Para cuando cruzaron el puente que conectaba el pueblo con la ladera del monte Tanguy, la tormenta había aumentado de tal forma que ya estaban completamente empapados. Aunque la residencia del conde no estaba demasiado lejos, el empinado y resbaladizo sendero resultó ser una verdadera tortura. Tenían que avanzar con los ojos entreabiertos porque la lluvia los golpeaba directo en el rostro. De vez en cuando, Soria salía volando por la fuerza del viento y había que esperar a que otro soplo la trajera de regreso.
Finalmente lograron llegar bajo el cobertizo del castillo. Apenas algunas ventanas se hallaban iluminadas en los pisos superiores a intervalos irregulares, como ojos diminutos de un monstruo negro que los guarecía con tosquedad de la tempestad. Mikán avanzó hasta la puerta, tomó coraje y golpeó la aldaba con forma de cabeza de dragón. El sonido quedó apagado por los ruidos de la tormenta. Mientras esperaban, Winger volteó para observar el pueblo. Pensó que el paisaje de casas grises y apagadas era en verdad desolador.
La puerta se abrió con un sonido chirriante. Se asomó entonces una anciana de rostro huraño, quien sostenía una lámpara de aceite con su huesuda mano. Les dirigió una mirada penetrante, muy diferente a las del resto de los habitantes del poblado.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó muy descortésmente, pasando sus ojos con repulsión de uno a otro—. ¿Y qué hacen merodeando por los terrenos del señor conde a esta hora y con este clima?
—Pues le informo, señora, que nos ha enviado Gasky a entregarle algo al conde —le espetó Demián dando un paso al frente, con un tono tan poco amistoso como el de la mujer—. Y sepa usted que si no fuese así ni siquiera nos molestaríamos en acercarnos a este lugar.
Tal vez fue por haber escuchado el nombre de Gasky, o quizá le había gustado la actitud desafiante de Demián. Lo cierto era que ahora la anciana les sonreía con perspicacia. Señalando con su mano libre hacia el interior, se hizo a un lado para dejarlos entrar.
—Pueden esperar en el vestíbulo. El señor los atenderá en unos momentos —dijo para luego alejarse por uno de los corredores de la mansión.
Ingresar en aquel sitio fue como atravesar la barrera del tiempo y las dimensiones. Se trataba de un salón con muebles antiguos y cuadros con marcos labrados y retratos de personajes de épocas remotas. Aún desplazado hacia un rincón, un gran reloj de arena hecho en piedra y cristal era el objeto más llamativo de la habitación. Puertas y pasadizos se perdían en todas las direcciones, conduciendo hacia habitaciones desconocidas. Tal vez en otras circunstancias hubiese sido una vista bastante grata, pero en ese momento la penumbra lo cubría todo. Solo un par de candelabros estaban encendidos, y la tenue luz apenas alcanzaba a revelar algo más que el polvo y las telarañas, dueños de ese recinto tanto como lo era el conde. La tormenta y la noche no ayudaban a mejorar el ambiente, y menos aún la incómoda quietud que moraba entre los muebles.
De pronto, potentes y furiosos relámpagos colmaron el vestíbulo a través de los ventanales, iluminando el rostro sereno y silencioso de un hombre. Cuando el refucilo cesó, los cuatro visitantes tardaron algunos segundos en recobrar la vista en la sombría habitación. Por un instante pensaron que aquella aparición había sido un fantasma. Pero ahí seguía, de pie, con la misma calma.
Era un hombre joven, altísimo, con sus anchos hombros envueltos en una capa oscura. El cabello le llegaba hasta la espalda, muy fino y de un color rubio casi blanco. Su rostro era pálido y liso, como el de una estatua de piedra caliza. Sus ojos castaños eran lo único en aquel individuo que revelaba una pizca de vida, aunque muy lejana, como perdida en el tiempo.
—Soy el conde Milau de Párima —se presentó sin perder la impasibilidad de su rostro. Su voz era apagada y algo ronca, como afectada por el desuso—. Bienvenidos a mi residencia. Por favor, síganme.
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Etérrano
FantasyEtérrano es una novela de fantasía y aventuras con toques de shōnen y RPG. Cuenta la historia de Winger, un muchacho de quince años cuya vida cambia a partir del hallazgo de un antiguo manual de hechicería en el sótano de su granja. Lo llamativo de...