Cap. 12

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Me despertó el olor del desayunó, estaba hambrienta salí del saco y devoré mi parte, una vez echo esto me aseé un poco y entre a la tienda a cambiarme, saque la ropa y la encontré demasiado… como decirlo, modosa, miré la samarreta y volví a dejarla buscando una vaporosa blusa de mangas anchas que sabía había cogido, ahí estaba, la cogí y me la puse, los hombros quedaban parcialmente descubiertos y la sedosa tela se cerraba un poco por debajo del pecho con unos botoncitos y dejaba al descubierto un generoso escote. Cogí una falda larga de gasa y con la daga que siempre llevaba  le di un corte lateral, corte un poco de hilo y le di unas pasadas, cogí uno de los pañuelos más anchos que tenía y que apenas usaba y  lo enrolle a modo de cinturón, me cepille el pelo y até otro pañuelo más estrecho a modo de diadema, rebusque en un bolsillo y saque una cadenita con unos cascabeles y la anude al tobillo derecho, rescate un perfilador negro y marque discretamente las líneas de mis ojos a modo felino para resaltarlos y me di un toque de brillo en el centro de los labios, mire el aspecto que tenía acariciando el collar que el desierto me había entregado y sonreí satisfecha, cerré la polvera y me pase un paño húmedo con olor fresco de flores. Salí de la tienda pasando por delante de mis anfitriones, y subí al caballo escuchando como a uno de ellos se le cayó el cazo.

-¿Nos vamos?

Avanzamos en silencio, yo iba en cabeza y todo iba bien hasta que de nuevo apareció la conocida sensación de que nos seguían, gire la cabeza para ver a los dos hombre y vi como Azrrael susurraba algo a su compañero que asintió y se alejó desapareciendo tras una duna.  Abraham se situó junto a mí y continuamos.

-Nos siguen – dijo simplemente.

Quería preguntarle algo pero sabía que en ese momento no obtendría respuesta así que permanecí en silencio y cabalgue a su lado, al cabo de un rato nos detuvimos y Azrrael reaparecido al poco. 

-Ya no nos molestaran más por el momento. Vamos

Yo me adelante hasta él que había tomado ahora la cabeza y sin tener que decir nada respondió.

-Bandidos 

-Mientes muy mal Azrrael – le mire de reojo y emprendí el galope incitándole a que me siguiera. 

La acogida cuando llegamos al poblado fue increíble, este estaba instalado tras una montaña y en medio de un oasis increíble, había mucha gente riendo, bailando y bebiendo, estaban en plena celebración como era costumbre, Abraham me presento a todo el mundo, los novios estaban encantados y yo le ofrecí a Hatsut una garlanda de flores  que hice  a modo de adorno y lo trence entre su largo cabello azabache y le entregue una de las pulseras que llevaba y que vi que le gustaba, realmente no recordaba que llevase tantos complementos pero no le di importancia me había ido bien para hacerle un presente. Era increíble como enseguida te sentías uno más entre ellos, por la noche mientras todos estaban sentados alrededor del fuego viendo como las mujeres en edad casadera danzaban entre las llamas me levante del circulo tras haber sido invitada al baile me aparte, desde la oscuridad apoyada en una palmera observé a Azrrael, estaba abstraído disfrutando de la fiesta mientras bebía y fumaba aquel tabaco que llenada el aire de olor a manzana verde. Inconscientemente le llamé, deseé que me buscase, que me viera a mi entre toda la multitud, había varias chicas bailando alrededor de él, entonces, como si me hubiera oído vi como movía la cabeza en busca de algo hasta posar la mirada en el lugar donde yo estaba, no se si realmente me vio, pero sonreí y empecé a andar hacía el oasis desanudando la blusa, oí los pasos de él tras de mi, se que me siguió, era una certeza, una vez en el borde del oasis trepe con agilidad a unas rocas más altas y deje que la ropa cayese al suelo, mi cuerpo era visible a la luz de la luna llena que brillaba sobre las cristalinas aguas que parecían un espejo, sentía su respiración agitada, se agazapo como un felino que estudia a su presa, sentía sus ojos fijos en mí y yo cerré los míos sintiendo el deseo que me dominaba, subía lento por los pies hasta llegar al pecho inflamándolo, giré la cabeza y fije la vista en el punto donde sentía que estaba él luego la desvié y me tiré al agua, estaba fría, tarde un poco en salir a flote escuchando como el latir de mi corazón golpeaba en los oídos y luego salí aspirando el aire y nade dejando que el agua enfriase los calores. El corazón me latía acelerado y sólo podía ver a Azrrael ahí, como uno más en medio de la fiesta ajeno a que lo observaba desde que llegamos y de repente como un flash recordé aquella noche en la discoteca con Ezequiel, los labios me ardieron, me cabuzé e intente despejar la mente de cualquier pensamiento, me senté aún dentro del agua y busque en el cielo la estrella roja pero desde allí apenas era un punto visible, un escalofrío me recorrió, sentía que mi fuerza había aumentado, sí, era el poder lo que sentía, después de tanto tiempo había olvidado lo que era… yo no estaba familiarizada con mi “don” apenas el Abuelo me había podido enseñar nada y lo había enterrado en lo más profundo de mi corazón. Sentí rabia, intenté recordar partes de mi infancia y era como si las hubiesen borrado de mi cabeza, ahora lo sabía con certeza, sentía los hilos de unos dedos mucho tiempo atrás sobre mi mente llevándose mis recuerdos.  Salí del agua y me escurrí el pelo, Azrrael procuro volver sin hacer ruido pero yo sabía que había estado ahí, volví al campamento y me puse la ropa que la hermana de Abraham me dio, me peine el pelo hacía un lado y trence unas flores blancas en él, a las niñas les encantaba el color de mi pelo ya que todas eran morenas pero mis ojos les daban cierto miedo a algunos, salí de la tienda y volví al circulo que había disminuido. Miré a Azrrael que dejo de reír y me miro por entre el hueco que dejaron las chicas que lo rodeaban y mientras me sentaba sentí… ¿celos? Volvió a desviar la vista y estuvo por las chicas hasta que se fueron, me di cuenta entonces que de mujeres sólo estábamos yo, la hermana de Abraham, la mujer de Hat’Dor y una mujer anciana de la que ahora no recordaba el nombre en aquel circulo. Ellos seguían hablando animados pero las mujeres me miraban en silencio, intente prestar atención a la conversación pero no conseguí pillar el hilo. Me di cuenta de que era un tema serio para ellos por lo que creí que estorbaba y que por eso me miraban las demás y me dispuse a irme cuando Bashy, la hermana de Abraham, me cogió del hombro para que me quedara. Azrrael también me miraba y parecía turbado.

-Urd, un nombre interesante – dijo Hat’Dor, todos los allí presentes y que eran los más importantes de las tribus allí reunidas me miraban y a la vez que me halagaba quería desaparecer tragada por la tierra – Urd, la Diosa de la fortuna y la reina de la vida y la muerte, ella ve lo que ha ocurrido, el destino está en sus hilos. Era parte de la trinidad de diosas Norns. En su reino, llamado Hela, están las almas de los hombres buenos – prosiguió – E aquí el equilibrio más difícil de mantener, quebradizo como las alas de una mariposa. Ni  la oscuridad ni la luz lo son todo, hay un equilibrio que debe mantenerse, ama tanto el bien como el mal, la hermosa Diosa Urd, la gran desconocida por todos, sus secretos se perdieron en el pozo de la luna, muy pocos saben la verdadera historia. El pozo de Urd guarda un sello junto al árbol de la vida que reza así  “El ayer me ha creado; hoy es el día de hoy, y yo soy creador del mañana”. Lo escogieron muy bien para ti ese nombre querida.

De vuelta a la Tierra - IntroducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora