Capítulo 8: Fuera de las murallas

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Capítulo 8: Fuera de las murallas

Dentro de este castillo me sentía seguro, todos eran amables conmigo y el escenario siempre brillaba. Podría vivir aquí toda mi vida y alcanzar un verdadero nivel de felicidad. Sin embargo, mis deberes como rey no se limitaban solo al entrenamiento y estudio personal, había un proceso inevitable: Ver a mi pueblo en persona.

—Mamá, quiero recorrer las calles de la ciudad mañana por la tarde. —Mi anuncio no pasó desapercibido por mamá, ella levantó su ceja izquierda en señal de sorpresa, mientras Alda continuó comiendo como si esto no fuese asunto suyo.

— ¿Sí?, ¿y eso?

—He estado viviendo feliz dentro de estos muros, pero entiendo que esta no es la realidad de la gente común. Quiero verlos en persona para entender mejor a mi pueblo y buscar la manera de hacer sus vidas más fáciles. —Al igual que mi vida pasada, la mayoría de las personas normales no podían costearse los lujos de la clase dirigente, este mundo medieval con tintes fantásticos tampoco era la excepción.

Hasta ahora he disfrutado los mejores placeres del reino: comida caliente, una cama de plumas y clases superiores. Pero así definitivamente no vivían los plebeyos.

—Bueno, si así lo deseas está bien, ordenaré a la Guardia Real que se prepare para cabalgar contigo a la ciudad y también pediré un destacamento de Hombres de Armas. —Mamá suspiró resignada, no le animaba la idea de salir y por pura curiosidad decidí preguntarle.

—No te veo muy motivada, ¿sucede algo con el pueblo?

—Hm, es difícil explicarlo. Será mejor que tú lo veas en persona mañana. No te preocupes, yo iré contigo, también necesito ver cómo está la capital para ordenar el uso de los fondos.

—Es cierto, mamá, como regente tú cumples el papel de soberna, ¿cierto?

—No tengo el control total de los vasallos, tampoco puedo ordenar un reclutamiento de levas. Mis funciones se limitan nada más al cobro de impuestos y revisión de leyes. El resto es un trabajo en conjunto con la corte hasta que tú cumplas 16 años. —Mamá volvió a suspirar con cierto cansancio, a decir verdad rara vez la veía caminando por el castillo y siempre pasaba sus tardes metida en la sala del trono junto al resto de la corte.

—Lamento si pido esto, pero en serio necesito ver al pueblo.

—Descuida, hijo, tu argumento es verdadero. Un rey necesita conocer a su pueblo.

—Yo los esperaré aquí —comentó Alda —. Ya he salido varias veces y la verdad... Mejor míralo por ti mismo, hermano. —Tras decir eso mi hermana no volvió a comentar nada más, siguió comiendo en silencio muy incómoda por el tema de la salida y al final se retiró de la mesa con una educada reverencia.

¿Acaso el pueblo nos odiaba?

Quise volver a preguntar, pero el rostro incómodo de mamá me indicó lo contrario.

A la tarde siguiente los preparativos estaban terminados.

Mamá y yo nos subimos a un carruaje de madera fino, tenía los bordes dorados y el color del vehículo era oscuro con decoraciones alusivas al león rojo. Iba tirado por 4 corceles blancos manejados por un miembro de la Guardia Real.

De hecho, era la primera vez que los veía juntos.

—¿Todo listo, alteza? —No tuve palabras para describir a Sir Marte Hogan con su armadura puesta.

Si ya era imponente con sus ropas normales, verlo acorazado de pies a cabeza me dejó ciertamente intimidado.

Toda la Guardia Real portaba armadura de placas color plata, el yelmo tenía un visor que podía abrirse y cerrarse a voluntad del caballero y justo en el peto yacía la cara de un león rojo bordado con rubíes.

ISEKAI: Reencarné como el Rey más pobre del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora