Capítulo 5

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-Es hora de su medicina, joven- Dijo Abihail en un momento dado, ese mismo día, mientras observaba el historial médico diario de ese día y días anteriores. Frunció el ceño al ver que el joven no estaba cumpliendo con su terapia y rara vez con el medicamento-. ¿Por qué no está realizando la terapia?- Preguntó entonces.

-Porque no me da la gana- Agregó sin más, Abihail frunció más sus cejas.

-¿Es que acaso ya no quiere volver a caminar?

Leonardo hizo un silencio, luego habló.

-Eso no es tu problema.

-Claro que lo es; soy su enfermera. Es su oportunidad de volver a caminar y valerse por sí solo, ¿Acaso está loco o le pasa algo?- Cuestionó sin poderlo creer-. Si yo estuviera en esa condición y me dijeran que solo debo hacer un par de terapias para volver a caminar ¡claro que las haría!

-Si tú estuvieras en esta condición, en mí condición- Se señaló a sí mismo-, te sentirías es ser más idiota e impotente de la tierra. No trates de entenderme, porque no lo harás.

-Va, no sea tonto, con todo respeto- Siguió ella-. Se supone que es desesperante estar así, ¿Quién entiende? ¿Acaso ama estar en silla de ruedas todos los días?

Un atisbo de fastidio se asomó en el rostro de Leonardo.

-No, no amo estar este maldito asiento todos los días…

-Entonces, ¿Qué está esperando?- Cuestionó ella y Leonardo por fin la miró a los ojos- ¿Qué se acaben las oportunidades y ya no tenga más remedio “su condición”?- Preguntó imitando las comillas.

Leonardo no respondió nada y desvió la mirada. Ella no era quién para cuestionarle nada, no tenía derecho, ni sabía nada. Era simplemente de esas personas que siempre te dicen “es fácil, es fácil”, pero solo lo hacen porque ellos no lo viven.

-Es hora de su medicina- Anunció ella y buscó en las gavetas más bajas de su mesa de noche, sacó un par de pastillas, sirvió agua en un vaso de vidrio y se acercó a él.

Leonardo miró las pastillas y luego a ella con una expresión de pocos amigos. Tomó las pastillas, pero las tiró al suelo con descaro, Abihail le hizo una expresión de represión y se agacho para recogerlas, para luego volver a ofrecérselas. Pero Leonardo, en un movimiento muy rápido y brusco, chocó la muñeca de Abihail y el vaso cayó al suelo estrepitosamente.

La muñeca de Abihail dolió, pero antes de poder hacer algo, Leonardo la tomó de las muñecas y luego, para afirmar su agarre, tomo uno de sus hombros apretando sin consideración. Cuando le sostuvo la mirada, habló.

-No trates de entenderme, Abigail- pronunció mal, apretando más. Abihail hizo esfuerzo por soltarse, pero este tenía una fuerza tremenda-. No podrás entenderme jamás, tú lo tienes todo resuelto, eres muy joven y por lo que veo no tienes nada de que arrepentirte, caminas a la perfección y puedes andar de un lado a otro dejando al aire tus estúpidos tatuajes y tu cara de estúpida; pero no trates de juzgarme, reprocharme o sermonearme… porque no eres nadie, solo una maldita enfermera que se graduó y ahora necesita dinero- Masculló.

Abihail hizo fuerza mirando los profundos ojos azules de Leonardo. Pero sus palabras la hicieron dejar de hacer fuerza a medida que las pronunciaba, le dolía mucho ya su agarre, pero no soportó más y lo sujetó de la orilla de su camisa y acortó los centímetros que los separaban; siéndole a él muy fácil percibir el aliento de su respirar.

-Y usted no trate de intimidarme, no trate de hacerme sentir poca cosa- Masculló ella igual-. Tenga siempre en mente que no me rendiré, vine aquí por un propósito y hasta que no me sea revelado y no lo cumpla, va a tener que soportar mis reproches, sermones y regaños. No sea poco hombre y acepte que es igual de imperfecto que quien le habla. Usted se equivoca, y se equivoca mucho por lo que veo… entonces, acepte lo que le toca y ajústese los pantalones. 

Con un propósito #TA2021 [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora