Capítulo 4: Maestro de armas

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Capítulo 4: Maestro de armas

La cena era servida en punto de las 8:00 PM, para ese momento todas las velas y antorchas del castillo yacían prendidas para iluminar las habitaciones y pasillos sin ningún problema. A decir verdad no tenían nada que envidiarle a la luz eléctrica de mi antiguo mundo.

En la gran mesa llena de sillas y copas de plata solo nos sentábamos yo, mamá, Alda y nadie más. Gonzalo comía junto al resto de los intelectuales en una habitación separada y Sora solo podía comer cuando los miembros de la familia se retiraban del merendero.

Así eran las reglas de etiqueta y por más que deseaba comer junto a Sora, las cosas no podían cambiar.

"Supongo que las otras sillas son para invitados de honor"

El menú de hoy consistió en carne de jabalí cazado durante la tarde de ayer, trozos de pan recién horneado y arroz blanco cultivado en los arrozales ubicados a las afueras del castillo. Todo era producción local y de altísima calidad, sin conservadores ni nada moderno.

Aun así, me costó acostumbrarme al sabor seco y duro que la comida tenía por estos lados.

Pasar de cortes finos a trozos de carne cocidos a la antigua fue un golpe cultural del que probablemente no me acostumbraré jamás. Ay, como extrañaba mis carnitas asadas.

—Familia, su atención por favor. —Di unos golpecitos con la cuchara a la copa de plata que por obvias razones no podía usar aún.

— ¿Si? —Tanto mamá como Alda dejaron de ingerir sus alimentos y de inmediato giraron sus rostros hacia mi dirección.

—Ahora que he dominado el aspecto básico de la lectura me gustaría emplear mi tiempo en algo productivo. Madre, ¿podrías conseguirme un maestro de armas?, por favor, no quiero depender de mis hombres para salvar mi vida y al mismo tiempo, un rey necesita ser un maestro del combate. —Al igual que en mi vida pasada me negaba a ser un blanco fácil de matar; después de todo este nuevo cuerpo requería ser entrenado desde cero.

Perder contra mi hermana en las traes definitivamente no fue el motivo de esta petición.

En serio, no lo fue...

Bueno, quizá sí ayudó un poco.

— ¿¡Hablas en serio, hijo?! —Mamá se puso de pie y casi tiró la copa de vino que acompañaba sus alimentos. Alda hizo lo mismo, pero con menor efusividad.

— ¿En serio, hermano?, ¿por fin entrenarás conmigo?

— ¿Perdón?

— ¡Gracias al cielo!, no sabes lo feliz que me hace esta noticia.

— ¿Es extraño que quiera entrenar? —cuestioné, volteé a ver a Sora pero ésta solo sonrió amablemente y luego volví la mirada hacia mamá.

—Al contrario, era extraño que no quisieras entrenar. Siempre decías que un rey no debería tener necesidad de mancharse las manos con sangre humana. No te mentiré, hijo mío, en serio temía por tu futuro... Somos una sociedad marcial y queramos o no, el hecho de que un rey o una reina de turno sean guerreros es un requisito casi indispensable para ganarte el apoyo del pueblo. Después de todo, ¿quién apoyaría a un soberano que no lucha junto a sus propios hombres?

La explicación de mi madre me trajo una nueva visión de esta sociedad.

Entonces las cosas eran así, la marcialidad suponía un rasgo importante para ganarme el respeto de los vasallos y poder contar con ellos al momento de la guerra.

—Lo entiendo, madre, por eso mismo he cambiado de idea. —En realidad no entendía mucho, pero mejor darle tranquilidad a mamá para quitar ese peso de encima.

ISEKAI: Reencarné como el Rey más pobre del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora