Capítulo 1

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Capítulo I: La Nueva Generación.

GALIA

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GALIA.

— ¡Galia!

Me despierto de golpe al escuchar la voz enfurecida de Denis.

—¡Levántate! Tienes entrenamiento —dice antes de salir.

Me froto las manos sobre la cara, frustrada.

—¿Quién mierdas me mandó a mi ser de la realeza? —gruño.

—Tu sangre —contesta irónico Denis a través de la puerta con una sonrisa irritable.

Gruño molesta de nuevo.

Me preparo rápido peinado mi cabello ondulado y pelirrojo y muevo mi cola hasta la puerta en donde Denis me espera.

A veces desearía poder llevar vestidos largos como los que se ven en la costa a las mujeres mortales e inmortales que pasean por la plaza... o esos tacones hermosos que las mujeres humanas compran para verse más lindas según su sociedad dicta. Pero claro, no tengo pies, a veces se me olvida ese pequeñito detalle.

Salgo de mi habitación para ir junto a Denis y con mis compañeras.

Mis compañeras...tienen las mismas aspiraciones que yo, encontrar a esa Diosa Bruja, la poseedora de poder para cambar a las criaturas como nosotras.

Claro está que mi madre no tiene ni idea de esta aspiración oculta nuestra. Incluso Denis lo desea a veces para que yo sea feliz.

—¿En que piensas, Galia? —me pregunta al ver que no reacciono.

—¿Yo? Ah... —me quedo en blanco—. ¿Qué vamos a hacer hoy? —cambio de tema.

Se que el se ha dado cuenta, pero tiene la gran consideración de no comentar al respecto.

— Entrenar vuestros poderes, los de todas —dice indiferente.

Así le ordena mi madre que hable conmigo. Puede tutearme, pero no puede usar tono amigable. Obviamente cuando estamos a solas, el lo usa, incluso me consuela cuando madre me pide algo de malas maneras para deshacerse de mi un rato.

Cuando llegamos están todas esperando.

—Nerea —digo a modo de saludo.

Es una chica de cabello negro, piel tono crema, y su color es negro.

Así nos regimos aquí, cada una tiene un color con el cual acoplarse dependiendo de su cola o tapaderas .

Están: el azul, verde, amarillo, morado, rosa, blanco, negro y arcoíris.

Los azules, verdes y amarillos trabajaban juntos, son los últimos menos poderosos.

Los morados y rosas los siguientes más poderosos.

Los blancos y negros poseían casi un poder inalcanzable para cualquier inmortal.

Y por último, los arcoíris. Esos éramos los más poderosos de nuestra raza. La mayoría, por no decir todos, éramos parte de la realeza.

—Briseida.

Es una mujer de piel blanca —muy blanca— tal vez hasta como el papel y sus ojos son del azul más brillante y hermoso que jamás veréis. Su color, por ser obvios era el blanco.

—Bahari.

Es la mayor de todas nosotras. Es una mujer de tez oscura, ojos azules como el cielo y cabello castaño oscuro con ligeras mechas azul marino, su cabello siempre trenzado mechón por mechón. Su color es el azul con destellos negros en su cola y tapaderas.

—Coral.

Es una... niña, tendría la apariencia de unos quince o dieciséis. Su piel es blanca, aunque no demasiado blanca como Briseida, con cabello cobrizo y ojos amarillentos. Su color era el amarillo.

Esas somos todas.

Al tenerme a mi, madre dijo que no necesitaríamos más para el primer grupo de la cacería.

—Bien, comenzaremos contigo Briseida —dice Denis.

Denis es nuestro instructor o algo por el estilo. El nos guía en cada entrenamiento. Según tengo entendido, su abuelo y su padre hacían lo mismo con cada nueva generación de tritones y sirenas con lo cual madre confía plenamente en el.

Denis, aunque a simple vista pueda parecer un atractivo tritón pelinegro joven —y lo es— de piel morena y tinta repartida por su pecho dejando claras sus victorias en batallas pasadas, a parte de su aspecto duro y músculos fuertes, nadie pensaría que tiene más de doscientos años.

Sí sí, como lees, más de doscientos años.

Y yo que tengo veintiuno y ya estoy harta de todo.

Briseida alza un poco sus manos y un rayo blanco de luz sale de ellas. Si no hubiera sido por el círculo protector en el que estamos, creo que habría salido sin ojos.

—Muy bien trabajado —halaga Denis.

Llevo dos años trabajando con ellas, a sí que puedo notar como las mejillas de Briseida enrojecen levemente antes de asentir y mover su cola hasta el círculo protector.

—Galia, tu turno —dicta Denis.

Resoplo resignada.

Salgo del círculo tras reforzarlo muy disimuladamente para que madre no lo notara. Últimamente mis habilidades habían estado fuera de control, no podía controlar las emociones negativas al pensar en que el día de la cacería se acercaba más y más... no quería matar, y no quiero matar a hombres...si son inocentes, claro está.

Seré buena, pero no tonta.

Pero madre no diferencia entre piratas buenos o malos. Para ella todos son horrendos y mosntruoso, cuando eso somos nosotros al hacer el día de la cacería cada ciertos años.

Alzo mis manos y siento como mis hombros se tensan, y cada minúsculo músculos de mi cuerpo lo hace también. Siento mi pecho hincharse con presión, como si luchara por explotar algo dentro de mi, pero que al final nunca lo consigue. De mis manos sale una nubla completamente negra que me rodea. Tras eso controlo ligeras partes de esa nubla, convirtiéndolas en pequeñas sombras que van a diferentes direcciones atacando con la determinación de asesinar a quien sea que pille por su paso.

Cuando mis músculos dejan de tensar, caigo desplomado en el suelo, mi cola temblando al igual que mis brazos y estómago. Siento incontrolables espasmos por todo mi cuerpo. Mis compañeras y Denis se acercan casi corriendo para ver mi estado.

Denis le dice algo a Bahari, algo que no puedo escuchar. No puedo escuchar más que un pitido en mis oídos, un pitido doloroso. Bahari coloca su mano en mi frente, y siento como mis sentidos se apagan poco a poco, haciéndome cerrar los ojos en el proceso.

Bahari ha usado sus poderes hipnóticos para dormirme.

La Última Dulce CanciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora