Do sharp.

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Se acomodó la túnica que el hombre le había ofrecido para cubrirle el cuerpo. Para ocultar su piel no había más complicación que ella misma la cambiara de tono mientras que al ser la ropa tan grande casi la cubría por completo de modo que no tenía que preocuparse demasiado por levantar sospechas -o pánico- entre los habitantes de la ciudad que iban a visitar. Tras tres semanas de espera Alucard finalmente cedió a visitar alguno de las villas cercanas al lugar bajo ciertas condiciones y tiempos que no tenía problema en cumplir. Era un logro bastante reconocible pues desde que llegó ahí no había visualizado el que se alejara mucho del castillo más que para buscar comida, por lo que el que en principio de su cuarto mes juntos lo primero que iban a hacer era un pequeño viaje, según él, para conseguir algunos ingredientes nuevos de comida, y de ser posible algo de ropa para la mujer que no le sobrara o faltara trozos además de ser posible que no fuera una armadura de minerales valiosos, no es como si fuera a batallar tan seguido después de todo.

Colocó la capucha en su lugar, girándose para ver al rubio. Era extraño verle portar otras ropas que no fueran las que ya se había acostumbrado a ver, y era mucho más el verle llevar una espada enfundada por encima de la capa. Le dedicó media sonrisa observando como se acomodaba en el cinturón dos bolsas marrones donde había guardado suficientes monedas de sobra para cualquier cosa que pudieran necesitar o simplemente llamara su atención mientras se pasaban por el mercado del lugar. Si bien las hordas de creaturas nocturnas habían arrasado con grandes partes de muchas ciudades no era un secreto que de una u otra forma el comercio comenzaba a levantarse lentamente entre los que podían permitírselo, los restos de las altas de sociedades y visitantes pasajeros. 
Le extendió la mano con el rostro escondido entre la capucha mientras que la otra ya estaba haciendo los símbolos correspondientes que él le mostró para encontrar ubicaciones más fácilmente. Él le devolvió una sonrisa pequeña alzando sus labios con algo de nervios de por medio tomando su mano.

— ¿Estás listo?

— Un poco nervioso... Pero creo que es un buen momento.

— Vamos entonces. Será divertido.

Murmuró las palabras correspondientes y el portal se extendió lo suficiente para que ambos pudieran pasar sin dificultad por éste. El sonido de los grillos junto a algunas charlas casuales les recibieron a las afueras de una ciudad iluminada por la luna casi en su totalidad; ciertamente habían edificios en un estado deplorable pero la gran mayoría estaban en pie, con algunos daños menores. En la entrada dos hombres ebrios mantenían una conversación tranquila, susurrándose el uno al otro que «el hombre tiene la edad de la mujer que acaricia» para justificar su vejez. Ninguno de los dos les prestó atención al entrar en la ciudad, después de todo algún temor debía provocar ver a una persona tan alta como la era el masculino sin mencionar el hecho de que estaban más borrachos que conscientes de sus alrededores como era de esperarse. Las facciones del joven hombre podrían parecer delicadas pero él realmente era del tipo que pelea si es necesario. Aunque desearía que no hubiera conflicto alguno.
Lo primero que captó su atención fue una mujer de edad avanzada que a pesar de todo hacía grandes esfuerzos mientras sacaba pan recién horneado para colocarlo dónde hacía falta. Ella les dedicó una mirada extrañada al no estar acostumbrada a ver desconocidos por ahí, pero la más joven miró al otro hombre ladeando la cabeza ya que realmente no estaba segura de que decir o hacer. Él se acercó, no sin antes ofrecerle su brazo para que no se separan bajo ningún motivo. Carraspeó ligeramente para llamar la atención de la vieja señora que se había dado la vuelta para acomodar la siguiente tanda de masa destinada al horno para convertirse en pan.

— Buenas noches, señorita.

— Buenas noches, joven mozo. ¿Desea usted comprar pan? Son tres monedas por cada uno.

Nocturne.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora