Capítulo 17

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Abihail iba bien de mañana camino a la parada de autobuses, para ir a su trabajo. Desde que se dio cuenta que podía ahorrar un poco más de dinero yendo en camión, decidió tomarlos. Iba un poco bastante preocupada: desde su discusión con Liam, este no volvió a dirigirle palabra. Ella continuó llevándole comida, como siempre, pero cuando tocaba la puerta este no abría, y mas de una vez encontró la comida intacta a la puerta.

Reconoció el gigantesco orgullo que cubría el corazón de Liam. Algo que si bien a ella le preocupaba, para Dios era fácil de arreglar, aunque costaba tiempo y dolor.

Minutos más tarde, el autobús que seguía su ruta llegó y esta subió a el. Al poco tiempo estuvo en una calle cercana a la casa de los Gibeli, por lo que tuvo que caminar un poco más hasta llegar.

Siguiendo su rutina, fue a una habitación de servicio y ahí se cambió a su uniforme de enfermera, se aplicó un poco de bálsamo labial y se amarró el cabello en una coleta baja ya acostumbrada.

Salió de la habitación al tiempo que acomodaba el cuello de su camisa, y fue entonces cuando se tropezó nuevamente con Ricardo. Quien cuando lo miró, sonrió de oreja a oreja.

-Hola, preciosa -Saludó con normalidad- ¿Cómo estás?

-Oh, muy bien gracias a Dios -Sonrió ella- ¿En qué puedo ayudarte?

Él se acomodó el cabello en un movimiento descuidado.

-Me enviaron para avisarte que te llama María; está en su oficina.

-Ah, muchas gracias, eres muy amable -Agradeció ella y de inmediato tomo rumbo a la oficina de María.

-Te acompaño -Sugirió él y la siguió.

A lo lejos, tras una esquina, estaba Cristina escuchando todo, iba en camino a la habitación de Leonardo para llevarle el desayuno, ya que a ella le tocaba esa tarea de vez en cuando. Y aunque no escuchó nada que fuese demasiado anormal, el solo ver como Ricardo miraba intensamente a Abihail la hacía hervir como pasta al dente.

Abihail no le cayó bien desde el inicio, su actitud de rectitud y amabilidad combinadas no lograba conmoverla como a todos los demás. Pero, cuando se dio cuenta que Ricardo se sentía atraído por ella, no pudo más que odiarla.

En su cabeza ella imaginaba que Abihail lo sabía, y actuaba como si nada solo para atraparlo más. Las chicas suelen hacerse las duras para ser más deseables, y aunque esta era cristiana, seguro que el cristianismo no cubría la inigualable belleza de Ricardo. Aseguraba y juraba que Abihail estaba tratando de conquistarlo de alguna manera.

Apretó fuertemente la bandeja con los alimentos, y en un gruñido algo bajo los vio partir, y decidió irse a cumplir su tarea.

Apenas entró, la ira que traía encima se ligó de tal manera con el aire, que Leonardo lo notó cuando la vio. Él estaba en su cama, ya que había decidido quedarse ahí un rato, y esta se aproximó a él para tenderle el desayuno.

-¿Qué mosca te picó, Cristina? -Preguntó con gracia al ver su frente arrugada.

-Nada -Respondió con desdén mientras acomodaba todo en una mesa de cama.

-¿O sea que esa cara de vieja amargada es normal?

-¡Ahs! Es que no soporto a esa enfermerita tuya -Escupió al borde de la desesperación-. Todos la ven como la perfecta, la recta, la linda... ¡bah! A mí se me hace que es una hipócrita, y por esta -Juró señalándose a sí misma- que si consigo una manera de probarlo, se lo mostraré a todos ¡A todos!

-Uhhh... huele a que alguien está envidiosa -Silbó suavemente Leonardo.

Cristina hizo un gesto de disgusto y cruzó sus brazos.

Con un propósito #TA2021 [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora