D O S

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—Lo quiero a él.

— ¿Podrías dejar de pensar con tu polla, Katsuki? Pon tus exigencias sobre la mesa para que podamos irnos de una vez.

El rey Enji trago saliva ante las groserías de la mujer, nadie aquí se expresaba así. Su dulce Rei tenía la voz calmada, sonreía como si fuera lo más natural en ella, y su voz siempre le consoló luego de un largo día siendo un Rey.

Claro, hace mucho tiempo que Rei apenas y lo miraba. Su marca en su cuello, amarilla y sin brillo era la prueba de como todo había ido en picada.

—El vie- mi padre ya cubrió todo lo que iba a decir. Lo quiero a él.

—¿Él? —Pregunto el pelirrojo mientras bebía de su copa de vino.

Katsuki posó sus ojos sobre los del Rey.

—El Príncipe Shoto. Así sería más formal todo esto ¿No?

—Me temo que no puedo dártelo antes de hablar con el consejo. Y tendrian que pagar.

Katsuki bufo y apartó su copa de vino. Con una mirada desafiante se irguió.

—Llamelos.

Esperaron diez minutos antes de la muchacha a quien habían enviado a llamarlos volviera corriendo, alarmada y con sudor recorriendo su frente.

—El príncipe... Rey Enji, por favor no diga que yo avise, por favor, por favor...

—¡Habla ya!

—Castigaron al Príncipe Shoto.

La familia extranjera se miró entre ellos, confundidos, y se pusieron de pie al instante en que el Rey lo hizo. Mitsuki iba preocupada, quería irse de este horrible lugar, tomaría un tiempo pero con su arreglo podrían mejorar esto.

Ella no sobreviviria ni dos horas en este lugar por su comportamiento, probablemente le cortaría la cabeza en la plaza por rebelde.

Katsuki se mantuvo tras ellos todo el tiempo, se habían encontrado a los hermanos del niño a medio camino y todos ahora estaban corriendo en dirección de la habitación del menor.

A medida que avanzaban las paredes perdían color, se hacía más frío por los pasillos de piedra y no había ventanas, ni una gota de luz más que de las velas enormes en los pasillos. Las paredes tenían moho, olía a humedo y ni una gota de luz se asomaba.

Olía a desesperación, tristeza, lágrimas, y sobre todo, en el pasillo rondaba el olor de fresas. Parpadeo ante su descubrimiento.

De un golpe fuerte abrieron la puerta de madera vieja que crujio al golpear la pared.

Ahí, Shoto estaba con la mitad de la cara vendada, temblando mientras una manta delgada le cubría la espalda aguantando los sollozos para no molestar más y que no le castigaran. Ni siquiera parecía haberse dado cuenta de que estaban ahí.

—Oh por los Dioses.

Mitsuki fue la primera en reaccionar y corrió en su dirección, siendo cuidadosa se quito su capa y la envolvió alrededor del delgado cuerpo del príncipe.

Desde un inicio había estado pensando en un plan para llevarse al omega con ellos, le pareció extraño que su hijo lo haya sugerido primero, no lo había tomado mas que como una atracción física.

No podía permitir que un niño sufriera así solo por ser omega, su marido le había advertido sobre las costumbres del lugar, quería verlo con sus propios ojos y empezar a mejorarlo. Tenían que tener a alguien de la familia real de su lado, alguien influyente, todo se fue al diablo cuando le ofrecieron comprar a Fuyumi, y a Shoto ni lo habían mencionado hasta que Katsuki lo sugirio.

Savage [Bakutodo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora