D major.

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Mientras pasaba las páginas con una mano con la otra le daba un sorbo al té. Disfrutaba el olor dulce de lo que sea que el hombre estaba preparando a algunos pasos de ella en la cocina. A pesar de que se ofreció a ayudarle se negó varias veces hasta que no le quedó más que aceptar su decisión y sentarse aprovechando el tiempo para leer. Debido a que se había quedado dormida tras la reconstrucción no había tenido tiempo de investigar acerca del demonio de esa visión (supo que lo era porque podía moverse y no sólo observaba) en el libro de demonología conseguido de la biblioteca restaurada, aparte de que avanzaba lentamente debido a tener que detenerse para obtener descripciones más detalladas de las apariencias de cada uno. Revisar nombre por nombre era tedioso pero necesario. 

— Las manzanas son realmente buenas. El árbol que las da está bien cuidado.

Despegó los ojos del libro y se giró a mirar al hombre, con las manos enguantadas y una media sonrisa mientras abría el horno con cuidado.

— Entonces fue una idea el querer comprarlas. Espero que estén bien las personas del pueblo.

— Insisto en que es bastante extraño el escuchar como un demonio se preocupa por el bienestar de las personas... Apenas esté un poco fría la tarta estará buena para comerse.

Siguió sus movimientos hasta que sacó la tarta para ponerla a un lado de la estufa, su cabello rubio cayendo por un costado de su rostro como una cascada. Se quitó los guantes, mientras se recargaba en la barra de la cocina cruzado de brazos.

— Bueno, espero que eso sea pronto. No tengo mucha hambre pero huele muy bien, eres un gran cocinero después de todo.

— Oh, vamos, no es para tanto, es sólo que me las sé arreglar.

Aquello le sacó una risa mientras lo veía avergonzarse por el cumplido. Era una sensación agradable de calidez saber que el muchacho a su lado le tenía una cierta confianza como para permitirse reír. Su sonrisa era bonita. Y estaba agradecida de poder presenciarla tras un inicio tan conflictivo. La amargura que desprendía lentamente estaba aligerándose. 

— No tienes que ser tan modesto, Alucard. Eres un hombre habilidoso.

Lo escuchó chasquear la lengua, no con fastidio o enfado, simplemente disconformidad al negarse ante lo positivo que ella le ofrecía. Volvió a girarse al libro, repasando lo que antes había leído. Apenas iba por la página tres de los nombres en orden alfabético y a decir verdad eran bastante más de los que llegó a considerar que había, pues más allá de las formas en que eran clasificados por pecados, figuras, o habilidades incluían detalles acerca de los beneficios que los posibles pactantes podrían obtener al hacer un trato con alguno de todos ellos. Se preguntó su había gente que tuviese un pacto con ella y el qué estarían obteniendo si ese fuera el caso como en el momento actual donde no era consiente de lo que era capaz de hacer a rienda suelta.

El calor del líquido era reconfortante. No es como si en esa sala específica el viento entrara con intensidad o se colara si no que las sensaciones provenían más de los fantasmas del pasado que de vez en cuando se paseaban por las habitaciones donde alguno de los dos estaba en tranquilidad, no para molestar ni nada parecido, si no para permanecer como un recuerdo de lo que en algún momento fue para no ser olvidados de ninguna forma. Aún quedaban rastros de sucesos pasados pero tampoco esperaba el que desaparecieran de un día para otro por acto de voluntad. Así como las heridas sanan con tiempo, el mismo tiempo es el que se lleva las tristezas.

Pero lo más importante era que él se sintiera mejor. Que aceptara su pasado así como ella estaba tratando de recibir toda la información que estaba obteniendo de golpe acerca de los conceptos de su persona en el inframundo. Sus capacidades, la forma en que podía alterar las cosas. O al menos eso eran algunas de las cosas que incluía el libro referente a los diferentes demonios mencionados. Ahora que divagaba en eso, quizá hubiera sido mejor en saltarse la división general de los siete pecados que se encargaban de regir con un cierto poder para leer directamente en el diccionario infernal el nombre que ese demonio dijo. Y de verdad deseaba que no se conocieran de nada porque su sola voz fue razón de su molestia.
Aunque encontrar información de aquél significaría el añadir más datos a la posibilidad de viajar al infierno para resolver todas sus dudas que de vez en cuando perturbaban su pensamiento como mosquitos a la hora de dormir, zumbando apenas cerraba los ojos en una posición cómoda para dormir plácidamente. Sin embargo, insistía que la contra más grande sería dejarlo solo. No quería hacerlo, pero sentía un presentimiento obstinado de que sería peor si él intentaba acompañarla, era consciente de la gran habilidad tanto ofensiva como defensiva del dhampir pero no estaba segura de que serían capaces las creaturas de allá abajo. En especial el tal "Abaddon".

El plato frente al libro con un olor a manzana caramelizada la distrajo de sus pensamientos. Había perdido la noción del tiempo cuando se adentró en sus reflexiones del tema conflictivo acerca del viaje. Esbozó media sonrisa, dejando el separador donde estaba su lectura para cerrar el libro y volver a concentrarse a su alrededor mientras lo veía sentarse a su lado. En el mismo plato había un tenedor. A pesar de que había pasado un tiempo el postre aún estaba caliente pero no lo suficiente como para quemarse la boca y lo comprobó al darse un poco de tiempo para probarlo.

— ... Es bastante dulce. Está muy bueno.

— ¿De verdad? me alegra saberlo. 

— Sí, mira, pruébalo.

Le ofreció un trozo tras cortarlo colocando su mano por debajo del cubierto para que no se cayera el pedazo al suelo en caso de un mal movimiento. Él entreabrió los los labios inseguro de como reaccionar, realmente no esperaba la propuesta.

— Yo... uh, uhm...

Pocos segundos más le tomó el finalmente aceptar la comida. Ciertamente tenía un buen sabor sin embargo eso era en lo que menos podía pensar. La chica sonrió satisfecha por haber logrado su cometido, y no pudo evitar el mirar hacia otro sitio para no sonrojarse por la vergüenza.

— Te lo dije y lo seguiré diciendo: eres un gran cocinero.


Nocturne.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora