Se abrió paso entre el montón de almas sobre el piso que rogaban por perdón y ayuda. Si entre su camino tenía que pisar algunas manos lo hacía sin dudar, la mirada en alto en dirección a su destino sin siquiera importarle lo demás ya que estaba acostumbrada a los gritos constantes de diversas direcciones, en diferentes lenguajes, con diferentes voces. Era su día a día en el infierno, y nada de lo que pudiera ver sin importar dónde podría sorprenderla.
Acomodándose la túnica rojiza como el resto del lugar miró a los ojos a la gran bestia de diez ojos, tres bocas e infinitos brazos moviéndose junto a su forma de planear en medio del "cielo" infernal. Frunció el seño e inmediatamente aquella cosa descendió para escucharla con un claro temor de haber tardado más de lo necesario.— 4385 almas se salieron del camino y van hacia el territorio de Malfás. Creí haberles dicho que fueran más estrictos, ¿acaso tengo que volver a cortarles los brazos por dos días enteros para que aprendan?
— N-no señora. Parotheiso fue quién les guió mal, usted tiene la razón. No quería que le dijera pero eso sólo sería... s-solo sería peor para nosotros.
— Bien. Buen muchacho, corrígelas y tráelas de vuelta. Yo me encargaré de solucionar todo esto. Largo, ya.
Nheltraphe se retiró con un vuelo apresurado mientras serpenteaba al alzarse. Él que aquella mujer te mirara siquiera era un mal indicio en especial tratándose de una situación como aquella. Sus ojos no miraban a nadie que no fuera o digno, o necesitara un castigo. Y sólo los rangos superiores eran dignos de una mirada común. Si te llegaba a fulminar era probable que te esperasen días largos de torturas innombrables a sus manos, e incluso con más que sólo las suyas. Era capaz de cualquier atrocidad, incluso si era por diversión.
[...]
El trono en medio de la lava ardiente era uno de sus lugares favoritos. Podía tener vistas hacia una gran parte del infierno por lo que del mismo modo podía observar como es que se les impartía castigo a aquellos desterrados a su propio terreno. Disfrutaba de observar y formar parte de las torturas más dolorosas o penosas que se pudieran pensar, mientras que se jactaba de su posición alta entre los muchos demonios de todo el averno. Se rumoreaba acerca de su poder y su influencia, e incluso llegaba a decirse que altos mandos (como lo era Asmodeo, o Mammón) le tenían un cierto temor ya que al parecer solía limitar sus fuerzas a las necesarias. Podría destronar fácilmente a cualquiera y todavía tener fuerza suficiente para más. Cualquier guerra que se intentara levantar en su contra la luchaba, cantando victoria con suma habilidad.
Agitó el látigo en su mano mientras se acomodaba el cabello detrás de la oreja, apreciando el que nadie le mirara. Le dio un sorbo a la copa llena de sangre en su mano libre, esbozando media sonrisa satisfecha. El sadismo que poseía era tan basto como cualquier océano. Era digno de mención el que cualquier persona, demonio, creatura o especie correspondiente le trataba con respeto incluso si era relativamente cercano a ella. Los pactos que recibían eran muchos pero ninguno cumplía con sus exigencias; de ahí el hecho de sus beneficios tan altos. Las almas que eran enviadas a sus dominios eran también tan grandes cantidades que era difícil creer como es que las tierras se veían cubiertas por un tapete de espíritus amorfos haciendo fila para recibir un azote que le enviaría a su lugar de castigo correspondiente.
Le trataban como reina y lo disfrutaba. Incluso para los pocos demonios femeninos como Lilith, era la emperatriz, la suma sacerdotisa que lo tenía todo. Y amaba la adoración desesperada que muchos le tenían. Como cualquier demonio tenía deseos, pero los suyos rozaban lo enfermizo, lo despiadado. Era un avatar de poder, de crueldad.
[...]
Lo miró con asco. Los espectadores se alzaban con vitoreos para su única y especial reina. Algunos le llamaban Belfegor. Otros Belial. Había una gran cantidad de nombre siendo cantados en referencia a ella y el cómo arrasaba con cualquiera de los esbirros que se le pusiera enfrente.
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Nocturne.
FanfictionEl bonito castillo en ruinas era increíblemente melancólico. En medio de lo que alguna vez fue las tierras de los Belmont. Ahora "pertenecía" al joven mitad vampiro. Todos los años de conocimiento que había intentado compartir. Aquellos dos cuerpos...