Cap. 3

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  • Dedicado a Arancha Eseverri Barrau
                                    

Debían de ser las seis de la mañana cuando me desperté, creí oír a alguien que me llamaba entre las brumas, me levante, estaba congelada, me castañeaban los diente y veía mi aliento recortado en la oscuridad, hacía muchísimo frío, demasiado para este lugar, me acerque a la ventana, había una niebla espesa, brumosa que cubría todo el valle, no se veían siquiera las copas de las palmeras, entre las sombras me parecía ver figuras vaporosas danzando, pero aquel frío petrificaba y cortaba la piel, cerré la ventana y entonces la ví, vi la nieve cubrir El Cairo ¿Cómo podía estar nevando? Me frote los ojos, no lo imaginaba, el cristal estaba escarchado, corrí las cortinas y me giré para volver a la cama, tenía los labios morados y las manos me dolían y otra vez aquel susurro en mi oído, venida de detrás de mi, de mi espalda, el vello de la nuca se me erizo, me gire rápidamente pero no había nadie, retrocedí aterrada al ver unas manos como garras sobre el cristal de la ventana, era como un espíritu deshilachado, cogí una botella del minibar, la engullí y me metí en la cama tapada hasta la cabeza con las mantas que encontré sin poder dejar de temblar, y esa voz seguía retumbando en mi cabeza como una cadencia incesante que me taladraba la cabeza, me agazape echa un ovillo y agarre las mantas pues parecía que alguien tirará de ellas desde fuera y creo que me dormí diciendo basta, basta, basta…hacia tanto tiempo que ya no me sucedían esas cosas… 

El día amaneció radiante, ya no había apenas pruebas de lo sucedido la noche anterior, ni siquiera había palmeras rotas, la nieve se había derretido casi por completo y hacia muchísimo calor, estaba empapada en sudor, me levanté y me duche, creo que nunca había pasado tanto por la ducha como entonces, baje a desayunar y salí a la terraza junto a la piscina que parecía un oasis, cogi el diario tras hablar con el recepcionista y me senté en una de las mesitas de mimbre, bebí un poco de zumo de naranja recién exprimido y leí el diario que milagrosamente había llegado.

Nadie podía dar una explicación a lo que había sucedido, se hablaba del final de los días, de la maldición de Dios, una plaga de langostas había arruinado miles de cosechas, las carreteras habían quedado muy dañadas y el aeropuerto destrozado, la cuidad era un caos y los templos estaban a rebosar. Suspire y cuando baje el diario de mi cara me quede boquiabierta al observar de espaldas a mí a Azrrael, estaba mojado, el agua resbalaba por su esplendida espalda bronceada por el sol, tenía un culito increíble, se tiró a la piscina.

Me quede mirando como nadaba un buen rato hasta que se dio cuenta de que estaba ahí, se acerco al borde de la piscina y cruzando los brazos sobre la piedra con su espectacular sonrisa me dio los buenos días.

__¿Has podido descansar?

__No recuerdo lo que es eso – sonreí acabando el zumo.

Entonces de un salto salió del agua y agarro la toalla para secarse un poco, iba a acercarse cuando su rostro cambio súbitamente, me giré para ver que era lo que había visto pero no vi nada extraño, salvo que tras las columnas había un grupo de hombres que preguntaban en recepción y señalaban hacia la piscina pero nada más, cuando me gire hacía Azrrael ya no estaba, entonces oí la voz de mi tío.

-   Urd, Urd, cariño estas bien – dijo sonriendo con los brazos abiertos hacía mí.

__Tío – sonreí alegre levantándome de la silla y fui directa hasta él dándole un abrazo, siempre me había gustado que tío Akesh me abrazase, me sentí reconfortada y tan protegida. Estuvimos así un momento fugaz y luego me aparte consciente de que venía con más gente de negocios ¡y yo en pareo y bikini!. - ¿Cómo habéis podido llegar? ¿Están todos bien?

__Sí, estamos bien, ha sido complicado llegar hasta aquí.

__Su tío no ha parado hasta hallar el modo de llegar hasta usted srta. Urd – sonrió a la vez que hacía un gesto de bienvenida con la cabeza.

De vuelta a la Tierra - IntroducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora