Mi menor.

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El terreno era árido y caliente. No al grado de poder quemarla pero era notorio que la temperatura era alta siendo mucho más obvio cuando pudo observar los pozos de lava ardiendo con intensidad. La roca que pisaba era tenía un color rojizo oscuro como si estuviera cubierto de cenizas y polvo. De vez en cuando le era posible escuchar gritos ahogados, cercanos, u lejanos de diferentes tonos, agudezas y escalas siendo que todos ellos eran, al parecer, de dolor puro como una persona atormentada todo el tiempo por torturas inenarrables probablemente que haría a cualquier persona perder la cabeza para jamás recuperarse. El fuego inundaba muchos de los rincones probablemente continuando incluso por donde ya no le era capaz ver sin embargo esas llamas no se extinguían a pesar de que el viento las azotara casualmente e incluso llevándose grandes partes (o chispas) con él hacia algún rumbo desconocido. Su cuerpo se movía solo como si aquello fuera un recuerdo muy lejano de un escenario que presenció en algún momento pero no lograba dar con la respuesta a dónde era o algo fuera del paisaje que podía observar a su alrededor -si es que se le podía llamar así-. Un olor pútrido y horrido la hizo torcer sus gestos en una mueca de asco en busca de lo que fuera la fuente de esa esencia tan asquerosa encontrándose pronto con una clase de bestia de un tono violeta bastante oscuro, lo que suponía era un hocico repleto de dientes ensangrentados con trozos de quién sabe qué junto a dos pares de ojos de un color parecido al de las rocas en el suelo. Como era de esperarse no podía moverse para adaptar una posición defensiva como le hubiera gustado en el momento que vio la mirada del animal centrándose en ella fijamente, creyendo que sería presa de sus fauces más sin embargo no supo como reaccionar al verlo postrarse frente a ella con sus dos rodillas al piso y la cabeza agachada demostrando total sumisión. Si antes estaba confundida ahora lo estaba más.
De entre las llamas salió una persona, por su figura supuso que era una mujer, de cabello verdoso y cuernos de venado joven. Su piel era rosada mientras que sus ojos eran violetas sin índice alguno de brillo; tenía dos marcas a cada lado de la cara debajo de su mirada y sus labios rojizos dejaban entrever un par de colmillos alineados en una sonrisa. Su cuerpo no estaba bien cubierto ya que las prendas que llevaban revelaban mucho de su cuerpo pero ella se acercaba a su "persona" con una confianza como si fueran amigas de mucho tiempo que acababan de reencontrarse. Ella le dijo algo que no pudo escuchar, sólo veía sus labios moverse antes de señalar a sus espaldas provocando un giro -claramente involuntario- en su cuerpo: su mano tiraba de una cadena tan negra como el carbón que unía los miembros de un montón de figuras humanas amorfas, todas tenían la misma estructura pero su piel parecía estar derritiéndose ante cada paso que daban pareciendo más que se estaban arrastrando con dificultad como masas deformes. Sus expresiones eran de angustia pura pero aquello sólo parecía causarle más gusto ya que la agonía de aquellos le provocaba gracia. La otra mujer se acercó y le entregó una clase de látigo con espinas con una sonrisa calmada.

"Me alegro mucho de verla, señora." 

Y entonces se despertó. Su frente tenía una ligera capa de sudor mientras que su respiración estaba agitada a pesar de que no sentía temor o alguna emoción capaz de acelerarle los latidos. Se frotó el rostro mientras intentaba calmarse pues con la cabeza caliente no iba a lograr sacar conclusiones lógicas a lo que sea que acababa de soñar o ¿ver? después de todo las imágenes habían sido muy vívidas como si fuera una memoria reciente. No quería creer que fuese un recuerdo pues de ser así estaría más preocupada por la seguridad de su compañero al ver que quizá se ha estado mintiendo a sí misma de alguna forma pues no lograba rememorar alguna actitud parecía a la del sueño. Tampoco le traía mucha satisfacción el querer lastimar cosas con vida sin importar su naturaleza.
Rodó la cama en un esfuerzo por tranquilizarse o de lo contrario podría terminar llamando la atención. La luz nocturna entraba a través del cristal en la ventana así que dedujo que no había dormido a pesar de que dentro del sueño había pasado una eternidad. Entonces entre medio de pensamientos descolocados tuvo la pregunta de que cabía lo posibilidad que no fuera un sueño o recuerdo si no una visión de lo que le esperaba pasado el tiempo logrando alterarla más. Su estado intranquilo la orilló a prender una vela a medio usar y abrir uno de los cajones donde colocó otro de los libros que en su momento estaba leyendo dispuesta a dispersarse entre las palabras nuevas de conocimientos mágicos que recientemente comenzaron a ser avanzados. La brisa agitó las cortinas blanquecinas pero polvorientas del cuarto pronto anunciando una lluvia cercana que no parecía amainar su tensión. Esperaría la mañana siguiente para externarle sus preocupaciones al mestizo suponiendo que podría saber algo además de aprovechar la oportunidad para una vez por todas preguntarle directamente sobre quiénes eran aquellos que se apellidaban Tepes. Acerca de porqué aquella libreta contenía detalles vagos en su árbol familiar mientras que los libros pertenecientes a la biblioteca externa hablaban mucho referente al castillo y su funcionamiento mágico (o al menos eso notó en el tomo tercero de una colección que no de la que no logró encontrar los primeros tomos). Desafortunadamente aquél libro tampoco mencionaba palabra alguna sobre el dueño si no especificándose en el terreno y estructura del edificio así como sus diferentes salas. Si le daba el tiempo le gustaría explorarlas más a fondo sin embargo ese no era el tema importante. Todo dependería de lo que el muchacho le dijera al día siguiente en cuanto tuviera la oportunidad.

Nocturne.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora