2. Ramita

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Neveah:

<< Mi fuente de ingresos, mi fuente de ingresos >>

Escuchar sollozar a mamá por el dinero en lugar de papá es lo que calienta mi sangre, los ojos me duelen y siento mis piernas deseando quebrarse.

Papá esta muerto, papá...

—¿Qué haremos ahora, Neveah? ¿Cómo viviremos? ¿Cómo pagare mi spa? ¿Mis clases de yoga?

Aprieto los ojos, discutimos por esto siempre y por eso no le reclamo que le importe más estas cosas ante la muerte de mi padre, tampoco lo hago porque lo único que quiero es subir a mi cuarto y dejarme derrumbar con el llanto.

Eso mismo hago, escuchando sus gritos llamándome desesperados. Cierro la puerta y caigo de rodillas. A mi mente viene el recuerdo, vienen todos aquellos momentos y lo escucho como si estuviera aquí.



"—¿Ramita? ¿Por qué ramita, papá?

—¿Has escuchado de los troncos?

—Si.

—Pues son fuertes y sostienen al árbol. Y tú eres tan fuerte como un tronco

—¿Soy un tronco?

—Uhmm... por ahora eres una ramita, pero cuando crezcas serás un tronco. Un enorme tronco.

—Me gusta Ramita.

—Eres mi ramita"




Ramita...


Mi pecho se aprieta y me arrastro sobre el suelo, hasta llegar debajo de la cama, de donde saco una caja de zapatos. Mamá me prohíbe tener cosas de papá, pero yo me he guardo el oso de peluche de mi niñez y las fotografías que tengo con él en canada.

No sé por qué veo esto si sé que me pondrá peor, pero lo hago.

No, papá no... Tu no.—Repito, mi garganta me sofoca.—No puedes dejarme sola, por favor no.

Me dejo caer sobre el suelo y permito que las lágrimas y el llanto me consuman hasta que pierdo noción.




(***)





He dormido en el suelo y ya es de día para cuando abro los ojos, me cambio baño rápido porque debo ir al hipódromo y me coloco el uniforme antes de bajar por el desayuno. Mamá no tiene ojeras como las mías y me mira desde la mesa mientras yo saco el jugo.

—¿Dormiste bien?

Le doy una mirada que la hace callar, ella encoge los hombros.

—Tengo que hablar contigo.—Me pide, mientras yo le doy la espalda preparando mi sándwich de pollo. —Neveah.

—Te escucho. —Menciono tomando la mayonesa y el kétchup de la refri. Abro la tapa y me mancho los dedos.

Mierda.

—El abogado dice. —Empieza mientras presiono los dedos sobre la botella plástica de kétchup y lo unto en mi pan. —Tienes que ir a Canadá... van a leer su testamento.

Aprieto tan fuerte el kétchup que más de lo que quiero termina regado sobre y fuera de mi pan, manchando el repostero.

Dejo la botella en su lugar y me vuelvo hacia ella.

—Yo no puedo ir. No quiero ver a esa mujer y sabes que odio esos funerales.

Sonrio y niego con la cabeza. —El cuerpo de papá aún no se enfría y tu busca sacarle más dinero.

—Merezco lo que me corresponde, lo que te corresponde.

No respondo y ella se acerca a mí, tomándome el rostro con ambas manos.

—Por favor, cariño. No tengo un trabajo.

—Yo tengo uno.

—Trabajar con caballos no da un buen salario y ambas sabemos porque estás ahí. Pero tu padre ya no está y solo te haces daño.

Aparto sus manos de mi cara.

—Amo los caballos. —Le aclaro. —No es solo por papá, a mí me gusta esto.

Tal vez me acerca a mi padre y trabajo en ello porque de alguna forma quería estar cerca suyo después de que se fue, pero... me gusta esto.

—Iré a Canadá. —Los ojos de mamá brillan al oírme. —Iré a despedirme de él, no por su fortuna.

—Por dios, Neveah.

—Mamá.

—Solo escucha el testamento, cariño. Por favor. Prométeme que lo harás.

Paso la saliva. —Bien.

Ella me llena de besos y abrazos, como si hubiera ganado la lotería.





(***)




—¿Un fin de semana?. —Pregunta mi jefe.

—Tal vez cinco, puedo tomarlo de mis vacaciones. —Menciono mientras sigo sus pasos por el hipódromo. El lleva un balde de agua hacia el establo.

Se detiene. —Toma tu mes completo.

Sonrio. —Pero solo necesito cinco días.

—Si te doy esos cinco días querrás usar las que faltan en otro momento y muchos aquí se harán ideas. Querran hacer lo mismo que tú.

—Jefe.

—Un mes o nada.

Miro hacia los caballos, que se encuentran con Allie. Coronel esta con ellos.

—¿Quién atenderá a Coronel? Yo cuido de él.

—No eres veterinaria. —Me recrimina. —Lo atenderán bien.

—No puedo dejarlo mucho tiempo, a ninguno. Estos caballos.

—Estarán aquí cuando regreses. —Me promete y coloca una mano en mi hombro. —Lo prometo.

Suspiro. —De acuerdo.

—Eso. —Me felicita. —Te veré en un mes.

Y yo iré a Canadá. 

Sueño CanadienseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora