F mayor.

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Habían pasado varias horas de vagar entre la consciencia y la inconciencia bajo el mismo tema de querer saber quién era el dueño del libro; un constante jaloneo entre el querer investigar más y el no volver a leerlo hasta bastante tiempo después. El reloj en el estudio no lograba calmarla con el incesante «tic tac» que en un principio ignoró hasta que se convirtió en algo molesto que aumentaba su desesperación cada vez más. La noche había caído apenas por lo que si quería indagar los contenidos del libro era ahora antes de que el joven mozo medio-vampiro se acercara a llamarle la atención por no dormir lo que debía. Apreciaba el gesto, pero tampoco lo sentía tan necesario. Además comenzaba a preguntarse qué era lo que hacía en cuanto ella caía dormida ya que, según dijo, no podía consolar el sueño y le era realmente difícil el permanecer con los ojos cerrados por mucho tiempo.
Se frotó la cara producto de la ansiedad creciente hasta que se volvió doloroso el seguir haciéndolo por la brusquedad con la que lo hacía. Era curioso porque la mayoría de libros que había leído hasta el momento no tenían un nombre (fuera del apellido Belmont en ciertos casos, las hojas solían estar dañadas por el tiempo) o una firma que lograra identificar al propietario además de que los pertenecientes a los libreros del castillo tenían el mismo escudo al final o principio de la obra. Haciendo memoria, recordaba una excepción, un libro de pasta verde con diversos sellos y grabados en un color oscuro. Un tomo acerca de la inmortalidad y elíxires varios, firmado por un tal Mathias Cronqvist sin embargo era de los pocos libros que no contenía ningún escudo familiar. Probablemente era el volumen más antiguo que había encontrado hasta el momento. Todo aquello era tan confuso en especial siendo que Alucard era el dueño del castillo... o al menos eso le dijo. ¿Y si el castillo era del tal Mathias? ¿O de Tepes? siendo que él sólo le dio un nombre no podía recapitular correctamente como para pensar que alguno de esos dos era familiar del hombre. El tomo de Fahrenheit no lo leyó, pero el de Cronqvist sí y por su contenido supuso que era alguna clase de ser inmortal, lo que la llevaba a sacar conclusiones apresuradas de que él quizá había sido -o era, en cualquier caso- un vampiro. 
La cabeza le dio vueltas por lo que en un arrebato de impaciencia tomó el libro sin importarle que los demás cayeran al piso, abriendo sus páginas otra vez con algo de desconfianza porque al parecer el rubio le había estado ocultando cosas. La portada tan familiar la saludó de nueva cuenta bajo el nombre de Adrian Fahrenheit Tepes invitándola a mirar allá con su color amarillento cada vez más tentador. La siguiente hoja estaba vacía, por lo que la saltó encontrándose con un par de hojas arrancadas, más podía lograr a visualizar marcas de tinta en el borde de donde fueron dejadas así que se limitó a pensar en que en su momento fueron notas importantes hechas por el dueño. A decir verdad sus manos comenzaban a temblar no porque el libro fuera pesado si no por la mezcla de emoción, miedo y culpa por mirar algo que quizás no debía. 

Sus ojos se encontraron con una hoja desgastada que a diferencia de las otras se notaba mucho más maltratada y probablemente hecho a propósito. Era un árbol familiar: la mitad estaba destrozado o contenía líneas en blanco mientras que las otras tres eran dos padres y su respectivo hijo quién resultaba ser el mencionado Adrian. El retrato del padre estaba tallado con tal violencia que habían pequeños agujeros mientras que el de la madre permanecía intacto. Sus respectivos nombres eran Vlad D. Tepes y Lisa(Fahrenheit) Tepes. La mujer tenía una pequeña sonrisa y los trazos con los que estaba hecho su rostro eran tan delicados como finos no dejando ningún detalle a desear además que, al estar la imagen impoluta, era algo bello para apreciar por un largo tiempo que desafortunadamente no tenía. La imagen que correspondía a Adrian Tepes era de un niño casi adolescente, sin embargo también estaba dañada aunque no tanto como la de Vlad. Se quedó en silencio por varios segundos dándose cuenta lentamente que no había ningún Mathias Cronqvist en ninguna parte o al menos no donde fuera obvio. Hasta el momento la información con la que contaba era que al parecer la familia Tepes era la que portaba aquél escudo que se asimilaba a un icosaedro de un tono oscuro. Tampoco podía sacar más similitudes ya que era meramente tinta negra con lo que estaban hechos los retratos. Estaba queriendo obligarse a creer que el libro quizá fue tomado de algún otro sitio (lo cual no sabía si era mejor o peor ya que no conocía nada más) y por tanto la familia de aquél apellido no tenía nada que ver con el castillo. A este punto estaba segura de que era inevitable el tener que preguntarle a él.

Y queriendo confiar en su respuesta, lo haría.

Nocturne.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora