Capítulo 16

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-¿Te gusta el café con leche? ¿Comemos juntos? ¿Quieres pastel? ¿Prefieres pizza o hamburguesa? ¿Qué tal unos tacos a lo mexicano? ¿Arepitas a lo venezolano, o a lo colombiano? ¿Te gusta la salsa rosa? ¿Eres alérgico a algo? ¿Te gustan los emparedados?

… Y tantas preguntas más eran las que merodeaban en la mente de Liam esta vez. Todas ellas se las había hecho Abihail a lo largo de dos semanas y algo, preguntando por sus gustos alimenticios. Era algo tonto, pero era el nuevo escape que tenía cuando su mente estaba en blanco, cuando, como casi todos sus días anteriores, no tenía nada verdaderamente importante en qué pensar.

Esto tampoco era importante en totalidad, pero precisamente era eso lo que su pensamiento se encargaba de autoreproducir para mantenerlo activo a niveles internos.

Era ridículo.

-Te ves un poco más gordito, Liam -Le comentó entonces Estela.

Estaban “trabajando” en la ferretería donde Mani lavaba su dinero. Ellos venían cada tanto a cumplir un horario donde engañaban al gobierno con el cuento de que podían mantenerse por el sueldo que les daba trabajar en La Ferretería Don Joel.

Y es que era creíble. La ferretería era de compañía privada, grande, de gran importancia, de hecho surtía de repuestos a muchas maquinarias y vehículos del gobierno, y ofrecía servicios que eran de, precios generosos, a muy caros que solo un rico podría costearse. A ojos de todos, el lugar daba buen dinero que explicara los lujos modestos que podían darse sus trabajadores y aún sus jefes.

Lo que no sabían es que las personas que allí trabajaban tenían prácticamente sus vidas vendidas al diablo. El que entraba a ese negocio se ensuciaba hasta el cuello, y no podía salir.

A menos de que la muerte viniera a salvarle.

Sin embargo, ese trabajo para algunos no era nada malo, de hecho era dinero fácil y representaba oportunidades y lujos por los cuales sí estaban dispuestos a pagar con su alma. Cada uno de los que trabajaban en esa enorme ferretería tenía algo que ver con las drogas que distribuía Mani.

-Aunque sigues teniendo esa cara de muerto que te hace particular -Dijo, con una sonrisa juguetona, meneando su cabello corto.

-Bájate las bragas y te enseñaré de lo que es capaz este muerto -Dijo, dirigiéndole una sonrisa de dientes ocultos, al otro lado del mostrador ya que él atendía la caja registradora.

Ella, en el lado contrario, se recargó en el vidrio del mostrador y se inclinó un poco hacia el lugar donde Liam estaba. Estableciendo una cercanía un poco tentadora.

-¿Debería tomarlo como una amenaza, o una invitación? -Ronroneó, e hizo un movimiento envolvente con un mechón de su cabello.

-Quizá sea una invitación -Respondió Liam, más apto para la provocación ahora que tenía mayores energías.

-Miren, adoro el entusiasmo sexual, pero necesito que Estela vaya a atender el cliente que esta en la zona 34- Dijo César recién llegado al lugar, con una sonrisa de burla en el rostro.

-Eres un cag**, César -Dijo Estela mientras le tiraba una mala mirada y se incorporaba.

-El deber llama, divinura -Dijo, mientras le hacía un gesto elegante indicándole que se fuera.

Cuando esta pasó por su lado, él le dio una nalgada que hizo que ella le regresara un golpe algo agresivo en el hombro, pero César, tan dueño del humor, solo se echó a reír mientras la miraba irse.

-Pega duro la condenada -Dijo, tomando su lugar en otra caja registradora, junto a Liam.

Liam lo miró pero no respondió. César no era de su agrado, de hecho era el más insolente de todos y eso lo hacía alguien insoportable a sus ojos; incluso sobrepasando a Rebecca, quien tenía una actitud muy parecida a la de él.

Con un propósito #TA2021 [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora