Capítulo 9: Reunión

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Capítulo 9: Reunión

Al mes siguiente de mi visita le pedí a mamá ir con ella a la reunión mensual de la corte real. Como regente de turno era ella quien dirigía las reuniones donde hablaban de temas importantes para el reino, como los tributos, el estado de las calles y demás asuntos. Sora se colocó a mi lado en silencio, por si pedía algún refrigerio o bebida para los invitados.

Debido a los tiempos de paz no se requería la presencia del Maestro de Guerra y el Mariscal; ambos estaban fuera de la capital realizando labores de entrenamiento con el resto del ejército (levas locales y hombres de armas). La seguridad capitalina yacía en manos del capitán de la guardia local.

—Buen día, comencemos la reunión. —Mi madre vino ataviada con un elegante vestido rojo que resaltaba las joyas plateadas que colgaban sobre su cuello, sus ojos miel tan claros como los míos se posaron sobre los otros 3 miembros del consejo.

—Buen día, veo que hoy nos acompañará su alteza, pero que niño más diligente. —El primer miembro del consejo era el Senescal del reino, encargado de impartir justicia y mantener las leyes en orden. Era un hombre de avanzada edad, con la cabeza calva y la barba canosa, de complexión robusta y joroba diminuta. Se hacía llamar Lozano.

—Buen día, alteza y señora regente. —La presencia del segundo miembro tampoco me sorprendió —. Es un placer tenerlos aquí.

A diferencia del anciano senescal, el Canciller Nuno rebozaba juventud y energía; era un hombre relativamente joven, solo unos años más que mamá. Tenía el cabello rubio sin canas y portaba un gambesón café con calzas amarillas.

—Es un placer verlo, canciller. —Mamá inclinó su cabeza en señal de respeto. Las funciones del canciller consistían en manejar los asuntos internacionales del reino, mantener relaciones amistosas con los duques y mediar disputas territoriales entre señores. Toda una labor titánica, pero sumamente importante.

Finalmente, el Tesorero Real nos saludó también.

Su presencia me pareció demasiado imponente, el tipo sufría una obesidad mórbida que ni siquiera en mi mundo de origen logré presenciar. No podía caminar solo, tenía a tres sirvientes cargándolo en un pequeño trono de oro, casi tan bueno como el mío.

Apenas distinguí sus cabellos castaños ahogados entre la grasa, su jubón de tela yacía extendido hasta el máximo de su capacidad. Joder, este tipo era toda una oda a la gula.

En un mundo donde la gran mayoría sufría severa desnutrición, ver a una persona como esa me dio tremenda mala espina.

—Alteza, acabemos esto rápido, tengo negocios que atender. —El Tesorero Enrique habló como si tuviese derecho a tomar la palabra, su falta de respeto quizá se debía a mi corta edad o a la presencia de mamá como la regente local.

—Señor Enrique, vamos a discutir unas cosas que mi hijo desea expresar. Los demás presentes, por favor presten atención; cada palabra que diga el Rey Ulric ha sido aprobada por mí, la regente. —Mi madre hizo una educada reverencia para darme la palabra, al hacerlo, los otros dos miembros del consejo asintieron y esperaron mi declaración.

—Tal vez piensen que soy demasiado joven para estas cosas, pero se equivocan. Mi tutor es excelente y gracias a sus lecciones he dominado ciertos aspectos de la economía. Si prestan atención, los tributos hacia el Reino de Apolo nos están destrozando por dentro, les tenemos que dar gran parte de la producción que nuestro pueblo a duras penas consigue llenar. Sin embargo, en lo que respecta al oro las cosas tampoco van por buen camino, les damos parte de los impuestos y estos se cobran por cabeza. —Hice una pausa para tomar aire, para ese momento la mirada de los demás presentes era de total incredulidad.

ISEKAI: Reencarné como el Rey más pobre del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora