U N O

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El menor de toda la familia miró su plato y se tuvo que sujetar mentalmente para no clavarle su tenedor al delicioso postre que habían servido.

Miró a su hermana quien mantenía una sonrisa gentil hacia los invitados, a quiénes ni siquiera se había atrevido a mirar al rostro por miedo a que le griten como los amigos reales de su padre, la mayor le devolvió la mirada y con un gesto le dijo que esperara unos segundos.

"Es de mala educación comer antes de que todos estén servidos"

Empezó a contar mentalmente hasta el número que sea tratando de distraer su mente del chocolate que recorría con burla el postre frio.

—Creo que eso es un asunto privado, Rey Todoroki, deberíamos hablarlo lo antes posible... —Escucho la gentil voz del otro hombre.

Al instante el sonido de los dedos chasqueando le hicieron querer lagrimear.

Los empleados se movieron rápido y limpiaron toda la mesa, llevándose todo.

—No es necesario, voy a comerlo, gracias.

Su hermana a su lado, se tenso igual que el en su asiento. Esa mujer se había esforzado en saludarlo hace rato, le tomó de las manos y ambos compartieron una reverencia, de ahí en adelante no se había atrevido a volver a levantar la mirada y se había dedicado a hacer una reverencia cuando le era indicado. No se sentía digno de mirarla de todos modos.

Era... majestuosa, tan segura, un pelo rebelde pero lindo y suave a la vista, su vestido tenía un escote que nadie en todo el reino se atrevía a usar, acompañada de su gran capa idéntica a la de su rey.

La última vez que había visto a su madre ella iba toda cubierta hasta las manos de un vestido crema. Ni una sola parte de su piel descubierta.

Porque era la omega del Rey y sólo el podía verla.

—Creo que el príncipe Shoto también quiere su postre. —Continuó la mujer con su tono tan seguro.

Tembló en su lugar cuando sintió la mirada de los demás en el.

—¿Príncipe Shoto? —La voz de su padre le hizo agachar aún más la cabeza.

—...Estoy bien. Gracias, no... no lo quiero.

—Retirense.

Shoto hizo una reverencia antes de salir del Gran comedor, acostumbrado a tener que dejar la comida o que se la arrebaten las mujeres a su cuidado, no tenía más que resignarse.

Si se apresuraba tal vez y podría robarse el libro que había visto en un estante alto el otro día, a esta hora todos los empleados estarían pendientes a los visitantes y el Rey. Ignoro a su hermana que le miraba con pena y dio pasos rápidos en camino a su habitación.

Se desvío a mitad camino, con una sonrisita cómplice consigo mismo pues al fin vería ese libro de dragones que estaba fuera de su guía de estudios.







—¿Dónde puedo pedir el postre que me quito tu viejo?

—¿Disculpe?

—¿Estas sordo o que?

Ambos hermanos compartieron una mirada ante el tono altanero del príncipe de las bestias.

Fuyumi decidió hablar antes que Natsuo para evitar un desastre.

—Deme un segundo... ¡Olí, querida! ¿Podrías por favor darle postre al Príncipe invitado?

La muchacha asintió y desapareció en una gran puerta, volviendo al instante con un pequeño plato en sus manos.

Savage [Bakutodo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora