Capítulo 4

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Capítulo IV: Capitán Zigor.

GALIA.

Los guardias reales abren la gran puerta que daban al exterior. La primera en pasar es Coral. Tras ella Nerea, Bahari, Briseida y yo. Detrás de nosotras, a parte, van Nicolás y Denis. Pasamos por el árbol de Acuarium y seguimos nadando.

—¿Crees que Nicolás nos mate? —susurra temerosa Coral.

Yo niego de inmediato dándole una mirada asesina a Nicolás por la espalda.

—Quizá no sirva de consuelo, pero soy la hija de la reina de Acuarium —con esas palabras solo consigo que su cara se atemorize más—. No por mi madre, si no por el pueblo, sabes que el pueblo nos adora, y si llega a tocarnos aunque sea, ellos harán rebelión por nosotras —la tranquilizo de inmediato.

Con esas palabras ella parece relajarse. Seguimos nadando hasta llegar a la barrera transparente que marcaba el territorio de las sirenas, y el de los piratas. Cuando Nerea se asomó sólo un poco, todo su cuerpo se tensó entero, lo pude notar desde aquí. Los piratas ya estaban aquí.

Cuando salimos, pude notar el aura de la magia usada desde aquí. Era cierto que madre había atraído ese barco a posta. Bien. Ahora sólo quedaba seguir cada pauta del plan. El jodido plan más difícil incluso par mi de visualizar.

—Empezad ya —ordena Nicolás.

Yo le miro, pensando en diferentes formas de asesinarlo de múltiple formas dolorosas.

—Cierra la boca, las que cantan somos nosotras, no vos, porque sois un inútil, Nicolás. —le digo, en un tono amenazador.

Él traga saliva. Las chicas y yo nadamos hasta que nuestra cabeza sobresale del agua para mirar el barco. Es realmente inmenso. De madera oscura y brillante. Con cañones, tres en la parte en la que estábamos y supuse que otros tres en la otra parte.

—¿Y ahora qué? —pregunta temerosa de nuevo Coral.

—Pues a cantar —explica Briseida cómo si fuera obvio, poniendo los ojos en blanco.

Ella se muestra todavía más temerosa. Pero lo hacemos. Comenzamos a cantar una suave nana, con voces dulces y aguda. Podíamos oír la felicidad de los piratas desde aquí, su manera de cantar sus canciones bárbaras pero de la misma manera hipnóticas. Cuando vimos que el barco se dirigía hacia nosotras, nos apresuremos en colocarnos en una piedra sobresaliente, estratégicamente para eso. Para La Cacería.

—¡Hola, mujeres hermosas! —dice uno arrastrando las palabras, idiotizado y borracho.

Él poder hipnótico de la voz de las sirenas, era el más fuerte, más que el de las brujas con sus cantos para sus ritos.

—Hola —dice Nerea con voz seductora.

Nosotras tuvimos que fingir risitas. Y...entonces, se asomó. Y lo vi. El Capitán del barco. Con las mujeres hermosas frente a él, y sus ojos se clavaron en los míos. Solo en los mios. Nada de Coral o Bahari. Ni Nerea o Briseida.

Pero en cuanto un hombre, suponía un poco más mayor que el se asomó también, empujandolo, sus ojos se fueron de los míos y se clavaron con molestia en el hombre a su lado.

Estaba hipnotizada por el bello humano frente a mi que no vi venir la bola de poder de un tritón ir directamente al barco. Obviamente sabía que no fue Denis solo por el color del poder, amarillo. Con lo cual fue el imbécil de Nicolás. Reaccioné sin poder evitarlo, y protegí de esa bola ha todos los tripulantes en un segundo. No debería haberse metido en el terreno en el que lo hizo.

La Última Dulce CanciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora