E flat.

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— ¿Qué?

Estaba perplejo, observando a la mujer parada en la puerta del estudio cercano. Creía suponer que había escuchado bien, o al menos quería estar seguro.

— Eeh... Creo que soy un demonio... Mira.

Se acercó, nerviosa ante su confesión extendiéndole el libro. Estaba separado en una sección, la letra oscura redactando descripciones que coincidían en ciertas cosas. Pero ella no tenía cuernos, ni alas parecidas a las de un murciélago. Comía como una persona común, y en cuanto su resistencia a la plata no estaba seguro... Tampoco quería ponerla a prueba, lastimarla para comprobarlo. No parecía afectada por figuras religiosas, y mucho menos podía hacer memoria de si le había visto regenerarse.

— Sé que quizás no me veo tanto como uno, pero, ¿Recuerdas lo que pasó en la mañana?

Oh, claro que lo recordaba.

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Cuando abrió los ojos se sintió extraña. Había tenido un sueño inusual. El calor anormal que solía sentir no estaba, no era capaz de percibir su extremidad inferior, y la sensación de que algo andaba mal se hacía más y más presente. El rubio no parecía haberse dado cuenta de que estaba despierta o quizás aún no venía (ya que últimamente iba a despertarla para que no se quedara en cama todo el día). Se movió hasta la orilla de la cama, acercándose lentamente a la puerta. Había descubierto que uno de los cuartos aledaños era un baño, y él le había explicado algo acerca de un "espejo". Miró a ambos lados del pasillo, y una vez salió cerró la puerta a sus espaldas; a pocos pasos entró a la habitación, dejando la puerta abierta en caso de que el hombre la estuviera buscando. Dio algunos pasos más hasta quedar frente a frente con su reflejo. ¿Realmente era ella? Se observó por segunda vez las manos confusa, a pesar de que sus uñas crecían al igual que antes, su piel no era como en un inicio. Estaba clara, como la de un humano normal. Sus ojos no emitían el mismo brillo, y su cola había desaparecido por completo.

Entró en pánico. Estaba asustada por mayormente el desconocer que le sucedía y porqué no estaba como la primera vez que se vio en un "espejo". Sus manos recorrieron su cuerpo con desesperación, soltando un gruñido ansioso. No estaba acostumbrada. Se giró ante el sonido de los pasos cercanos y miró con ojos perdidos al dueño del lugar. Balbuceó tratando de darle explicaciones cuando él preguntó que le pasaba. Gestuó con las manos en un intento de darse a entender, dejándolo aún más confundido. Entre tanto, su cuerpo recuperó el color rojizo, la cola se movió libremente y sus ojos reflejaban la luz. El nudo en su garganta disminuyó al verse "normal" en el reflejo. Quiso explicarle lo que había sucedido, pero fue incapaz de decir una sola palabra.

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— Bueno, creo que quizás se deba a eso...

Insegura dio unos pasos atrás. Esperaba cualquier reacción, incluso si era pequeña. Se miró las manos una vez más, insegura de qué hacer. La inquietud era en su mayoría por la opinión del joven, dejando de lado el hecho de que no tenía ni idea de que más podía realizar, o cuando menos dónde podría hospedarse sin conocer alrededor (ignorando el hecho de que a las afueras del castillo eran bosque en casi su totalidad). Agitó la cola con impaciencia mientras el hombre alternaba su mirada entre el texto del libro y su persona, poniéndola cada vez más tensa. Los labios de éste se abrieron un poco, buscando las palabras adecuadas.

— Creo que... tiene sentido pero, en ese caso, ¿por qué habría un demonio de estar aquí? No pareces estar alimentándote de la energía del lugar... Tampoco reconoces este lugar, ni a mí, y yo no te convoqué de ningún modo.

— Yo... no lo sé. A-además sólo es una suposición, eh, podría estar equivocada. Aunque, si te molesta que esté aquí, puedo irme. Quiero decir, debe de ser incómodo tener un, err... invitado inesperado.

Parecía tener un conflicto interno consigo mismo. Durante la semana y media que habían convivido no parecía que tuviera mala intención. Se esforzaba por aprender, o por descubrir datos nuevos que completaran el enigma de su repentina aparición; pero, si lo que decía era cierto tan sólo se trataría de una fachada. Los demonios eran maestros del engaño, y ella no podía ser la excepción, sin embargo estaba desamparada, incluyendo el hecho de que salvo su encuentro, no se mostró agresiva o intentó atacarlo. Le trataba con respeto a pesar de que no sabía que él era el tan aclamado hijo de Drácula. Frunció el ceño. Algunas de las enseñanzas de su madre resonaban en los rincones de su memoria, como un constante recordatorio de tratar gentilmente a las formas de vida. En especial a los humanos, que no les guardara rencor, que no les lastimara incluso si le daban muerte a ella. Aunque ella no era humana, de eso estaba seguro. Suspiró, extendiendo su mano.

— Puedes quedarte. Al menos hasta que sepas como regresar de donde viniste. Te prestaré mi hogar para que lo hagas tuyo, pero debes prometerme... no, debes jurar que no atentarás contra mi vida, de ser lo contrario te mataré.

Su voz era tan profunda como frívola, en cierta medida la consolaba el hecho de que le permitiera refugiarse en un sitio como aquél, que a sus ojos era como la cumbre del conocimiento. Había observado la cantidad de libros que había en tan sólo pocas habitaciones, aunque había algo que no le quedaba claro. Le tomó delicadamente la mano -tras haberse acercado-, más grande que la de ella, y le dedicó una sonrisa.

— Lo juro.

Le recorrió un escalofrío en cuanto sus dedos se rozaron. Su piel no era tan fría como lo pensó, tenía un calor muy atenuado, aunado a que era muy suave. La luna comenzaba a salir, por lo que le daba un toque espectral a su pálida piel, mientras que sus ojos ámbar la analizaban, como dos estrellas entre la noche. Tímidamente soltó su mano y se sentó al borde de la gran cama acolchada, de un color blanco.

— Alucard hay... hay algo que quiero preguntarte.

— Adelante, dime.

— Tú... ¿tú eres un vampiro, verdad?

Quizá haberle prestado el libro no había sido tan buena idea. Se le fue el aliento por unos segundos: no es que no le gustara el mencionar a su familia, no le tenía odio ni mucho menos, más aquél era un tema aún delicado para él. Los recuerdos le quemaban el alma, los gritos de su madre, la ira de su padre, la gente de Wallachia siendo masacrada por miles, sus travesías que lamentablemente fueron cortas junto a Belmont y Belnades. Relajó la mirada, y hundió los ojos en el libro.

- No. Mi madre era humana, y mi padre era un vampiro. Digamos que tan sólo soy la mitad de ambos. Dejémoslo en un dhampir. Un mestizo.

Nocturne.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora