14. Por los dos

4.4K 475 6
                                    

Neveah:

Tal y como lo dijo Eric, la mañana siguiente se nos hace más sencillo a mí y a Duque iniciar con el entrenamiento, y es increíble que el caballo finalmente me haga caso a cada cosa que ordeno al tirar las riendas.

El paso y galope resulta sencillo, aunque tenemos pequeños problemas con el trote.

Eric me hace una señal y le acarició el lomo a Duque. —Buen trabajo, hay que volver.

Sacude la cabeza y achico los ojos sonriendo, tiro de la tienda y llevo a Duque hacia Eric, me bajo de él y camino hacia el entrenador.

—¿Cómo estuvo eso?

Me sacudo las manos llenas de sudor sobre el pantalón jean.

—Mejor. —Responde.

Sonrio observando la casa, y mi conversación con la mujer de mi padre regresa a mi cabeza, la sonrisa se me desaparece y parpadeo cuando veo el brazo extendido de Eric.

—Ten. —Recibo su botella de agua, bebo hasta la mitad y mantengo mis ojos en el mismo lugar.

—Tu madre. —Menciono y veo a la mujer tendiendo las sábanas sobre loa cordeles.

Eric se gira hacia la casa y luego vuelve a mirarme.

—¿Ella no ha dicho nada? —Las palabras salen solas de mi boca.

Hace una mueca, con la mirada en el cielo.—¿Algo?—Respondo sonriendo. —¿Por qué? ¿Debe decir algo?

Sonrio disimulada. —No, nada.






(***)




Tomo una ducha por más tarde quitando todo el sudor de mi cuerpo, el agua está helada, pero por alguna razón es la temperatura que mi cuerpo necesitaba, aunque prefiero usar temperada, me jabono bien y rasco el champú sobre mi cabeza hasta sacar espuma.

Al acabar dejo el baño limpio y salgo en toalla hacia mi habitación, me cambio colocándome los shorts, junto una camiseta larga.

Salgo en toalla y cierro la puerta, me visto y me asomó a la ventana, comprendiendo porque la mujer de mi padre quitaba las prendas que ya estaban sobre el tendedero, donde hora a remplazado por nuevas.

Trago saliva y no lo pienso mucho antes de bajar las escaleras, salgo al patio después de recoger mi cabello y me acerco por detrás, ella intenta extender una alfombra y cojo una de la esquina atrayendo su atención.

Sus ojos me observan con asombro. —Ponlo más alto. —Le indico y ella alza las cejas, sin embargo, hace lo que digo y juntas lo colocamos extendido.

Me aparto dejando que acabe con las últimas prendas y Esther se agacha recogiendo la canasta donde trajo toda la ropa.

El viento me roza la cara y aparto los mechones, colocando mi mirada sobre la suya. —Fui grosera.

Su expresión no se pierde.

—No era la manera como debía decirlo. —Paso saliva. —Soy yo quien se disculpa.

Esther toma un respiro profundo y sujeta con una sola mano la canasta, apoyándolo debajo de su brazo.—No, tienes razón.

Me quedo callada por unos segundos.

Sueño CanadienseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora