada de caballeros, cortesanos y los miembros restantes del consejo. Nos abrieron pasillo hasta llegar a la enorme silla de oro que se ubicaba justo al centro de la habitación.

Me senté en el trono con ayuda de mamá, pues mis piernas aún no llegaban por sí mismas a la enorme silla de metal. Posteriormente, mi progenitora se colocó a mi derecha y asintió al resto de los presentes, dando por iniciadas las formalidades.

—Recibimos al gran Sir Marte Hogan. —Las palabras solemnes de mamá llenaron de algarabía a los demás cortesanos. De inmediato, el caballero gigante entró a la sala del trono con su armadura inmaculada y sin ninguna abolladura. ¿Acaso él se cambió de atuendo para venir acá?

¿O realmente los criminales no lo tocaron?

La respuesta me producía muchísima curiosidad.

Sir Marte caminó hasta llegar a las escaleras que conducían al estrado, se arrodilló ante nosotros y luego elevó su semblante sin levantarse del suelo.

—He asesinado al líder del Puño Gris —sentenció mi mentor —. Aquí la prueba.

Un escudero de aproximadamente 14 años de edad vino corriendo con una caja de madera entre sus manos. Nos saludó con una reverencia silenciosa y luego entregó su paquete al caballero. Rayos, ya me daba una idea de lo que había dentro, por lo tanto, preparé mi semblante para no sorprenderme.

El Guardia Real abrió la caja de un solo movimiento y allí observamos una cabeza bien conservada: tenía la barba café sin despeinar, además de una piel pálida producto de la descomposición, también le habían cortado el cabello hasta dejarlo calvo. Unas cuantas gotas de sangre todavía seguían cayendo del cuello cercenado, pero nada que las sirvientas no pudiesen limpiar.

Ok, gracias a mi preparación no vomité.

Pero esto no era precisamente una vista bonita.

—En efecto, es él. —Mamá aplaudió 2 veces, sin inmutarse por la cabeza decapitada que tenía a pocos centímetros de distancia —. Lo has hecho bien, noble caballero.

¿Acaso nadie se asqueaba por tener una cabeza guillotinada a la vista?

Muy bien, supongo que tendré que adaptarme a semejante violencia tarde o temprano.

—Matamos a todos los que vimos dentro de la base, también a los mafiosos que operaban cerca de las murallas y en el barrio pobre. Sus cabezas ahora están clavadas en picas comunitarias justo en la entrada de la ciudad, así los contrabandistas sabrán que aquí ya no se tolera la corrupción.

ISEKAI: Reencarné como el Rey más pobre del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora