Cap. 30

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- ¿Por qué me preguntas eso?

- Curiosidad… pero dime ¿te gusta lo que ves? – tendió la mano mostrándome un mundo postrado a mis pies, un mundo al alcance de mis manos, un mundo de excesos y poder, lujos y caprichos…

- A cualquier mujer le gustaría eso.

- Pero no le pregunto a cualquier mujer, te pregunto a ti ¿te gusta lo que ves? – insistió rozando levemente mis caderas.

- Sí – susurré apoyándome en su pecho, él seguía detrás.

- Has probado nuestro mundo, has bebido de nuestras copas rojas… has saboreado el poder absoluto, has reinado con maldad y has aceptado nuestras ofrendas… Urd, has pecado y has saboreado las mieles, has derramado sangre… - seguía susurrando en mi oído seduciéndome.

- No te entiendo Ezequiel…

- Sólo has de cruzar dos puertas más. Dejaste a tu familia, acudiste a nosotros porque eres lo que eres, te gustan los bajos placeres, no hay nada malo en desear el poder, en ser ambicioso, amar la riqueza y el lujo, querer saber y aplastar a los que se interponen en tu camino, es normal… - me beso el cuello mientras me desabrochaba el vestido.

- Ezequiel… ¿Qué haces? Para… déjame por favor, no...No quiero… - intente resistirme, negarme, sus manos acariciaban mi piel de forma brusca y abusiva, dominante - me haces daño.

- Has caminado a la sombra, has dictado tus propias reglas… lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia, soberbia son todos ellos pecados de los que has gozado… ¿Te suena Urd? Siete – se puso delante de mí con los ojos brillantes aferrándome del brazo y estirándome hasta el centro de la sala que empezaba a transformarse ante mis ojos.

- No… - dije completamente aturdida – Siete, siempre siete… - murmuré 

Ezequiel volvió a deslizar sus manos entre mis piernas

- No, no me toques ¡suéltame!

- Esto es lo que pasa por jugar con fuego, ahora me toca divertirme a mí – sonrió de modo aterrador – Ya iba siendo hora.

__

Cuando quise darme cuanta estaba tumbada sobre ese frío altar en el que se había transformado la mesa, toda la habitación había cambiado y era esa especie de cueva, las lagrimas resbalaban por mis ojos aunque no quisiera, no podía moverme ni soltarme, los grilletes me hacían daño y me dolían las heridas, la sangre me resbalaba por ellas y caía en el suelo donde escuchaba el clic de la sangre al chocar contra el cuenco, los tobillos estaban en la misma situación y las ingles creía que se me dislocarían, habían separado demasiado las cadenas expresamente para que estuviese bien abierta, hacía frío y el estar desnuda no ayudaba, sentía nauseas, asco de esas manos que recorrían mi cuerpo, no sentía otra cosa. Ezequiel saco sus dedos de mi sexo y se los llevo a la boca. Grite y grite hasta quedarme sin aliento y él se reía, por mucho que gritase nadie me oiría, nadie acudiría en mi ayuda les había dado de lado, habían intentado hablar conmigo una y otra vez pero no les hice caso les dije cosas terribles, ahora veía que no era yo… intente soltarme hacer algo pero era inútil, no me quedaba fuerza, Ezequiel tenía razón había caído en la tentación y había aceptado. 

Abrí los ojos de par en par al ver a Azrrael, quería gritar pedirle que me ayudase pero no me salía la voz. Le suplique mentalmente pero se había desvanecido dando paso al llanto nuevamente, lo había imaginado, como le echaba de menos, su voz, sus besos, sus manos, su guía… intente resistirme mientras sus manos y su lengua se abrían paso por mi cuerpo, cuando se hartaba de oírme gritar me la metía en la boca impidiendo que le mordiera. Cuanto más me resistía más reía él. Por un momento creí ver la luz al ver de nuevo a Azrrael. Esta vez no lo imaginaba.

De vuelta a la Tierra - IntroducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora