Markus volvió a llevarse las manos a la cara.
—No puedo creerlo... —se repetía, mortificado—. No puedo creer que yo haya accedido... No puedo creer que estemos haciendo esto...
—¡Vamos! —exclamó Winger con entusiasmo—. Solo será un momento.
Mikán soltó una risa, muy entretenido.
Los tres caminaban rumbo a la Academia. O mejor dicho, hacia el sitio donde se estaban dictando las lecciones desde el desafortunado incendio: la casa de Jessio.
—¿Sabes lo que pasará si alguien llega a descubrirte? —Markus miraba con preocupación a su amigo, quien se hallaba escondido bajo la capucha de su capa roja—. Todo el plan se irá a la basura, y solo porque no has sido capaz de resistir la tentación.
—No seas tan duro con él, Markus —intervino Mikán, aún risueño—. Hace meses que no ve a sus amigos, no pienso que sea tan malo ir a echar un vistazo. Además, será una buena oportunidad para reunirnos con Jessio y ponerlo al tanto de todo lo ocurrido. ¿Verdad, Winger?
Este asintió con énfasis, muy conforme con lo que estaban haciendo.
—Sigo pensando que no es una buena idea —continuaba Markus reticente.
—De cualquier modo, no podremos hacer nada hasta el anochecer —arguyó Winger—. ¿Qué íbamos a quedarnos haciendo el día entero en la casa? Todos estamos muy conformes con tu plan, ahora solo tenemos que esperar.
Markus se sintió muy halagado por ese comentario.
Esa mañana, muy temprano, el señor Grippe había estado haciendo algunas averiguaciones. Entre otras cosas, se enteró que Caspión realmente había llevado un prisionero a las mazmorras del castillo para interrogarlo.
—Es una suerte que el arquitecto de la corte me deba algunos favores —había comentado el señor Grippe al regresar a su vivienda trayendo consigo algunos bocetos hechos a mano de la estructura interna del palacio.
De inmediato todos se pusieron a escrutar el plano improvisado, y no tardaron en dar con la ubicación las mazmorras. Tomando una serie de pasadizos desde la sala del trono, era posible llegar hasta la torre este y, desde allí, descender a la prisión subterránea. Si Winger y Demián seguían correctamente los pasos ideados por Markus, lograrían entrar al palacio, llegar a las mazmorras y rescatar a Rupel de una forma discreta y en plena celebración por el aniversario del rey Dolpan. En verdad a todos les había parecido un plan excelente debido a su sencillez. A todos, menos a Demián.
Winger no pudo evitar reírse al pensar en su amigo el aventurero, a quien habían dejado en casa de Markus muy angustiado por lo que tendrían que hacer esa misma noche, mientras Soria y su tío intentaban consolarlo y levantarle el ánimo.
Aquella parte de la ciudad era tranquila y muy verde, con los tupidos sauces que distinguían los alrededores de ciudad Doovati. A los costados del sendero, vistosas quintas y glorietas completaban el paisaje. Winger nunca había andado por allí, y paseaba la vista con curiosidad tratando de adivinar cuál sería la casa de Jessio. Aunque no había muchos transeúntes, él marchaba siempre entre sus dos escoltas y protegido por las ramas de los árboles.
Se detuvieron frente a una de las quintas. Se trataba de una vivienda con paredes blancas, techo de madera y un gran jardín delantero. Esta era la residencia de Jessio.
Aún faltaban algunos minutos para el toque de la campana de salida.
—Recuerda lo que hablamos, Winger —señaló Mikán, ahora más serio—. Yo iré en busca de Jessio y Markus traerá a tus amigos hacia aquí para que compruebes que están bien. Pero que ni se te ocurra salir de tu escondite.
ESTÁS LEYENDO
Etérrano
FantasyEtérrano es una novela de fantasía y aventuras con toques de shōnen y RPG. Cuenta la historia de Winger, un muchacho de quince años cuya vida cambia a partir del hallazgo de un antiguo manual de hechicería en el sótano de su granja. Lo llamativo de...