Capítulo Extra II: Guerrero de Riblast

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Gasky se perdía en ensoñaciones mientras sus ojos cristalinos contemplaban el cielo otoñal a través de su ventana. Llevaba días sin dormir, pero su cuerpo ya estaba acostumbrado a la falta de descanso. Con una edad de ciento diez años, se había convertido en una herramienta cuyo único fin era la investigación.

Unos golpes en la puerta trampa lo espabilaron. Había estado esperándolos. Abrió la escotilla e hizo descender la escalera de mano para permitirle el ingreso a su invitado.

—Gluomo me ha dicho que quería hablar conmigo, señor —comentó Winger con intriga.

—Así es, Winger —asintió el anciano—. Después de todo, es esperable que saludemos a nuestros amigos en el aniversario de tu nacimiento, ¿no crees?

El anciano enarcó una ceja y sonrió ampliamente. El rostro del muchacho se iluminó por la sorpresa. Pensaba que Gasky estaría demasiado ocupado como para recordar que era el día de su cumpleaños número dieciséis.

—Si quieres, puedes ir a mi biblioteca y tomar el volumen que sea de tu interés —continuó el historiador con amabilidad—. Sé que no es la mejor forma de hacer un regalo, pero puedes quedarte con él.

—¡Señor Gasky, por favor, no es necesario! —exclamó Winger, tratando de no sonar descortés—. Usted no necesita obsequiarme nada. Con toda la ayuda que nos ha brindado es más que suficiente.

—Pero Winger, debo insistir...

—Yo también insisto, señor —repuso el muchacho con una sonrisa gentil—. No necesito nada material, en serio.

El anciano dudó, le sostuvo la mirada por un momento y acabó cediendo.

—De acuerdo, nada material... —murmuró mientras ponía su mente en funcionamiento—. Entonces, ¿qué tal esto? Escoge el objeto que tú quieras —dijo y abarcó el desván con un amplio ademán—. Lo que haré será contarte la historia detrás del mismo. Prometo que no te ocultaré ni el más mínimo detalle. ¿Qué te parece?

Aquello realmente era inusual. El historiador, afamado por dar a conocer solo la información que considerase oportuna para su interlocutor, y ni un dato más, le ofrecía como regalo de cumpleaños los pormenores del pasado de una de sus valiosas pertenencias. Era un juego muy tentador que sin duda valía la pena seguir. La sonrisa de picardía en el rostro del muchacho daba a entender que ya había aceptado el trato.

—Solo procura elegir bien, Winger —le advirtió el anciano—. No será culpa mía si acabas escogiendo un pisapapeles exótico.

Riendo con diversión por el comentario, el mago comenzó a recorrer las estanterías, llenas de objetos inusuales.

La estatuilla de un corcel alado, híbrido entre pegaso y unicornio; el enorme huevo petrificado con una misteriosa inscripción tallada en la superficie...

Winger ya había visto esas cosas en su primera visita.

Una balanza de bronce con cinco delicadas bandejas, un casco con la forma de la cabeza de un león...

Todos esos objetos eran llamativos, pero debía elegir bien.

Un telescopio plegado, una copa de peltre llena de perlas azules...

Solo tenía una oportunidad.

—Creo que ya he elegido —dijo.

Tomó el objeto y se lo llevó a Gasky.

El rostro del anciano se llenó de asombro

—Winger... —susurró con la voz sobrecogida mientras observaba el retrato ovalado que su amigo le tendía. Por algún motivo, el lienzo había sido rasgado en el rostro y en la mano derecha del noble varón de la imagen—. Siempre supe que eras una persona intuitiva, pero esto es...

El anciano no dejaba de maravillarse, pasando sus dedos frágiles por la superficie del retrato.

—Sin duda que entre todos los objetos que había en este lugar, has elegido el único que realmente incumbe al alma de este pobre viejo.

—¿Quién es este hombre? —preguntó Winger, aún más intrigado por la reacción del historiador.

—Él es mi padre —confesó Gasky sonriendo—. Su nombre es Nicolatías, y fue el guerrero de Riblast que protegió este mundo hace cien años.

Esas simples frases dejaron al joven mago sin palabras. Nicolatías, el padre de Gasky, un guerrero de Riblast.

—Creo que he oído ese nombre alguna vez —murmuró cuando pudo recobrar el habla—. Aunque no recuerdo cuándo.

—Quizás hayas oído la historia del corazón de Andrea —comentó Gasky.

—¡Es cierto! —asintió el muchacho. Su amigo Markus se la había contado en cierta ocasión: la batalla épica que tuvo lugar en tiempos históricos, cuando Andrea, ángel de Cerín, se había enfrentado a un guerrero de Riblast. El nombre de ese caballero era Nicolatías.

—Pero no fue solo en esa ocasión —señaló el anciano—. Mi padre batalló incontables veces, llevando esperanza a la vida de las personas. —Las palabras de Gasky se convertían en dulce miel mientras recordaba las facciones de su amado padre—. El valor de Nicolatías no tenía comparación, y su fidelidad al Cisne era tan inmensa que fue recompensado con el premio más elevado que otorgan los Dioses Protectores. —Por algún motivo, una sombra turbó el discurso del anciano al mencionar eso—. Mi padre fue rescatado de la muerte y llevado al mundo que está por encima del nuestro, el Recinto Etéreo, el lugar donde los verdaderos elegidos comparten la dicha eterna con las deidades. Yo estuve presente el día que ascendió a los cielos como si se tratara de un ángel, sereno y feliz.

Una lágrima que rebalsaba nostalgia rodó por la mejilla del historiador.

—Eso es increíble... —musitó Winger, embelesado—. Es por esto que usted venera tanto a Riblast, ¿verdad?

—Así es —asintió Gasky—. Solo quise seguir sus pasos. Por eso me convertí en el consejero de los guerreros de Riblast de esta época. El rostro de mi padre ha sido borrado del mundo para proteger su identidad —agregó Gasky, observando con tristeza el lienzo desgarrado—. Sin embargo, aún después de tantos años, recuerdo bien sus ojos bondadosos.

Tomó a Winger por el antebrazo, descubriendo la gema de Potsol. La piedra rojiza resplandeció con una luz propia.

—Y esta fue su reliquia —agregó el anciano con el rostro iluminado de nuevo.

Winger sonrió ampliamente al enterarse de aquello.

—Estoy seguro de que Nicolatías está orgulloso de usted, señor Gasky —dijo el muchacho, señalando la gema—. Y que él continuará protegiéndonos en el futuro.

—Me alegra mucho que digas eso, Winger —le agradeció el historiador.

«Pero tal vez nuestro futuro no sea tan bueno como mi padre habría deseado...», pensó cuando el muchacho ya se había retirado.

Con pesar miró hacia su escritorio. El indescifrable libro de Maldoror parecía estarse burlando de él desde su mudo reposo.

—Todavía queda mucho trabajo por hacer —suspiró el historiador y camino hacia el libro maldito con actitud desafiante—. Descubriré qué es lo que tramas desde hace tantos años, Neón.

Hecha la promesa en voz alta, regresó a sus estudios. Para darse ánimos, dedicó un pensamiento final a su padre, valiente guerrero de Riblast, y también al joven que acababa de cumplir dieciséis años y que, quizás, se convertiría en el sucesor.



Y AHORA SÍ!! FECHA DE ESTRENO DE ETÉRRANO II: 25 DE OCTUBRE

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