Encore.

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— ¿Estás bien?

— Sólo... Sólo me siento algo cansada.

— Te llevaré adentro para que puedas descansar.

No la dejó terminar mientras se aseguraba de no tropezar en las escaleras. Podría limpiar todo el desastre después, y de quedar alguna creatura la espada le acompañaba. Los brazos de la fémina se apoyaron en su cuello con una expresión adolorida, pues al estar en el inframundo no tenía muchas limitaciones, sin embargo ahora mismo la situación era completamente diferente. Al permanecer en la superficie, existía una clase de pacto que delimitaba a todos los demonios sin importar su rango. Meramente se medían por energía una vez arriba, siendo que muchos de los diablos subían al mundo mortal para alimentarse de las penas, el sufrimiento, la muerte o los deseos. Pero para evitar un constante abuso, los límites de lo que podían hacer se resumían a la cantidad de energía que eran capaces de acumular; ésta se veía reestablecida al consumir un alma, o alguno de los anteriores. También establecer un pacto funcionaba.

Pero habiendo cambiado por tanto tiempo no quería hacer nada de eso, incluso si bien pudo alimentarse de la carne y sangre de las creaturas fallecidas. Mucho menos quería sumirse a sus deseos más barbáricos en frente de su único amigo verdadero, aunque en ese punto no estaba segura de que si era sólo amistad los sentimientos que le provocaba el pasar tiempo con él. 
Disfrutaba de su calor, de su ligero aroma a especias, de ver como la luna iluminaba su pálida piel para hacerlo ver etéreo, acompañado de sus conversaciones casuales, todo aquello que compartieron juntos durante alrededor de cinco meses.  Se permitió sonreír una vez más ante el pensamiento de todo lo rescatable en la situación, incluso si sentía mucha debilidad en su cuerpo producto de sus niveles bajos de vivacidad que se reducían lentamente al estar constantemente regenerando sus heridas, por más pequeñas que fueran implicaban un desgaste.

— Alucard...

— Está bien, el cuarto está enseguida.

Ladeó la cabeza, mientras él evitaba su mirada. Era consiente de como su vitalidad se iba reduciendo poco a poco, pero desconocía que era lo que pasaba cuando llegaba a un límite tan bajo como parecía estar pasando. Estaba dispuesto a pasar por despedidas temporales, más no permanentes. 
Después de eso, ninguno de los dos dijo nada hasta que él la colocó en la cama con delicadeza. Ella le miró con un cariño apreciativo, todo lo que había hecho hasta el momento era asegurarse de que se encontraba bien a costa de la carga que implicaban sus sentimientos conflictivos pertenecientes a su pasado y todas aquellas relaciones tanto amistosas como familiares fallidas. Alucard se sentó sobre la silla al lado de la cama, aquella que no movió desde el mismo día que partió al infierno. Una vez más, estaba evitando mirarla.

— Alucard, escúchame.

— Si vas a decir algo deprimente, no lo digas.

— . . . ¿Entonces no quieres saberlo?

Soltó una risita. Mientras sus heridas se curaban dejaban un rastro de cenizas ardientes que desaparecían apenas volaban en el aire. Un demonio era un ser inmortal, pero verle tan debilitada era desesperanzador. Lúgubre. Doloroso. Algo que no esperaba vivir pero ahí estaba. Pidiéndole algo de tiempo para escuchar sus palabras, fueran quizá las últimas que le escucharía decir.

— Eso supuse... Quiero que sepas, que voy a estar bien. No todo es como parece, así que no te lamentes mi muerte.

— Volverás a irte, ¿cierto?

— No realmente... Yo, voy a entrar en un letargo. Es como dormir por un largo tiempo que puede variar, sólo será el tiempo que necesite mi cuerpo en recuperarse. No voy a dejarte. Seguiré aquí, pero estaré dormida.

El nudo en su garganta le impedía hablar. Incluso si sus palabras estuvieran en lo correcto, ¿quién iba a asegurar que no sucediera algo en medio de ese tiempo? no quería estar solo. No quería que lo dejara solo. Deseaba que todos los días lo recibiera con las palabras de aliento que necesitaba.

Pero el destino era cruel, y siempre arrebataba lo que más deseabas.

— ... Adrian.

Se tensó. Lentamente se giró a mirarla, recostada en cama lista para entrar en el sueño que decía estar condenada hasta a recuperarse. Tenía miedo de que no fuera así. Tal como días antes, se sentó a la orilla de la cama, acercando su mano hacia su mejilla acariciándola lentamente. 

— ¿Estarás aquí cuando despierte, verdad?

— ...Me aseguraré de que así sea.

La fémina le tomó la mano, dejando un beso de medialuna en su dorso. Entrecerró los ojos sabiendo que no era un adiós, si no un hasta pronto. Una pausa entre el tiempo que los unía.

— Te veré pronto.

Finalmente cerró sus ojos. Su piel lentamente perdía el calor que era tan característico de su especie, sus facciones abandonaban toda expresión para caer en una calma total. Rompió en llanto, dejándole un beso en la frente como despedida temporal. Era lo único que le quedaba. La única luz que pudo ver a lo largo del túnel. 

Pero aún tenía esperanzas de verla otra vez, e iba a esperar lo necesario para que regresara manteniendo esos seis meses de compañía en su memoria.

--[...]--

¡Gracias por leer el libro! Como tal, este es el final original que tenía planeado para la historia.

Hay una posibilidad de que cree un segundo libro retomando la cuarta temporada (ya que esta idea estuvo en proceso antes de que siquiera hubiera anuncios de), pero mientras tanto la historia queda pendiente aquí. 

Una vez más, un agradecimiento y espero que haya sido de su agrado.

[Editado el 15/02/23: ¡Ya está publicado el prólogo de la segunda parte!]

--♥--

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