Capítulo 9

24 5 6
                                    

Capítulo IX: Por fin, Endilandya.

GALIA.

Tras unas cuantas risas y miradas asesinas por parte de Zigor hacia Drake. Todo se relaja.

—¿Hay suficientes polvos para ida y vuelta? —pregunta Nerea pensativa de repente.

Asiento. Ella suspira. Veo las mirada que le tira de reojo ha Drake, al igual que el a ella. Entrecierro los ojos.

Hmm...sospechoso.

Zigor y yo nos miramos de reojo antes de volver la mirada a esos dos y fruncir el ceño. Me giro hacia Zigor y el hacia mi.

Le preguntó con la mirada, señalando ocn los ojos hacia ellos "¿Qué pasa entre ellos?"  la confusión clara en mis ojos. Y por lo visto el tiene la misma pues solo se alza de hombros.

Los dos nos giramos de nuevo hacia ellos. Nadie más que Zigor y yo les estamos prestando atención. Los demás están en la mesa comiendo para ir con fuerzas ha Endilandya. A pesar de que son aliados, pueden haber... bichos que nos den problemas.

—¿Estás nerviosa? —me pregunta Zigor a mi lado, cerca de mi oído para hablar con privacidad en una mesa tan poblada.

Yo le miro directamente a los ojos. El también.

—Un poco —admito—. Y no por...ir a Endilandya, ellos me han visitado muchas veces... es por ir a ver a la Diosa Bruja —admito un poco más avergonzada.

Él frunce el ceño sin entender.

—¿Y si es borde? O ¿y si no nos quiere ayudar? —pregunto esta vez más temerosa.

Él sonríe tiernamente, para después negar con la cabeza.

—No creo, he oído demasiadas cosas buenas de ella. Después de todo lo que ha pasado, no creo que sea mala persona, créeme —dice entre risitas.

Yo enrojezco y asiento lentamente. La cena transcurre normal. Después de que todas estén satisfechas, vamos a la terraza de la casa para poder irnos a Endilandya. Sacamos los polvos y los esparcimos por todos para después, Denis murmurar nuestro destino.

—Pues ya estamos aquí. —murmuro, hasta que me doy cuenta de que estoy enganchada del antebrazo y la mano de Zigor de nuevo.

Pero no puedo soltarlo, si lo hago, caería de bruces, y el lo sabe, por lo cual tampoco se aleja o me permite a mi soltarme.

—Sí. —murmura mirando a su alrededor.

—Bien...Sí, esto es precioso...muy...verde todo pero, ¿Ahora qué? —pregunta William, quien lleva montada en la espalda ha Bahari.

—Pues tenemos que entrar en el reino de los Elfos y ya. —dice Bahari como si fuera obvio, blanqueando los ojos.

William enrojece un poco al darse cuenta de la obviedad de lo que teníamos que hacer.

—Ah, sí, je je —dice nervioso.

Aprieto los labios para no reír, y veo que Nerea, Zigor y Briseida tienen el mismo problema.

—Vale, ahora, ha andar. —dice Zigor q mi lado.

Yo le miro horrorizada. El se ríe suavemente y me suelta, pero para ofrecerme su espalda. La cual, no dudo en tomar. Me engancho de sus hombros y repite lo de la primera vez que salí del agua, coloca sus manos tras mis muslos y me impulsa hacia arriba. Un escalofrío me recorre el cuerpo al sentir su calidez a través de mi vestido y sus ropajes.

Comenzamos a andar hacia el gran castillo. Cruzando por la plaza del pueblo exterior e ignorando ha gente.

Él pueblo exterior de Endilandya está formado por humanos normales y corrientes, como Zigor y William. De su mismo tamaño y sangre. Mientras que para entrar a Endilandya hay que tomarse una poción para hacerse de su tamaño o te aseguro que pisarás hasta el Reino de Endilandya.

Nos encontramos a dos guardias de nuestro tamaño, los guardias que normalmente te regalan un bote a cada pasante.

—Hola —dice felizmente Coral.

Mi aspiración en la vida es tener la felicidad de esa muchacha. Te lo prometo.

—Buenas —dice el guardia seco y tenso, — ¿Soy turistas o vais a Palacio? —pregunta ligeramente confuso.

—Vamos al Reino. —le doy una sonrisa.

Se que me conoce, pues ha acompañado ha la reina de aquí más de una vez. El me sonríe.

—Buenas, Galia —me saluda más activo ha mi—. No sabía que vendríais...he oído como están las cosas con vuestra madre en Acuarium... de verdad lo siento —dice y se que no lo dice con ignorancia.

—Tranquilo. —hago un gesto de manos restándole impotancia—. Bueno, la verdad no es que tengamos mucho tiempo la verdad. —señalo mis piernas.

Él me mira las piernas con sorpresa, al igual que a las demás. Y con confusión ha Zigor y William.

—¿Humanos? —pregunta con una mueca.

—Ajá. —dicen.

Él Guardia asiente y, por fin, nos da la jodida poción. En cuanto poso una gota en mi lengua, me encojo (de manera literal) hasta ser como un enanito de figura para jardin. Tras yo hacerlo, William Bahari, Zigor, Denis y las demás hacen lo mismo.

—Pues que comience la búsqueda se ha dicho, ¿no? —pregunta irónicamente Denis.

Yo asiento y todos vamos ha la puerta. El guardia con magia la abre y nos deja paso directo al Reino de Endilandya.

La gente pasea felices, dando saltitos. Niños enanos, padres enanos, ancianos enanos. Frutas que en nuestro tamaño normal se verían como piedritas en el campo...

Todo tiene una aura feliz. Muchísimo más que Acuarium. Y mira que en Acuarium estamos acostumbrados ha ser uno de los pueblos más felices seguidos de este y Tierrum o bueno... eso era antes de que padre muriera.

—¿A dónde vamos ahora? —pregunta Coral feliz, de nuevo.

—Al reino. —digo rotando los ojos.

—Ah...caray...sí, es verdad, je je —dice ella roja de vergüenza.

—Aún no entiendo como puedes ser tan feliz, Coral. —murmura Nerea de mala gana.

A Nerea no le gusta la felicidad excesiva. Dato no importante para el futuro.

—Simplemente no vivo amargada como tu. — dice con una risita de ji ji ji.

Las chicas y yo reímos al ver la mala cara de Nerea y la sonrisa ensanchada de Coral.

—Por cierto —digo confusa desde la espalda de Zigor—. ¿Como es que vosotras podéis andaar ya y nosotras dos no?

—Práctica —dice con simpleza Coral—. Anoche todos estuvimos yendo de un lado a otro, Denis casi se rompe la nariz dos veces —le señala y apenas ahora me doy cuenta de que tiene la nariz roja e hinchada con dos tiritas cubriendo esta—. Y como no teníamos la medicina que nos regenera el cuerpo y las heridas no pudo hacer nada.

Mientras caminamos hacia Palacio, Nerea, Coral y Denis no paran de pelar por cualquier tontería. Por cierto, aún sigo enganchada como mono a la espalda de Zigor a pesar de que le estaba cogiendo el tranquillo a esto de tener piernas humanas. Su calidez es...familiar.

Y ahí, nos paramos frente al reino de Endilandya para encontrar nuestra nueva aventura.

La Última Dulce CanciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora