La minor.

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Al día siguiente, tras la comida, él se acercó, llamando la atención de la mujer colocando suavemente su mano en su hombro, recibiendo una cordial sonrisa, como si estuviera esperando a que dijera algo. Le devolvió el gesto de forma más breve, ladeando la cabeza ligeramente hacia la izquierda.

— ¿Quieres salir?

El cielo estaba ligeramente nublado a diferencia de otros días, pero aún así era bastante apetecible el aire limpio del exterior. Asintió energéticamente, dispuesta a levantarse de su asiento. Solía acompañarle a las afueras del castillo algunas veces cuando la notaba muy aburrida o simplemente necesitaba un respiro de todo lo que tenía que hacer al interior del deteriorado lugar, quitando el hecho de que se sentía un poco ansioso ante la presencia de alguien más que no fuera él en el castillo. En especial ahora que sabía que era un demonio; incluso si apenas recordaba parcialmente las cosas y le había prometido el no atacarle, aún estaba desconfiado.
Unos ademanes en el aire y pronto se encontraron caminando cerca de las puertas del castillo, la mujer animadamente paseándose por delante, agitando la cola con clara emoción, ya que para ella el exterior era impresionante una vez que estabas vivo. Una brisa de tormenta le recibió junto con el oscurecido cielo, a pesar de ser apenas las cuatro de la tarde -y lo sabía ya que el joven le enseñó a diferenciar las horas del día-, o al menos eso decía en uno de los grandes relojes del edificio que miró mientras llegaba a las puertas. Dio algunos pasos fuera seguida por el rubio y dio una vuelta sobre sus talones mientras miraba las enfurecidas nubes gruñir con desamparo ante la ya inminente lluvia que tarde o temprano se desataría sobre toda la región. Había un algo en la lejanía del cielo, una mancha, un punto, que con el paso del tiempo se hacia más y más grade; no tenía forma de ave. Era de un color oscuro -aún más que las nubes-, mantenía un movimiento irregular, además con forme enfocaba más su visión se daba cuenta que venía rápidamente en la dirección de ambos.

— ¿Qué es eso?

— ¿Qué cosa-? Oh. — Lo escuchó murmurar «debí traer la espada» y una maldición mientras miraba a su alrededor — Mantente detrás de mí, ¿recuerdas las bestias de los libros? pues parece que una nos encontró y no parece muy feliz de vernos.

Sus palabras se las llevaba el viento mientras se tensaba en una posición de defensa, con la mirada fija en aquella cosa que estaba a unos pocos metros de distancia. Por segundos analizó el piso, tomó una roca como arma, y después procedió a esperar el momento exacto para poder lanzarla, de ser posible con su fuerza podría deshacerse de la criatura. La de tez rojiza, en cambio, se removió en su sitio, incómoda por no poder hacer nada, pero sobre todo por la sensación extraña a flor de piel; un ardor tan ligero como molesto que de una u otra forma le obligaba a reaccionar negativamente, como si de algún modo hubiera visto tal bicho con anterioridad.
Los ojos ámbar dieron un destelleo antes de lanzar la piedra con notoria fuerza, sin embargo la bestia esquivó dicho proyectil con algo de dificultad, logrando apenas dañarle mientras que soltaba un atroz chillido a la par que se abalanzaba con toda intención sobre ambos, separándolos. La fémina miró al masculino con preocupación, que estaba más atento a los movimientos del animal, quién asimismo lanzaba zarpazos y brazadas desesperadamente, entre bufidos de desagrado, hasta que entre movimientos bruscos hizo contacto visual con la chica, acercándose con furia entre aún más gruñidos carentes de entendimiento, del mismo modo ella comenzó a retroceder con dudas de qué hacer. El rubio miró al piso en busca de un nuevo proyectil, en vano, más recordó la cadena que ataba a su huésped a él. No dudó dos veces y dio un tirón, tirando al súbdito revivido, además de desequilibrar a la mujer. Ella lo pensó varias veces antes de, en un intento desesperado, acercarse rápidamente a aquello que intentaba comunicarse con ella de una u otra forma, ganándose la atención tanto del medio-vampiro como de la criatura; avanzaba con determinación, tratando de evitar a toda costa las garras de aquella cosa, hasta estar lo suficientemente cerca y devolviendo el tirón de la cadena con una fuerza que ni ella sabía que tenía. La bestia volvió a tropezar con un chillido, dispuesta a deshacerse de aquella mujer, sin embargo apenas alzó uno de sus brazos el masculino ya tenía enredado el otro con aquellos grilletes, tirando de este con fuerza, por consecuencia logrando que su cabeza azote con el piso, dándole la oportunidad a la azabache de montarse en el lomo del cuadrúpedo inmovilizado a la par que giraba la cadena sobre su cuello, comenzando a tirar de ésta logrando así que aquella cosa se removiera e intentara liberarse de sus ataduras por medio de movimientos violentos y azotes que eran detenidos o interceptados por el hombre, hasta que finalmente cedió.

Nocturne.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora