Capítulo 16: Aún no estoy listo
En mi otra vida no tuve experiencia con el sexo opuesto.
Más allá de cordialidades y compañeras de trabajo, nunca fui considerado un buen partido dentro de mi pueblo por las afiliaciones políticas de papá. Por otro lado, mí tiempo en el instituto me hizo alguien conocido a nivel intelectual, pero mi vida social nunca creció más allá de unos contactos en eventos recurrentes.
Nunca tuve novia o pareja, pero aquello fue por decisión propia.
Si hubiese dedicado parte de mi tiempo a la socialización, tal vez habría encontrado el amor a finales de mi vida universitaria.
En fin, ya de nada servía llorar sobre la leche derramada. Lo que pasó, pasó.
Parece ser que en esta vida tampoco podré experimentar un romance verdadero, pues ya estaba comprometido desde la infancia y no me darán la oportunidad de elegir mi propia esposa. Una pena, pero tampoco me molestaba demasiado, si bien anhelaba conocer este sentimiento tampoco me comía el sueño.
Y además, ya no estaba solo.
Tenía muchos amigos y familiares que me amaban.
—Cierto, necesito ir a entregarle a Sora su pañuelo.
Durante la tarde me manché de tinta cuando firmaba unos documentos, por suerte solo ensucié mi ropa y no los papeles importantes, de lo contrario ya estaría gritando del coraje por todo el lugar.
Avancé en medio de los amplios pasillos rumbo a los baños públicos, lugar que usaba la soldadesca, sirvientes e invitados del pueblo llano. Justo como imaginé, nobles y plebeyos vivían una segregación constante y el clasismo estaba a la orden del día.
En mi caso, intentaba ser justo con todos y nunca miraba por encima del hombro a los sirvientes. De no ser por ellos mi vida en el castillo sería complicada y por esa misma razón les estaba muy agradecido. Gonzalo pertenecía al pueblo llano también, ascendió a tutor personal gracias a sus amplios conocimientos y habilidades con los libros.
—No extrañaré este jubón —susurré, mientras entraba a los baños de plebeyos —. Oye, Sora, traigo tu pañuelo, ¿dónde te lo dejo?
Mi sirvienta personal comentó que estaría limpiando el lugar, pero ya no encontré más sirvientes ni personas dentro. El baño estaba compuesto de una enorme piscina pequeña que servía como aguas termales parecidas a las que había en Nuevo León y Saltillo; enormes agujeros de piedra rellenos con agua caliente. No obstante, estos estaban vacíos porque ahora mismo nadie los usaba.
Los baños nobles, en cambio, yacían cubiertos de mármol y decoraciones estrafalarias. Todo muy bonito, hasta que casi me di en la madre por lo resbaloso del suelo. ¿Por qué nadie me advirtió que el piso de mármol era peligroso con los pies mojados?
Al menos estos baños no amenazaban a cada momento con darme un madrazo.
— ¿Alteza? —La voz de Sora me llamó por atrás, precisamente desde los cubículos de piedra que recorrían el resto del baño.
—Vengo a entregarte... —Y me quedé sin palabras.
Sora, mi amable y dulce sirvienta personal yacía frente a mí como diosito la trajo al mundo. Es decir, desnuda. Tenía dos pechos voluptuosos firmes y elegantes, caderas que dejarían boquiabierto a cualquier hombre y un abdomen suave que combinaba a la perfección con sus piernas generosas y mirada tranquila.
Aun así, mi cuerpo no reaccionó como yo esperaba.
No sudé ni excité, de hecho, me sorprendió estar demasiado calmado frente a ella, como si no hubiese sido la gran cosa.
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ISEKAI: Reencarné como el Rey más pobre del mundo
Fantasía"Si tuviera el poder para cambiar al mundo... ¿Realmente haría lo correcto?" Creí que mi vida había terminado cuando esos bastardos me dispararon, todo mi esfuerzo fue en vano, mis estudios, mis ideales... Reducidos a polvo bajo el olor a plomo. Y...