Cap. 10

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  • Dedicado a Nune Martinez
                                    

Durante la cena hable con tío Akesh y Ablace y decidieron que estaría bien que fuera con Abraham si luego me ponía manos a la obra, era una concesión (más bien los puse contra la espada y la pared) ya que una vez empezase el proyecto no habría tiempo para la diversión… bueno yo siempre encontraba algún momento para divertidme y ahora no penséis que soy una irresponsable o que no trabajo porque no es cierto. Ese día hacían baile en el hotel así que lo aprovechamos, tío Akesh seguía con Abraham y yo baile un poco con Ablace que luego tras una llamada desapareció, siempre estaba trabajando, apenas quedaba nadie cuando Azrrael apareció con su traje de lino como un actor de cine. 

__Creía que no ibas a aparecer

__Había mucha gente – dijo e hizo un gesto para que le permitiera cogerme y bailar.

Bailamos un poco y cuando iba a sentarme el ritmo de la música cambió, sonreí y lo vi plantado al lado de la cabina.

__Creo que esta música te gusta más.

__Tengo que admitir que para bailar soy chica disco – saque un poco la lengua y bailamos en la terraza donde corría el aire fresco de la noche. 

Una sombra desapareció tras una palmera, me apoyé en la barandilla y entrecerré los ojos para tener mejor visión, algo en mi interior me había alertado, ya llevaba muchos días con la sensación de que alguien me observaba desde las sombras y ese desasosiego se había acentuado desde que llegué a Egipto,  miré instintivamente la pulsera de mi muñeca y un estremecimiento me recorrió el cuerpo como aquel día, de nuevo sentía el sabor de la sangre en la garganta y apenas podía oír nada a causa de la explosión, temblaba como una hoja, aún ahora me veía intentando levantarme sosteniéndome contra los restos del armazón que habían quedado del edificio, quizás era por eso que aún me estremezco cuando oigo un sonido fuerte, un trueno… tiemblo. Apenas notaba los cristales que se habían insertado sobre mi piel, la gente gritaba y alguien tiraba de mi mientras yo tenía la vista fija en lo que había sido mi coche que ahora seguía ardiendo en un amasijo retorcido, pero no era eso lo que me impedía moverme, sino que eran los restos humanos esparcidos y que cubrían parte de mi piel, sentía como estiraban de mi para que no cayera al suelo, las sirenas se acercaban, era un sonido lejano entre la cacofonía de mis oídos, el humo apenas dejaba respirar a nadie impidiendo a los curiosos quedarse a contemplar el horrible espectáculo, era curioso ver como en aquellas circunstancias algunos eran capaces de reaccionar y otros eran incapaces de moverse aunque su ropa estuviera ardiendo, y esos gritos eran como alfileres desgarradores. La investigación seguía abierta, la policía aún no tenía nada,  no sabían quién podía querer atentar contra mi vida, si había notado que me seguían, me sentía vigilada hacía días, pero no sabía quien ni por que o si me lo imaginaba, un día incluso me desvié de mi camino cogiendo una ruta más larga a casa, otra entré en una tienda… y ahora ese recuerdo volvía a mí. Había rechazado tener vigilancia, quería seguir con mi vida, fue un milagro que la bomba no explotase cuando yo subí al coche, era inexplicable como podía haber conducido hasta la faena y otro milagro fue que no dejase por instinto ese día tocar el coche a Ray, un nudo se cerro sobre mi garganta al recordar como Pierce puso su mano sobre la maneta del coche, quería mover el coche de mi plaza por que ese día limpiaban las ventanas del edificio y debía estar la zona despejada para que los operarios pudieran trabajar y no se habían acordado de poner la valla, grite, se que grite pero fue tarde, todo se activo, sentí todos los clics del artefacto y la explosión, la ventanas estallaron y salimos despedidos por la deflagración, el fuego lamió todo alrededor, el andamio para los operarios de los cristales quedo colgando de una cadena, la alarma se disparó pero todo era silencio en mi cabeza,  estaba desorientada, dolorida y confusa, casi paralizada, es muy complicado explicar el torbellino de sentimientos que te abordan en una situación así. La pulsera me la facilito el agente asignado a mi caso, parecía un adorno normal y corriente, pero era un dispositivo de seguridad, era una pulsera bonita y discreta, recuerdo como el teniente la cerro sobre mi muñeca el día que le dije que quería mi “libertad” total, yo no era un pájaro al que pudieran enjaular, podía ver su cara entre feliz y triste, se entretuvo en cerrarla y el calor de su piel persistió un buen rato sobre mi piel. Si no fuera por él me la habría quitado hacía tiempo pues no dejaba de ser un recuerdo constante de aquel día en el que tendría que haber muerto yo.

__Urd ¿estás bien? – la voz de Azrrael y sus manos sobre mis hombros me sacaron del torbellino de recuerdos.

__Si perdona – me deshice de él y me fui a sentar en un banco de mimbre donde todo era más tranquilo, me siguió y se quedo frente a mí.

__Estás pálida y tiemblas como una hoja.

__¡No es nada! Perdona… no quería – suspire y oculte la cara contra la mano que apoye en mi frente – Es que… tengo la sensación de que alguien o algo me vigila, ríete si quieres ahora.

__¿Por qué tendría que hacerlo? – me miro serio y se sentó a mi lado – Créeme si te digo que te creo.

__Si ya… - intenté reír con desdén pero sus ojos seguían fijos en mí y no veía nada que me dijera que mentía.

__Será mejor que vayamos a dormir, mañana será un día largo ¿vendrás?

__Sí, lo siento, olvide decírtelo antes.

De vuelta a la Tierra - IntroducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora