Cap. 15

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  • Dedicado a Dulce C. López
                                    

Fue difícil alejarse del poblado, hubiera seguido allí durante unos días más, pero debíamos volver ya, Abraham se reuniría con nosotros en un par de días pues él sí que se quedaba un poco más, así que Azrrael y yo emprendimos el viaje de vuelta. Me sentía mejor tras esos días, apenas me enteré del viaje, llegamos a la hora de cenar al hotel por lo que me reuní con mi tío y Ablace y tras cenar me retiré a mi habitación pues ahora si estaba cansada.

No tarde en dormirme pero era un sueño velado, un susurro en mi oído se repetía incesantemente y de fondo se escuchaba una especie de gong, me revolví hasta que el susurro fue una voz clara que me decía “Urd despierta” tras esto sólo recuerdo ver a través de mis ojos como mi cuerpo se levantaba y salía de la habitación y lo curioso era que no podía reconocerme a mi misma en ese rostro. Otra puerta se abrió… 

La otra Urd estaba en la habitación de Ablace y lo abordaba sin pudor alguno mostrando un sinuoso cuerpo tras el vestido vaporoso que lo cubría. Él estaba de pie en el centro de la habitación y yo le rodeaba como hacen los lobos antes de atacar, me pare y le miré fijamente con una mano en la cintura, él retrocedió hasta el tocador.

-¿Pasa algo Urd, a que has venido? – le puse un dedo en el labio y subí un poco la radio y empecé a moverme sensual al ritmo de la canción.

-Me encanta esta canción – susurré contoneándome rozando levemente su cuerpo que se tensó.

-Esto Urd… ¿a que viene esto? – sus manos estaban en mi cintura.

-A nada ¿no puedo venir a visitarte? Oh, vamos Ablace… ¿que puede querer una chica a estas horas?– murmure moviendo los labios cerca de los suyos sin dejar de moverme despreocupada con una sonrisita. Apreté la espalda contra él y pase las manos por detrás de su nuca, sentí como sus labios rozaban mi cuello pero me apartó.

-Ablace, no seas tímido, se que te gusta – sonreí maliciosa poniéndome sobre la cama de un modo provocador.

-Para Urd.

Me levante y me acerqué de nuevo a él que seguía contra el tocador.

-¿Quieres jugar? – sonreí y le cogí la punta de la corbata mientras acercaba mi rostro al suyo – Por que yo sí, no pienso parar - Lo separe del obstáculo y me puse yo de espaldas a él haciéndole moverse hacía la cama donde le tiré y saltando me puse a horcajadas sobre él, le sujete las muñecas y empecé a besarle el cuello y lamerle detrás de la oreja, gimió, seguí deslizándome hacía abajo desabrochando su camisa mientras le besaba y lamía sus pezones que se endurecieron, deslice mis manos sobre su entrepierna, sí, estaba caliente.

-No Urd, para por favor…

- ¿Por qué no? ¿Te destrozaría la cuenta de conquistas? Han pasado muchas ya por el sofá de tu despacho para venirme ahora con tonterías, además - sonreí relamiéndome fijando la vista en su anatomía - Por aquí abajo no dicen lo mismo. Sé que siempre me has deseado Ablace - me erguí sobre él desabrochándole el pantalón – Te está gustando tanto como a mí.

-¡Ya esta bien te digo ¡ - me cogió de las muñecas y me las puso tras la espalda. 

Me reí echando el cuello hacía atrás, él me beso el cuello, y sin dejar de agarrarme las muñecas me arrancó la blusa dejando mis turgentes pechos al descubierto, apretó mis pezones con su boca, me estremecí y me contorneé sobre su miembro cada vez más duro, entonces me giró violentamente y me dejo contra el colchón de cara a él.

-No, esto no esta bien, la Urd que yo conozco jamás haría esto.

-Quizás no me conozcas tan bien o puede que la Urd que tú dices conocer ya no existe – medió reí arqueándome.

-¿Qué te pasa Urd? Se que algo te sucede, tus ojos…brillan tanto.

-Vamos Ablace, te deseo – susurré con voz dulce lamiendo su cuello y besándole – Y tu también aunque lo niegues, no hay nada de malo en ello.

-No debería ser así, esto yo no…

-¿Lo imaginabas más… romántico quizás? ¿o lo que pasa es que debías ser tú quien me sedujese y no al contrario?

-No es eso, ¡al diablo! – se sentó y me echo el cuello hacia atrás besándome a la vez que sus manos buscaban mi sexo.

-Sí, así me gusta buen chico- me tumbo en la cama poniéndole las piernas tras su nuca.

Se aparto, momento que aproveche para volver a ponerme sobre él y acariciarle, su mirada estaba fija en la expresión de mi cara.

-No eres tú.

-Claro que sí, estoy aquí – acerque su mano entre mis piernas

-No, no quiero hacerte daño Urd, será mejor que pares. Así no pienso hacer nada.

-Te has vuelto muy aburrido – lo tire contra el colchón – No vas a hacerme daño.

-¿Pero que te ocurre?

Bufé, me levante y salí de la habitación dando un portazo, todo estaba oscuro.

Cuando abrí los ojos Ablace estaba por encima de mi cabeza abanicándome, estaba estirada en la cama y tiritaba.

-¿Qué ha pasado? – Parpadeé confusa – No recuerdo nada.

Ablace se ruborizo y murmuro algo parecido a como que “qué suerte porque a él no se le olvidaba” se movió incomodo y me di cuenta de que tenía una erección. 

-¿De verdad no te acuerdas? – me miró preocupado. 

Negué con la cabeza y me incorpore, me quede con la boca abierta al ver que no me quedaba parte de arriba.

-¡Lo siento! – se apresuro a decir él – Yo no quería, es que…, estabas tan…

-¿Qué he hecho Ablace? – le mire tapándome

-Entraste aquí y empezaste a… , te abalanzaste literalmente sobre mí… querías echar un polvo, pero te eché… estabas fuera de ti, estabas agresiva… estas…, parecías un animal salvaje en celo.

-No… - me tape la cara – las palabras que aquella mujer me dijo un día volvieron a mi mente: “no eres más que una putita” en tu interior no albergas más que lujuria, Zorra! el diablo a tu lado no es más que un vulgar aprendiz”

-¿Qué te pasa Urd? Jamás te vi así… por un momento no negaré que me gusto…

-Lo siento, lo siento de veras - ( “calienta braguetas””Bruja, demonio”) volvía a oír la voz de aquella vieja.

Ablace se acerco y me hizo girar la cara hacia él, se quedo helado, me abrazó y me acurruqué contra su pecho, jamás había llorado hasta la fecha y nadie me había visto hacerlo. Me deje mecer por él que me acariciaba el pelo.

-Ya paso, no pasa nada, no tiene importancia, deja que te ayudemos. 

Poco a poco me fui calmando y las lágrimas iban disminuyendo, creía que si no paraba  no podría dejar de hacerlo nunca, era como si todo lo que había ahogado siempre saliera ahora irremisiblemente. Suspire, oí el latir de su corazón contra su pecho y su respiración agitada, aún entrecortada, y sentía algo más latir más a bajo, y no se como ni por que deslicé mi mano por su bragueta y saque su miembro aún duro y palpitante, no le dejé hablar, puse un dedo sobre sus labios y le murmuré.

-Déjame hacerlo.

No dijo nada, apoyó las palmas sobre el colchón y dejo que mis manos y mis labios lo acariciasen, me apartó el cabello y cuando noté que ya estaba apunto me aparté y seguí sin dejar de mirarle a los ojos, creo que luego ambos nos dormimos acurrucados.

De vuelta a la Tierra - IntroducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora