XXXVI: El verdadero enemigo

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—Hola, Winger —dijo Jessio con serenidad; cerró el viejo volumen de tapas negras y se puso de pie.

—¿Por qué usted....?

Winger trataba de darle sentido a lo que veía; trataba de darle otro sentido, distinto al que ahora se le imponía, al evidente, al atroz.

—Será mejor que te controles —le aconsejó el hechicero—. O no serás capaz de comprender la magnitud de la situación...

—¡¡Jessio, rata inmunda!! —bramó Pery de pronto, arrastrando consigo a los cuatro guardias que trataban de inmovilizarlo—. ¡¿Qué se supone que está pasando aquí?!

—¿Realmente debo explicar qué está sucediendo? Veo que sigues siendo tan ingenuo como siempre, Pericles —comentó Jessio sin inmutarse.

—¿Ustedes se conocen? —inquirió Winger, muy sorprendido.

—Fuimos compañeros en el pasado.

—¿Compañeros? —Pery soltó una carcajada—. ¿Qué pensarían los otros si supieran esto? ¡Que justamente tú estás traicionándonos!

—¡No tienes ningún derecho a recriminarme nada, herrero! —exclamó el hechicero con severidad—. Un perro faldero de Gasky no va a decirme cómo debo actuar.

Mientras Pery se esforzaba por librarse de sus captores, Jessio bajó los escalones y fue a reunirse con Mikán.

—Lo has hecho muy bien —felicitó a su mejor discípulo, tomándolo por los brazos.

—Muchas gracias, señor.

Mikán miró a Winger un instante a los ojos. Pero enseguida bajó la vista y fue a ubicarse junto a Caspión y los enmascarados.

Ahora Jessio estaba frente a su otro discípulo.

—Desátalo.

El guardia encargado de vigilar a Winger obedeció mecánicamente; deshizo la atadura y luego dio un paso hacia atrás.

—En verdad lamento que las cosas hayan tenido que ser de esta manera —confesó el maestro—. Desde el primer momento supe que tenías un gran potencial...

—Desde el primer momento, siempre has sido tú —replicó Winger, mirando con rencor a Cara de Topo y Cara de Gato.

—Debo admitir que creí que tenías la gema de Potsol —se excusó Jessio, también observando a los enmascarados—. Fue por ese motivo que Caspión los envió a recuperarla. Pero por lo que Mikán pudo averiguar —el prodigio volvió a esconder el rostro al oír su nombre—, tú realmente no sabías nada acerca de la reliquia. Fue una pérdida de tiempo enviar a los asesinos. Siendo así las cosas, todo se reduce a la trivial conclusión de que has estado en el sitio equivocado en el momento equivocado.

—La noche del incendio de la Academia... —Winger cayó en la cuenta de algo importante—. Usted no estaba ahí por pura casualidad. Usted estaba con Mirtel y Rapaz...

Winger no podía entender cómo había sido tan iluso todo ese tiempo. Su admiración por el gran maestro de la Academia lo había cegado por completo respecto a muchos detalles que habrían podido alertarlo desde el principio acerca de la verdadera identidad del enemigo.

—No deberías haber estado aquella noche en ese lugar —reafirmó Jessio sus palabras anteriores—. Desde el momento en que descubriste el plan para guiar las acciones de Dolpan me has colocado en una posición dilemática. No podía fingir ignorancia y aceptar tu versión de los hechos; las investigaciones posteriores no tardarían en conectar mi nombre con los de mis asistentes. Tampoco podía deshacerme de ti, pues aún no descartábamos del todo la posibilidad de que escondieras la gema. Eliminarte hubiese significado acabar con la única pista que teníamos acerca de su paradero. Entonces decidí dejarte huir y seguir de cerca tus siguientes movimientos. Tuvimos que simular la muerte de Mirtel y Rapaz para ganar tiempo antes de que comenzaras a sospechar que la situación no había terminado con ellos dos.

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