Cap. 25

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Aquel día seguí trabajando al igual que los días siguientes aunque siempre tenía un momento para Iset y para verme con Vierna, la verdad fueron unas semanas extrañas, era como estar flotando dentro de un sueño… Vierna me explicaba tantas cosas increíbles y me enseñaba tanto, era muy interesante, sin darme cuenta estaba aprendiendo a ser bruja con esa mujer de la que no sabía nada, no sé porque pero no le di importancia cuando ella empezó a hacer conjuros delante de mí, me parecía fantástico que por fin alguien pudiera enseñarme y que lo hiciera tan abiertamente. Un espectador que lo viera desde fuera se hubiera percatado de muchas cosas que yo no supe ver, estaba deslumbrada por Vierna, tan elegante, tan exquisita… 

Me tumbe en la cama mirando mis apuntes, hacía un par de semanas que todo parecía haber vuelto a la normalidad, seguía teniendo pesadillas pero conseguía controlarlas gracias a todo lo que había aprendido con Vierna y usaba los conjuros que ella me había enseñado cuando estaba asolas, aún así sabía que me avisaban sobre peligros los muchos augurios que veía y que pasaba por alto intencionadamente. Me sentía más tranquila y la verdad me mantuve a distancia de todos los chicos de la casa ya que sino siempre tenía tentaciones, sobre todo con Azrrael, nuestras miradas se cruzaban en las comidas y durante algunas de sus visitas y yo me sentía arder, hablábamos cuando nos dejaban a solas. Abraham y yo en cambio, sí hablábamos a menudo y le di una carta para su hermana y para Hatsut.  Volví a releer lo que tenía hasta entonces, siempre me llevaban al mismo punto… mi móvil sonó y lo cogí sin mirar.

- Hola desaparecida – era la voz de Ezequiel, el sólo hecho de oírle hizo que mi bello se erizase y mi piel ardiera - ¿Cómo va la investigación? Me han dicho que estás trabajando mucho…

- Si, pero estoy atascada, siempre vuelvo al mismo punto.

- Bueno tomate tu tiempo, ya lo resolverás.

- Vaya que optimista, tienes demasiada fe en mí.

- Urd, no es fe es que sé que tú resolverás ese rompecabezas, sólo tú- Sonreí mordiéndome el  labio y bajando la tapa del ordenador, me recosté en la almohada apoyada con el codo - ¿Aburrida?

- Un poco…

- Siempre puedes venir de fiesta conmigo, ya he localizado a los hombres que decías y he tomado medidas expeditivas – su voz sonó cruel y fría cuando dijo esto último.

- ¿No echas de menos mis atenciones?

- Sí – murmuré sin reflexionar.

- ¿Quieres que te rescate de tú prisión bella princesa?

Reí. - Me gustaría verte.

- Siempre que quieras, sólo tienes que desearlo.

- Aja… - suspiré apoyando la cabeza en la cama.

- ¿Hace calor en tu habitación?

- Mucha…

- ¿Estás sola?

- Sí – le dije jugueteando con un mechón de pelo y acariciándome la cadera distraída.

- Bien… ¿Tienes ganas de jugar?

- Ezequiel…

- Se que puedes sentir mis manos en tu cintura, deslizándose por tu cuerpo, tu piel arde… - Gemí instintivamente al recordar sus manos, sus labios en mi pecho – Deja que guie tus manos, vamos deslízala por tus piernas…

- Ezequiel no seas malo… 

- Pero si eso es lo que más te gusta de mí.

Reí, tenía razón, me gustaba su aspecto de gánster, su forma de dar órdenes sin que lo parecieran a los demás, su chulería, su seguridad, su forma de mirarme y de tratarme, su buen gusto, su olor… sin darme cuenta ya estaba obedeciendo, mis manos acariciaban mi cuerpo, me dejé llevar por mis deseos, tenía tantas ganas. Mi respiración se entrecortó, el corazón latía cada vez más a prisa disparando el pulso, gemí y me mordí el labio para que nadie pudiera oírme, cada vez más húmeda, cada vez más excitada mientras me hablaba, era realmente como si él estuviese allí con sus manos en mi interior.

De vuelta a la Tierra - IntroducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora