XX: Profecías

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Durante la ausencia de tres días del grupo, Gasky había pasado todo el tiempo encerrado en su laboratorio, tratando de unir las piezas y descubrir qué era lo que buscaba Catalsia en Pillón. Desafortunadamente, aún no había podido extraer ninguna conclusión al respecto.

—Pero al menos ustedes sí obtuvieron la poción. ¡Felicitaciones! —celebró el anciano el logro mientras inspeccionaba la botella de nómosis.

—¡Ruhi le envía saludos, señor! —recordó Soria de inmediato.

—Su amiga es una loca de remate —agregó Demián—. Casi nos mata con sus monstruos. ¡Usted debería habernos advertido acerca de eso!

—Créeme que en verdad lo siento, Demián —se disculpó Gasky—. Ocurre que ella es bastante impredecible, yo no podría haber adivinado con qué los iba a sorprender en esta ocasión. Últimamente tiene la costumbre de recibir a sus invitados con ese tipo sorpresas. Con razón ya nadie la visita... ¡Pero bueno! Lo importante es que regresaron sanos y salvos. Ahora se darán un buen baño caliente y más tarde me contarán todo con lujo de detalles.

Nadie protestó ante aquella invitación, y una hora más tarde uno a uno fueron bajando al comedor. El aroma de lo que Gluomo estuviese preparando era realmente apetitoso.

—¡Ahhh! ¡Qué reconfortante es estar de regreso en casa! —bromeó Demián y se dejó caer sobre una de las sillas del comedor—. Por cierto, ¿qué hay de comer, gordito?

—Es mi estofado de carne, señor Demián —le informó el plásmido mientras acomodaba los cubiertos sobre la mesa.

—¡Oh, qué sabroso! —se relamió el aventurero—. Más te vale que esté bueno, gordito.

—¿Quieres dejar de llamarlo así, Demián? —lo regañó Soria, quien se estaba ocupando de distribuir las copas—. Además, ¿qué haces ahí sentado? Podrías ayudarnos.

—No molestes, mujer. El hombre está descansando —soltó con arrogancia, antes de percatarse de la mirada fulminante de la muchacha—. Eh... quiero decir... ¡Ahora mismo voy por los platos!

Más allá de los reproches de Soria, Winger tenía que admitir que Demián estaba más distendido, no solo con Gluomo sino también con Mikán. Tras haber peleado juntos y cooperando, aquella muralla de celos y rencor que el aventurero había erigido se estaba comenzado a derrumbar. Tal vez no por completo, pero al menos lo suficiente como para hacer la convivencia más llevadera para todos.

A pesar de que estaban muy cansados, la conversación durante la cena fue agradable y entretenida. Soria relató su aventura al ser raptada por Ruhi, y cómo luego las dos habían tomado el té y platicado mientras los muchachos "jugaban" con las mascotas de la bruja. Por su parte, Gasky les contó historias acerca de la bruja, quien al parecer era una figura muy influyente que había asesorado a varias generaciones de la familia real de Lucerna. Sin embargo, no supo explicarles cómo había hecho la anciana para adivinar que ellos habían ido precisamente en busca de nómosis.

—Supongo que será otra de las misteriosas habilidades de Ruhi —dijo el historiador, encogiéndose de hombros—. Creo que ella nunca dejará de sorprenderme.

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Gasky no bajó a desayunar ni a almorzar al día siguiente. Mientras ayudaba a Gluomo con los quehaceres de la casa, Soria lo vio ir y venir de la biblioteca en varias ocasiones. Sin hacer otro gesto más que el del saludo, el anciano volvía a encerrarse en su laboratorio, a continuar pensando.

—Un tipo muy obstinado —opinó Demián.

—Yo diría que con mucha fuerza de voluntad —repuso Winger.

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