B major

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El camino hacia donde fuera que la estaba llevando era extenso. A pesar de que avanzaban con una velocidad considerable entre los pasillos, simplemente parecía que se generaban más habitaciones, pasillos y escaleras de la nada, que conducían a otros sitios igual de desconocidos que el camino que recorría. Iba algunos pasos atrás, y de vez en cuando miraba a la altura de los hombros del rubio, quién se mantenía callado y mirando hacia el frente todo el tiempo. Quizá sabía que le estaba mirando pero la evitaba, o tan sólo podría estar concentrado en guiarle.

Incluso si intentaba memorizar el camino de donde había venido, pasados unos momentos lo olvidaba; las paredes estaban gastadas, los ladrillos de oscuro color tenían deterioros de quién sabe qué, marcas antiguas o simples desmoronamientos. La alfombra roja se veía completamente sucia, llena de polvo, y en algunas partes se veía dañada. A pesar de eso, se sentía bastante placentera y suave en sus pies descalzos - que de vez en cuando tenían la desgracia de pisar un trozo de roca, o cualquier cosa demasiado pequeña a simple vista -, la iluminación venía de algún rincón recóndito que no lograba visualizar, y el silencio era tal que podía escuchar su respiración junto con las aves del exterior. Aquél lugar era bastante grande, lo que le hizo preguntarse si él vivía solo en el sitio, o si no tenía por lo menos una mascota, algo que reduciera la sensación de soledad de la enorme estructura. Miró al piso despistadamente, pretendiendo que no acaba de mirarlo por un largo rato. El piso frente a sus pies había cambiado, ya no había alfombra, aunque seguía siendo suelo de madera. Un olor sutil había llamado su atención; no creía haberlo percibido antes, pero tampoco lograba dicernir de dónde venía. Alzó la mirada, había una pequeña mesa de madera, junto a algunas sillas, sin embargo en la mesa tan sólo había dos servilletas y dos copas de cristal. Admiró sus alrededores, los muebles polvorientos y descuidados, lo que parecía una antigua cocina.

— Siéntate y espera aquí, no tardaré en regresar.

Su voz era bastante grave, lo suficiente para considerarla placentera de escuchar. No dijo nada y obedeció: si bien tenía la oportunidad de escapar, no tenía a dónde ir. Él probablemente la superaba en cuanto a fuerza e inteligencia, y el punto más importante, él era el único que sabía dónde estaba la salida (o salidas) de aquél sitio. Se acomodó en una de las sillas con un suspiro pesado, tomando la copa entre sus dedos, admirándola brevemente, mostrando una pequeña sonrisa ante las figuras deformándose a través del cristal, eran como pequeñas almas entrando al infierno... Su atención se desvió a un par de muñecos sobre un estante. No estaba segura de qué, quiénes, o para qué eran, pero se miraban tiernos. Sacudió la cabeza, borrando la sonrisa de sus labios al ver cómo repentinamente la silueta del masculino aparecía por dónde había llegado, sosteniendo una botella en una mano, y varios libros en la otra. Con completa facilidad. Lo que fuera él, era imponente, con demostraciones vagas de su fuerza que claramente no eran intencionales, no dijo nada, dejando la bebida sobre el comedor, apartando los libros junto a lo que debía ser su plato, se veían igual de antiguos que las hojas que había visto antes, las tapas tenían toques dorados en el material de cuero. No podía visualizar el contenido, así que se dio por vencida, volviendo a dar una ojeada al actual escenario. Él permanecía estoico, mientras se dirigía a la cocina, haciendo quién sabe que, tenía una sensación extraña que recorría cada rincón de sus fibras nerviosas. Estaba tan distraída que ni siquiera notó cuando le sirvió el plato hasta que lo tuvo enfrente. Lo analizó varios minutos, a decir verdad le hacía salivar, pero trataba de contenerse, los cubiertos en sus manos.

— ¿Qué pasa? ¿No te gusta?

Negó, no era eso. Había algo en esa escena que le hacía sentir cordialidad. Que a pesar de ser técnicamente un desconocido, su hospitalidad era increíblemente acogedora, aún con esa pizca de hostilidad y desconfianza. No dijo nada más y procedió a comer lo que en la mesa él le ofrecía.

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Tras haber comido y habiéndose llevado los platos, volvió a su asiento. Aquél hombre le hizo espacio para que se juntara lo suficiente. Tomó uno de los libros, abriendo sus páginas en dónde un listón separaba la sección entre textos antiguos.

— Ven, acércate, encontré algunas cosas que quizá podrían ayudarte a recordar algo.

Acató la orden y acortó la distancia, lo suficiente para poder visualizar lo que decía en el libro, recorriéndose los cabellos del rostro, con una ligera incomodidad por la cercanía. Podía sentir su calor corporal. Murmuró algunas líneas de lo que decía, tratando de comprender a lo que se refería el texto.

— ¿Sabes leer?

— Puedo entender lo que dice, así que supongo que sí.

— Bien. Creo que te das una vaga idea de lo que quería que vieras. Esto es un recopilatorio de datos acerca de monstruos, quizá haya algo que te parezca familiar. Por mí mismo no puedo determinar lo que eres o qué haces aquí, digamos que... no había visto algo similar.

— Sé lo que es un bestiario, bueno, lo recuerdo. Y de todas formas, te agradezco que trates de ayudarme, pero no sé si realmente podré saber quién o qué soy. Me da vueltas la cabeza con intentar pensar el porqué estoy aquí, sobre todo, con vida.

— ¿Con vida?

— ... Que yo sepa, mi corazón no latía, y tampoco sentía calor o frío. Mi vista era mayor, pero el paisaje era el mismo, y el oxígeno no llegaba a mis pulmones ni ante la más suave de las brisas...

Sus miradas se encontraron, él alzando una ceja. El contacto visual no fue prolongado, ella desvió la mirada con nerviosismo sin saber el cómo explicar aquello, lo poco que sabía. Volvió a ojear el contenido del libro en un intento de evitar la conversación; no es que no fuera agradable hablar con Alucard, claro que no, sin embargo, estaba completamente amedrentada ante lo poco que había dado a conocer, el simple aura que él tenía, tan pesada como triste y solitaria, era suficiente para imponerle respeto. Parpadeó varias veces centrándose en la letra de aspecto apresurado, procesando las palabras, con el sólo sonido del canto de la naturaleza a las afueras. Las figuras se guardaban en su mente, pero al mismo instante eran descartadas, nada coincidía  con alguna de sus múltiples teorías del porqué de todo. Empezaba a perder la paciencia con forme avanzaba las páginas.

Nocturne.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora