Epílogo: Y comienza la historia

297 48 9
                                    


La guerra entre el Reino de Apolo y el Reich demoniaco nos cayó como anillo al dedo.

Con los nobles apólanos ocupados en sus propios asuntos, el nivel de saqueos y control disminuyó de forma paulatina. Esto, en combinación con mis constantes torneos de arquería, estaba preparando el camino para algo mucho más grande.

Me miré al espejo antes de salir del cuarto.

En verdad crecí.

Mis facciones se habían vuelto más varoniles, al igual que mi estatura, que llegó a ser de 1.77 metros, no tan alto como mi vida pasada, pero sí lo suficiente para tener cierto porte con las demás personas.

—Estoy a punto de cumplir la mayoría de edad —susurré, mientras abría la puerta y me dirigía al pasillo —. Estos años no han sido en vano.

Atrás quedó el niñato cobarde, incapaz de proteger a sus seres amados.

«Pronto tendré la corona de Etrica y muchas cosas van a cambiar por aquí.»

—Hermano, ¡buenos días! —A mitad del trayecto fui saludado por Alda, la energética niña se convirtió en una linda señorita de oscuros cabellos y ojos azules que aún conservaban su pureza. Si bien, mejoró su técnica de esgrima a un nivel muy elevado, seguía teniendo una ideología bastante noble acerca de la caballería.

Ella portaba un vestido café, con zapatillas blancas y una diadema roja. Sin embargo, en su cinturón colgaba ya una espada larga y estaba mil por ciento seguro, de que también se protegió a sí misma con una pequeña cota de malla debajo del vestido.

Alda quería demostrar que podía ser una luchadora, comandante y señorita de alta sociedad, esto último para fastidiar a Yuka.

Hoy no teníamos entrenamiento, pues era nuestro deber examinar la arena de combate a las afueras de la ciudad.

—Buenos días, Alda. —Le devolví la sonrisa y de inmediato, ambos caminamos juntos hacia el comedor —. Ya faltan dos meses para el torneo, ¿estás emocionada?

—Por supuesto que sí —respondió ella, con el puño al aire y muy motivada —. Voy a ganar el primer premio.

—Eso lo veremos, hermana mía, porque yo pienso hacerme con el primer puesto.

Obviamente, los dos decíamos puras tonterías, si bien, habíamos entrenado muy duro estos últimos cinco años, aún no éramos rivales para Sir Einar o Sir Marte Hogan, dos de las mejores espadas del reino.

Justo antes de llegar al comedor, Ingrid Wall nos saludó con una educada reverencia.

—Ulric, Alda, buenos días. —La persona que más cambió, no solo físicamente, sino en personalidad, fue Ingrid. Sus cabellos blancos pasaron de ser una maldición a todo un encanto.

La flor blanca.

Así le apodaron cuando la pubertad hizo efecto y pasó de ser una niña, a toda una señorita. Aun así, el cambio físico se quedaba corto cuando lo comparabas con su nueva mentalidad.

Mamá hizo de ella una cortesana de altísimo nivel, no solo le había enseñado modales y política, también estaba bien versada en poesía, oratoria, psicología y lo más peligroso... Poder de convencimiento.

Pasó de ser una niña tímida que nunca hablaba en lo absoluto, a una persona asertiva capaz de decir sus más profundos pensamientos.

Girasol no bromeaba cuando comentó que su entrenamiento sería infernal.

—Ingrid, justo a tiempo para el desayuno. ¿Estás lista para ir a los terrenos en el exterior?

—Sí, por fin daremos luz verde al plan que tenemos desde hace años. Daré lo mejor de mí para supervisar la comida.

—La operación hamburguesa, suena divertida, pero es más seria de lo que aparenta. —Alda aún no podía superar mi poderosísimo nombre, yo mismo le puse así para brindarnos una idea clara de a dónde nos dirigíamos con esto.

Atraer a las personas con comida gratis, forzarlos a ver el torneo de esgrima y sobre todas las cosas, llegar a las finales como un guerrero anónimo.

Las piezas del tablero poco a poco se acomodaban a mi favor.

—La coronación se llevará a cabo al finalizar el evento, espero dar una buena impresión ante los duques. —Ya me había reunido por separado con cada uno, pero nunca en conjunto.

Honestamente, me sentía un poco nervioso al respecto.

Ellos me conocieron como un niño, pero en pocos meses, seré su legítimo rey. Este evento era de suma importancia para ganarme no solo su lealtad, también su admiración.

Todo lo que aprendí acerca del liderazgo por fin me sería de utilidad.

—No te preocupes. —Ingrid puso su mano izquierda sobre mi hombro y luego sonrió —. Todo saldrá bien, nos hemos esforzado mucho.

—Sí, gracias... —Gracias al entrenamiento que tuvo con mamá, Ingrid pareció ganar la extraña habilidad de saber cuando algo no me gustaba, o cuando me sentía mal.

Aun así, parte de mí se negaba a reconocerla como una señorita. Esto era más un capricho de mi parte y no algo real, con los años, comprendí que no valía la pena poner la moral de un hombre muerto a un mundo totalmente distinto. Pero yo... Aun así...

No, mejor olvidarlo.

—Bueno, ya hablaremos de eso en la mesa, vamos a desayunar. —Alda nos cortó el rollo y rápidamente nos dirigimos hacia el comedor.

«A partir de aquí, mi historia como el futuro Rey más pobre del mundo realmente empezará...»

FIN

ISEKAI: Reencarné como el Rey más pobre del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora