Capítulo 13: Cumpleaños

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Capítulo 13: Cumpleaños

Una memoria fugaz apareció durante mis sueños.

En ella me vi a mí mismo celebrando una fiesta de cumpleaños con niños cuyos rostros desconocía, la melodía de: "Feliz cumpleaños a ti" recorría el ambiente lleno de algarabía, mientras las piñatas de barro eran colgadas en una polea improvisada.

Mi padre sujetaba la cuerda más al fondo de la pilastra y luego procedí a golpear el objeto una y otra vez.

Que nostálgico.

Esa fue mi última fiesta infantil, pues al año siguiente papá ya trabajaba como presidente municipal y debido al partido político que representaba, muchos de nuestros familiares nos dieron la espalda. No hicimos ningún festejo posterior y cuando su gubernatura terminó, yo ya estaba en la ciudad estudiando la preparatoria.

Allí tampoco celebré nada.

Me uní al club de debate político y también a otro gimnasio de artes marciales mixtas. Claro, de vez en cuando me cantaban las mañanitas en el salón de clases o mi dojo, pero aquello fue simple cortesía que duraba unos segundos y después todo volvía a la normalidad.

Ni en la universidad o mi carrera política recibí otra fiesta. Por lo tanto, la idea de festejar con mis nuevos seres amados me llenaba de alegría.

—Despierta, despierta, hermano... —La voz de Alda me regresó al presente, abrí mis parpados poco a poco hasta verla allí, parada con una sonrisa y una cajita sobre sus dedos.

— ¿Alda?

—Sí, ¡feliz cumpleaños! —Alda me abrazó dulcemente, mientras tanto, mamá entró a la habitación con una charola metálica cubierta de huevos y tocino.

—Feliz cumpleaños, hijito, te he traído el desayuno a la cama. Como es una ocasión especial yo misma he cocinado, ¡provecho! — ¿Eh?, ¿mamá cocinó?, increíble.

Ella siempre estaba ocupada con los deberes del reino, apenas podíamos hablar durante las reuniones o la cena. Sin embargo, verla allí con una enorme charola y delicioso desayuno me hizo apreciarla todavía más. Pues antes que regente, Girasol decidió ser madre.

—Muchas gracias, Alda, mamá...

—Abre mi regalo cuando termines de desayunar, le he dicho a Gonzalo y Sir Marte que tendrás día libre de ocupaciones. ¡Girasol y yo prepararemos la fiesta del mediodía!, espéranos en tu cuarto hasta que te llamemos. —Mi adorable hermana mayor dio saltitos de emoción, gesto que me hizo regalarle una sonrisa llena de agradecimiento.

Probé con los cubiertos de plata el desayuno de mamá y grande fue mi sorpresa al saborear la increíble textura de los huevos. Menudo talento, estos huevitos no tenían nada que envidiarle a los de mi otra vida, de hecho, el sabor se me hizo tan familiar que por un momento pensé que volvía a comer en "Don Pedrito", el restaurante más conocido de México.

Dios.

Estuve a nada de llorar.

Esta nostalgia de la comida hecha a mano era hermosamente buena, no probaba algo así desde que mi abuelita preparaba carne asada en el rancho, allá en la lejana infancia mexicana que ahora solo vive en mis recuerdos.

El amor puede mejorar cualquier comida.

Y si alguien lo niega, entonces no ha sido amado de verdad.

—Disfruta tu desayuno, hijo, volveremos por ti para la fiesta al mediodía. Duerme otro poco cuando termines si quieres, ¡hoy no harás ningún trabajo! —Mamá se retiró de la habitación, Alda le siguió poco después con una sonrisa de oreja a oreja; lucía en verdad animada por la celebración vespertina.

ISEKAI: Reencarné como el Rey más pobre del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora