Capítulo 10

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-Buenos días, joven -Saludó Abihail al llegar a la habitación de Leonardo una mañana, cargando con su comida.

Leonardo estaba en su silla de ruedas, en medio del recibidor de su habitación leyendo, pero cuando escuchó la voz de la chica despegó sus ojos de las letras y los fijó en ella.

Últimamente Abihail se portaba más distante con él, le respondía con monosílabos o se limitaba a negar o asentir con su cabeza, cosa que estaba carcomiendo a Leonardo. Sabía que esa actitud hacia él se debía a su ultima payasada, aún se cuestionaba como es que se le había ocurrido lanzar las pastillas de tal manera.

Ah, pero se recordó que estuvo en sus muy típicos estados de mal humor, y en esos momentos, Leonardo no solía pensar en cuanto podrían afectarle a los demás, o a sí mismo, sus decisiones.

Se estaba sintiendo un tanto extraño. Se había acostumbrado a la actitud alegre y activa de Abihail, y ahora todo se sentía más pesado; sin embargo, los ojitos de Abihail volvieron a brillar, o así lo miraba Leonardo, estaba seria con él pero la había visto sonreírse consigo misma un par de veces mientras trabajaba.

¿Qué estaría pasando en la cabecita de la pelinegra?

-Buen día -Respondió él, cosa que sorprendió mucho a Abihail- ¿Qué? -Cuestionó al ver la cara que puso.

-No es nada -Respondió ella, caminando al interior de la habitación. Depositó la bandeja en la mesa central del recibidor y fue a la mesa de noche en busca del historial médico de Leonardo. Casi se le salen los ojos al ver que ya llevaba dos noches tomando su medicina nocturna, tal expresión la volvió a notar Leonardo. 

-¿Qué pasa? -Preguntó él otra vez.

-Ah… -Boqueó ella, sin saber que decir exactamente-. ¿Se ha sentido bien estos días? -Preguntó ella mirándolo con el rostro ladeado, como si buscara entender algo. Luego se acercó a él y le tocó la frente sutilmente.

Leonardo rodó los ojos y la miro con una expresión seria.

-Claro que estoy bien -Dijo-, ¿Qué te pasa a ti?

-¿A mí? Yo estoy bien, pero… -Se cortó.

-Pero, ¿Qué?

-Nada -Volvió a decir. Entonces se acercó a él con la bandeja de su comida y preparó todo para alimentarlo.

-Comeré yo solo -Cuándo lo dijo, Abihail detuvo sus actos en seco.

-¿Q-qué dijo?

-Dije: Voy-a-comer-yo-solo -Dijo pausadamente, con sarcasmo.

-¿Está seguro que se siente bien? ¿No le duele la cabeza, el cuello… algo?

-Ya te dije que estoy bien -Chistó con la boca-. Solo pon cerca la comida, ¿Está bien?

La pelinegra asintió sintiéndose algo contenta en su interior: tener que alimentar a un adulto en la boca era un trabajo un tanto raro e incomodo. Rápidamente busco la mesa adaptable a la silla de ruedas, la instaló y acomodó frente a Leonardo, y le sirvió la comida en esta.

Vio cuando él, de manera muy refinada, tomaba la servilleta y la colocaba en su pierna, tomaba el tenedor para ensaladas e iniciaba el acto de comer con tanta educación que incluso Abihail sintió algo de admiración por eso, se veía de lo más bonito.

Leonardo no hizo expresión alguna, tomó un bocado y lo masticó con tranquilidad. Entonces sus ojos viajaron a Abihail que lo miraba atentamente, tanto que se sintió extraño; tragó y habló.

-¿Qué te está pasando? -Preguntó- ¿Por qué me miras así?

-Es que… no lo sé, se está comportando muy extraño hoy -Admitió ella.

Con un propósito #TA2021 [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora