XVIII: El castillo de Ruhi

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El sol comenzaba a acariciar los montes de Lucerna. Y siendo la mansión de Gasky el punto más elevado de la región, tenía el privilegio de ser el primero en recibir la luz del día. El grupo ya se había reunido frente a las puertas de la casa, listo para emprender el viaje.

—Muy bien, jefe, nos vamos —anunció Demián, muy enérgico—. Nuestro destino es el monte Rui, hacia el sudoeste; una botella de nómosis es lo que vamos a buscar, y podemos estar seguros de que la bruja Ruhi hará con nosotros un trato loco. ¿Algo más que quiera decirnos?

—Creo que lo mejor será que se enteren del resto de los detalles allí —dijo el anciano historiador, quien había salido junto con Gluomo y Bress para desearles buen viaje.

—Les he preparado unos aperitivos para que coman durante el viaje. —El plásmido le entregó a Demián un fardo atado con cordel.

—Seh, gracias... —El aventurero tomó el paquete con cierta desconfianza—. No hacía falta, gordito, pero los aprovecharemos de todas formas.

—Por favor, mándenle saludos de mi parte a la señora Ruhi —agregó Gasky.

—¡Yo me encargo de eso! —le aseguró Soria.

—¡Muy bien! ¡En marcha, entonces!

Aquel día Demián parecía estar, si no más alegre, al menos un poco más eufórico que los anteriores. Ese tipo de excursiones hacia lo desconocido le levantaban mucho el ánimo, pensó Winger.

Soria volvió a ofrecer resistencia para cruzar el puente, pero aceptó hacerlo abrazada a Mikán. Marchando al frente para apartar la vista de esa escena, Demián se puso a inspeccionar las cuerdas y tablones.

—¿Este es el mismo puente por el que caímos?

—Sí, es este —contestó Soria, bien sujeta a Mikán—. Gasky y Gluomo lo repararon ese mismo día.

—Ya veo...

—¿Qué sucede? —quiso saber Winger.

—Es muy extraño, mira esto. —Demián le enseñó los segmentos de soga que habían sido reparados.

—¿Qué pasa con eso?

—La forma en que se cortaron, no solo una, sino las cuatro cuerdas. No es común que esto suceda. Además, la forma del corte... —Demián se quedó pensando unos momentos—. No importa, no es nada.

—————

El camino hacia el monte Rui resultó ser mucho menos excitante de lo que Demián hubiese deseado. El bosque de Schutt había quedado atrás, siendo la vegetación de la zona mucho menos tupida. El aventurero trataba a cada paso de recapturar la atención de Soria, quien sin embargo seguía encandilada con Mikán.

En cuanto a Winger, solo pensaba en su reino. ¿Qué estaría pasando allí? ¿Las tropas del rey Dolpan ya habrían comenzado a avanzar sobre el territorio enemigo?

«Aunque el verdadero enemigo está dentro de Catalsia», pensó con ironía.

—¿Qué ocurre, Winger? —le preguntó Demián aquella noche, mientras preparaba una enorme fogata. Soria y Mikán habían ido en busca de agua—. Has estado muy callado todo el día.

—Supongo que estoy un poco preocupado por el asunto de la guerra.

—Las guerras nunca son buenas.

—Espero que lleguemos a tiempo para hacer algo.

Aunque, de momento, Winger no sabía precisamente qué podían hacer ellos. ¿Qué estaba pensando Gasky con ese viaje al monte Rui?

—No te preocupes, ya veremos qué resulta de todo esto. —Demián había comenzado a mirar con recelo en dirección al arroyo—. Ese Mikán parece un tipo decente y respetuoso. Dudo que esté sobrepasándose ahora mismo con tu prima, ¿cierto?

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