Capítulo 4: Nuevo desafío

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 Los hijos del duque llegaron justo como mamá predijo.

Vinieron acompañados por una escolta bien armada, los soldados cargaban consigo cotas de malla pesadas, yelmos de hierro, grandes escudos con forma de lágrima y lanzas de roble con puntas de acero. Nada que ver con las picas campesinas que a duras penas se mantenían de pie.

Un total de cien hombres arribaron a mis murallas y como anfitrión era deber mío alojarlos. A los militares les dejé usar las habitaciones de las barracas para que siguieran sus rutinas de entrenamiento con mi guarnición. Los niños fueron otra cosa diferente; el primero era un chico de 11 años, con cabellos castaños y ojos cafés, tenía sobrepeso muy notable y debido a ello sus cachetes parecían enormes globos.

Su rostro no traía buen ánimo y solo inclinó su semblante conmigo por educación.

—Alteza y Reina Regente, un placer. —La voz chillona y asustadiza del niño me dio una débil primera impresión. Por otro lado, su hermana se posó ante nosotros e hizo un saludo educado.

—Gracias por acogernos. —La niña era delgada, de piel pálida y cabello gris, portaba una falda negra con bordados amarillos que se asemejaban a un jardín de flores. Los ojos oscuros tan comunes y sencillos emitían una confianza excesiva en sí misma —. Es un placer estar aquí.

—El placer es todo nuestro, el rey les mostrará el castillo mientras yo me encargo del papeleo. —Girasol volteó su semblante al mío y sin pensarlo dos veces me lanzó la responsabilidad.

Estos dos niños tenían actitudes poco eficientes y recaía en mis manos guiarlos hacia el camino de la virtud. Para ello necesitaba conocerlos mejor y dar un veredicto de lo que sucedía.

—Por aquí.

Los tres caminamos sobre los pasillos del palacio, allí cada guardia y sirviente les dedicaba educadas reverencias dadas sus condiciones nobles. Como hijos de un duque habían vivido con enormes privilegios y desatención, pues eran los dos hermanos más pequeños.

—Sirvientes aceptables, supongo. —La pequeña hizo un comentario grosero, con esto más o menos me daba una idea de su comportamiento.

— ¿Cómo te llamas?

—Soy Yuka Vaso Negro, perteneciente a la dinastía más importante del Reino de Etrica. Mis antepasados se remontan a la era mítica, así que dirígete a mí con el debido respeto, alteza.

—Muy bien, Yuka Vaso Negro, espero que tu estancia en mi castillo sea buena. Nos aseguraremos de brindarte la mejor educación posible.

—No espero menos.

— ¿Y tú? —Dirigí la palabra al niño y éste rápidamente inclinó el semblante, lucía molesto, avergonzado y algo fastidiado.

—Soy Ronaldo Vaso Negro. —Una presentación seca, sin palabras adicionales ni emociones, el pequeño no parecía estar contento con su presencia en mi palacio.

—Espero que la pases bien aquí, Ronaldo.

—Sí. —No dijo nada más, su timidez era diferente a la de Ingrid Wall; ella se comportaba así por los abusos sufridos durante toda su vida. Este niño, según mi primera impresión, actuaba de esta forma por razones diferentes que aún no sabía del todo.

Yuka y Ronaldo.

Mis dos nuevos problemas a resolver.

Mientras avanzábamos fuimos saludados por Ingrid y Alda.

Ambas venían de sus lecciones con Gonzalo, la niña de cabellos blancos les sonrió pese a la vergüenza de conocer gente nueva, Alda, por otro lado, casi se lanzó sobre ellos con una sonrisa de oreja a oreja.

ISEKAI: Reencarné como el Rey más pobre del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora