Sol menor.

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Uno de sus pies se movía constantemente mientras que jugaba con sus dedos sobre su regazo tratando de evitar mirar el par de aureolas doradas al momento de llevarse los platos tras haber terminado el desayuno apenas minutos atrás. No estaba muy segura de qué iba exactamente a decirle al momento del tema pues ciertamente no se creía capaz de ser sutil ante ese tipo de situaciones con razón de ser su inteligencia emocional no tan alta como le gustaría. Podría estar a mitad de su tercer mes ahí pero aún no lograba adaptarse a interactuar correctamente incluso si era sólo el dhampir con el que hablaba y a duras penas lograba responder a sus comentarios sin escapársele algún decir incorrecto en cuanto a los tópicos referentes a lo que correspondía su pasado del que no parecía dispuesto a compartir mucho. Él volvió a sentarse a su lado en la mesa, apoyando su mejilla en el dorso de su mano mientras la miraba.

— ¿Dijiste que querías hablar de algo, cierto?

— Así... Así es. ¿Prometes no molestarte conmigo sin importar lo que sea?

— ¿Por qué habría de molestarme?

La media sonrisa que le dedicó reanimó su incomodidad. Esperaba no tocar ningún nervio al enfrentar directamente lo que la atormentaba.

— Sólo promételo.

— Está bien, está bien. Lo prometo.

— Primero que nada, ayer... ayer tuve un sueño muy extraño. Me preocupa saber si es respecto al motivo del que esté aquí, pero no estoy segura de que sea un sueño. Todo era tan extraño...

Entonces, comenzó a relatarle el sueño con tantos detalles le era posible recordar. Desde el escenario hasta la aparición de aquella mujer de piel rosada junto a la bestia y como fue capaz de ver una cantidad descomunal de cuerpos atados con la misma cadena que sostenía e iba halando según tenía entendido. La expresión del joven hombre iba cambiando a una más pensativa con forme la escuchaba contarle su pesar y aunque terminó la historia aún permanecía callado en especial al notar que el nerviosismo de su compañera no había disminuido mucho.

— ¿Quizá fue una visión? Haré lo posible por ayudarte a encontrar algo de esa mujer, o del lugar.

— No sé que hacer. Es como si algo dentro de mí intentara abrirse paso entre mis pensamientos.

— Me aseguraré que pase lo que pase, no causes daños mayores. Pero, aún te vez intranquila, ¿hay algo más que quieras decirme?

— . . . En realidad sí. Alucard, sé que hay cosas que no quieres que sepa y lo entiendo. Sé que quieres protegerte en caso de yo no ser lo que soy. Pero he encontrado algunas cosas en algunos libros que quisiera que me respondieras, cosas del castillo y de un cierto tema específico.

— Supongo que no se puede evitar. Está bien, adelante. Es parte de la maldición que corre por mis venas.

Más que fastidiado parecía triste. Más de lo normal. Le evitó la mirada por varios segundos mientras murmuraba algo en un tono inaudible, apenas volteando para contestarle. Tarde o temprano tenía que enterarse de su pasado y de su padre.

— Uhm... Los Belmont decían que el castillo puede moverse. ¿Es verdad? ¿Porqué estás aquí varado entonces?

— El castillo podía moverse. Digamos que hubo un pequeño percance mágico que fundió el sistema de transporte. Podría repararse pero requeriría de mucho tiempo del que no dispongo. E incluso si pudiera moverse permanecería aquí, quizá sería lo mejor para todos y además, un amigo mío me ha pedido que haga de sus tierras mi hogar. No pretendo decepcionarlo.

— Entiendo. — Ladeó la cabeza para ambos lados antes de preguntarle con la voz temblorosa — ¿Quiénes son, o eran, Vlad, Lisa y Adrian Tepes?

El hombre se quedó en silencio mirándola con los ojos ligeramente más abiertos. La herida emocional que le generó el trauma de haber matado a su padre aún ardía como una llama consumiendo leña. Se giró un poco para no verla mientras su rostro se contorsionaba en una mueca deprimente con los ojos perdidos en su palma, respirando profundamente sabiendo que el tema era delicado. No tenía problema hablando de su madre, pero de él o su padre era una historia completamente diferente. 
La mujer entreabrió los labios mientras comenzaba a arrepentirse de haber formulado la pregunta. Quiso decir algo pero los ojos del híbrido sobre ella la detuvieron. Arrastró la silla un poco más cerca y le tomó la mano con una mirada comprensiva para darle a entender que si no se sentía listo para hablar de eso estaba bien, lo comprendía.

— . . . Te lo explicaré todo pero te pido no me exijas detalles. No es algo de lo que me guste hablar. 

— Entiendo. Si decides no querer tocar el tema también comprenderé.

— Ya es tiempo de que lo haga. 

Lo sintió tensarse ante su tacto pero le devolvió el apretón antes de quedarse mirando la mesa para empezar a relatar en términos cortos lo que había pasado en los últimos meses antes de su llegada. Su timbre era bajo pero lo suficientemente alto para escucharlo casi susurrar.

— Adrian Fahrenheit Tepes. Adrian Tepes. Ese fue el nombre que mis padres me dieron. Soy hijo de Lisa Tepes proveniente de Lupu, e hijo de Vlad Drácula Tepes, el erudito de conocimiento que decretó el fin de la humanidad tras ser su esposa asesinada. — Se tomó un respiro antes de proseguir — Lisa Tepes fue condenada a la hoguera por la iglesia siendo acusada de bruja cuando en realidad sólo era médico que deseaba ayudar a las personas. Mi madre siempre fue buena por naturaleza, una gran mujer siempre deseosa de aprender pero a pesar de ser amable era realmente valiente. Mi padre estaba de viaje cuando sucedió. Eso lo enfureció por que la amaba, y porque estaba cansado de que los humanos tomaran decisiones irracionales o fueran estúpidos. Solía decir ese tipo de cosas. Él estaba realmente deprimido y eso lo llevó a perder la cabeza.

Su mano comenzaba a generar un temblor muy ligero. Probablemente a simple vista no sería notorio pero siendo que la sostenía con las suyas se dio cuenta más temprano que tarde, acariciándole el dorso en un intento de amainar su pesar.

— No es un secreto que los Belmont eran cazadores de bestias, eso incluye a los vampiros. Estuvieron investigando como acceder al castillo por largos periodos de tiempo. Ese hechizo de entre los muchos libros ayudó a la oradora para detenerlo, así que logró traerlo aquí. Fue así que entre Sypha, Trevor y yo entramos al castillo. Luchamos contra su corte hasta que finalmente lo encontramos, su ira estaba causando una cantidad de muertes que excedía las capacidades de cualquier cementerio además de que las ciudades estaban siendo devastadas. Fue entonces que finalmente lo hice. Estábamos en la habitación de mi infancia cuando él recobró la cabeza por un momento... sus ojos estaban muertos. Él murió cuando mi madre lo hizo. Le... le atravesé el pecho con una estaca. Lo maté... Así que yo soy Alucard, o como tu dices, Adrian Tepes, hijo de Lisa Tepes y Drácula Tepes.

Se quedó en silencio tratando de procesar correctamente todo lo que acababa de escuchar. Entonces los libros y el castillo habían pertenecido al mismísimo Drácula razón por la que tenían tal escucho junto a los nombres en el árbol. Ciertamente estaba agradecida de que finalmente se abriera un poco para contarle sus tragedias ya que algo seguro era que lo había tenido bastante difícil por el simple hecho de que había perdido a sus dos padres por razones desagradables. Tiró suavemente de su brazo y abrió sus brazos lentamente para representarle su apoyo siendo testigo de una empatía como relataban las notas. El hombre no se inmutó por varios minutos hasta que finalmente cedió dejándose envolver por la más baja que se dedicaba a proporcionar caricias a su espalda con intenciones de reconfortarlo ante su constante temblor de aguantarse las lágrimas.

— Gracias por responder mis preguntas... Está bien. Verás que las cosas serán mejores.

— Las cosas no mejoraron por tanto tiempo. Confié en esos dos chicos e intentaron matarme, yo solo me defendí... Ahora son la única advertencia de que nadie debe acercarse.

— No volverá a pasar. Deja atrás lo que te atormenta, y verás que el camino se iluminará solo. Y yo estaré aquí para acompañarte.

Nocturne.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora