Prelude.

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El suelo estaba frío. Increíblemente frío. O tal vez era su piel la que lo estaba. Incluso el piso podría estar caliente, tan caliente que parecía frío. Pero no era el usual piso rocoso, de piedra volcánica e infernal al que acostumbraba, era plano y liso. Brillante, descuidado. 

Dañado.

¿En dónde estaba?

No se parecía nada al lugar de donde venía. En absoluto. Se miró, tanteando sus ropas rasgadas y semi-quemadas. A decir verdad, era algo pesada por los arreglos metálicos de oro, cobre y plata en ellos; hizo una mueca de tan sólo pensar en la plata. El ardor que ésta provocaba en su piel rojiza, era insoportable por obvios motivos. No recordaba como rayos había terminado en el mundo de lo que parecía ser los vivos.

Aunque el castillo lucía muerto. Dudaba que realmente alguien viviera ahí. Se sentía tan muerto que era increíblemente triste. Solitario. Se preguntó incluso si podría quedarse con el lugar, a pesar de estar descuidado, con un poco de magia podría solucionarlo. Pero el olor que llegó a su nariz alertó a sus sentidos de forma inmediata. Agitó la negruzca cola y miró en dirección de la que parecían provenir la ligera corriente de aire, levantándose de golpe ante la silueta de un extraño aproximándose a ella. ¿Acaso era aquél el humano que le había invocado?, No, no podía serlo, un humano no tendría esa forma tan peculiar. Ni tampoco tener aquella velocidad de respuesta como para casi alcanzarla si no fuera por sus reflejos que la impulsaron a uno de los pilares de aquella sala.

— ¿Quién eres? ¿Y qué estás haciendo en mi castillo?

Su voz le produjo escalofríos. Siseó como respuesta al no saber articular con mejor claridad. Era muy rápido, pero no lo suficiente. Se abalanzó sobre él, pero terminó por caer al piso cuando éste se teletransporto. Él siseó de vuelta, parecía fastidiado con su presencia. Sus facciones eran increíblemente bellas, finas. Su palidez era antinatural. Además, tenía conocimiento acerca de magia, fuera el tipo que fuera. Alzó una ceja cuando perdió su rastro entre las sombras del castillo ¿había huído? pero, ¿por qué? después de todo habría podido hacerle frente; la espada que casi rebana su cuello respondió por ella.  

— Te hice una pregunta. ¿Cómo llegaste aquí?

Lo único preocupante es que a diferencia de situaciones anteriores, no había podido detectarle bajo ningún modo. Sus ojos ardían en rabia y confusión; lo que era bastante extraño en la expresión tan monótona que llevaba la mujer. Cuando la tomó por el cuello y la alzó, algo de color negro se enredó en su pierna y lo tiró; ardía de forma dolorosa, pero no como la plata. Era un tipo de quemadura que sanaría con facilidad. 

— ... ¿Quién eres tú?

Contrarrestó con otra pregunta. Su voz sonaba impresionantemente dulce. Lo más extraño siendo que por su apariencia juzgaba con obviedad que no era algo humano. Además de que los humanos no poseían extremidades de color carbón, ni mucho menos podrían tener una destreza de ese nivel. No había rastros de colmillos, o al menos no visibles o vampíricos: descartó la probabilidad de que fuera algún antiguo rival con resentimientos hacia su padre. Además, ¿no le habría reconocido, ni por las leyendas locales? tal vez era alguna clase de viajera, no un oráculo, pero algo relacionado a ello. Su anatomía se miraba normal y ordinaria dentro de lo que era "común" para él. La vio agitar aquella fina extremidad oscura, parecía no tener intenciones de realmente querer pelear.

— Me llamo Alucard. Soy el dueño de este castillo. Insisto en saber tus intenciones, de otro modo, tendré que matarte.

— ... ¿Tú vives aquí? ¿En dónde estoy? 

Musitó. Dejó de hacer movimientos bruscos pero no bajó la guardia. El par de orbes ámbar observándola a cada segundo. Por la manera en la que se movía sabía que no tenía intención agresiva alguna. Sus pasos lentos hacía él, pero manteniendo su distancia. Las uñas clavadas en el piso por la tensión.

— Primero que nada, ya te dije mi nombre, deberías ser respetuosa y decirme el tuyo.

— ... No lo sé. No lo recuerdo, sólo, aparecí aquí, estaba abajo, en medio de una ¿casa de apuestas? con un tal Abaddon, pero de repente empecé a respirar, miré y estaba aquí...

Ese nombre... Lo había escuchado antes pero no sabía de dónde. Pero, el hecho de que no recordara nada era algo digno de sospechar. Analizó de nueva cuenta, con sospecha, y de pies a cabeza, a la fémina frente a él; a pesar de lucir indefensa era todo lo contrario. Tampoco tenía marcas o cicatrices distintivas, aunque el aura que emitía era especialmente pesada, como si algo se aferrara a ella y la llevara a situaciones que la mantenían en desventaja. Sus ojos parecían inocentes. No parecía querer cooperar mucho, y a falta de información, lo mejor para él sería el noquearla. 

Nocturne.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora