15. Noche en Canadá

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Eric:

Su paso se mantiene regular, su trote libre y su galope ligero, vamos bien.

Muevo la cabeza en cada pisada delantera que el caballo da, los sigo uno a uno y veo cada detalle, desde los movimientos de Duque, a que Neveah permanezca las manos firmes sobre las riendas.

Es trabajo en equipo y si ella se equivoca, el también lo hace y viceversa

Sin embargo...

Admito que me sorprende que Neveah logre tenerlo calmado la mayor parte del tiempo.

Ya no hay rastro de la chica inexperta que subió a Duque el primer día y... Le creo totalmente que práctico equitación antes.

Solo había que indagar en sus recuerdos y estamos teniendo el resultado de eso.

Mantengo mi expresión y regreso mi mirada a las riendas, Neveah hace la mínima indicación y una sonrisa curva mis labios cuando Duque se guía del movimiento animándose a seguir con el paso.

Están mejorando.

Tomo un respiro calmado y veo lo increíble que se ven juntos.

—Lo estás haciendo bien. —Lo felicita ella y yo vuelvo a sonreír.

En el doma el caballo debe dar la impresión de manejarse por sí mismo, Duque debe confiar en ella y así obedecerá las indicaciones, se mantendrá derecho en los movimientos y dejará que sea Neveah quien ajuste los pasos en su trayectoria, sobre todo en las curvas, las cuales son las más difíciles de manejar y por lo que veo es lo que más debemos trabajar.

Neveah baja del caballo colocando el pie en una tienda, y me apresuro a llegar hasta ella, Neveah retrocede al pisar en falso y su cuerpo choca contra mí torso, consiguiendo que retroceda con ella.

Mis manos se mantienen en sus caderas y el cosquilleo en mi entrepierna llena.

Mierda.

Ambos carraspeamos y se gira en mi dirección luego de que la suelto.

—Buen trabajo. —Menciono.

—No lo hubiera logrado sola. —Acaricia al caballo y se vuelve hacia mí. —Sin los dos.

Mirando su expresión de felicidad, la cual no se aleja de Duque, las palabras sólo brotan de mi boca.

—¿Cenamos?

Se vuelve hacia mí y por alguna razón mira el cielo. —¿No es temprano aún?. —Menciona esta vez y me saca una sonrisa.

—No me refería a eso. —Corrijo y sus lindos ojos me miran. —¿Cenamos esta noche?

Un silencio incómodo nos rodea, pera ella lo termina.

—¿Quieres invitarme a cenar?

Asiento con la cabeza y pensando con la cabeza fría. —Estoy invitándote a cenar.




(***)





Estoy calmado o intento creerlo, aunque no he dejado de mirar el reloj durante el resto del día que queda después del entrenamiento.

Cojo la toalla y me dirijo al baño, la puerta se abre cuando voy a tomar el pomo, mostrándome a Neveah, con una bata encima y el cabello cubriéndolo hacia adelante, el olor refrescante y dulce llena mis cosas nasales.

Sueño CanadienseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora