Capítulo XIX: El humo de las alucinaciones
GALIA.
Nos despedimos de Samantha, Damaris y Derek para ir a nuestro destino.
Solárium.
Samantha supo los problemas que tuvimos para conseguir la dichosa manzana así que no me pidió nada a cambio de ese favor. O sea que si, fuimos para nada a Endilandya.
Damaris y Samantha fueron las que nos entregaron un carruaje con dos caballos. Según dice Samantha son los dos caballos del reino Solárium. Sun y Moon. Son preciosos y obedientes. Muy inteligentes y saben el camino más corto y exacto para llegar al reino.
William y Zigor se ofrecieron muy precipitadamente a cabalgar ellos mientras los demás estábamos dentro haciendo nuestras cosas.
Tan solo rezaba por qué el viaje fuera lo más corto posible.
—Galia —susurra Coral a mi lado. Dirijo mi mirada a ella—. ¿Crees y esto salga bien?
Podía verla atemorizada por la idea de morir. Y era totalmente normal. Todos o bueno, casi todos temían aquello.
—No —dije segura—. No mientras yo respire, claro. Tendrán que pasar por encima de mi cadáver para hacerte daño, Coral.
Ella asiente como una niña pequeña. Entonces, al apartar mi mirada de ella y posarla en Nerea me di cuenta que la miraba fijamente, y muy pensativa.
Me volví hacia Coral.
—¿Qué pasó con ella en la casa de Atnea?
Ella me mira, apenada. Se acerca a mi oído para susurrar.
—Me besó y luego me llamó loca por preguntar el porqué lo hizo —suspira pesadamente.
—No me lo creo. Oh Dioses —una voz se une a la conversación.
Coral y yo damos un respingo a la vez y soltamos un grito.
—¡Yomi! —uso mi voz de reproche y regaño.
El agacha sus orejas y pone ojos de perrito abandonado. Trago grueso. Coral como no, sale con sus...sus cosas.
—Ay Yomi, que cosa más mona —pone voz aguda.
Coloca su mano sobre la cabeza de Yomi, quien ronronea como un gato para que siga, saca su lengua, cierra sus ojos y su pata trasera izquierda comienza a moverse como si estuviera dando patadas.
—¡Joder! —escucho un grito molesto donde dirigen los caballos William y Zigor.
—¿Qué pasó? —pregunto preocupada.
—Hay mucha niebla por aquí —masculla William.
Coral, Yomi y yo compartimos una mirada de soslayo y breve.
—No me digas eso —dice temerosa Coral.
Veo sus ojos cristalizarse. Miro a Yomi.
—Llévala atrás e intenta tranquilizarla —ordeno—. Ahora.
Asiente de inmediato ante mi voz demandante.
—¿Que tipo de niebla puede ser? —le pregunto a Denis en cuanto se coloca a mi lado, asomando su cabeza por la ventanilla.
—Puedes ser de dos tipos —dice como si fuera obvio—. Puede ser la niebla de los demonios...o puede ser la de las alucinaciones.
Zigor, William y yo mirábamos atentamente al frente, yo rezando porque fuera la de alucinaciones y no la de demonios. No tenía muchas ganas de pelear.
—Espero y sea la de alucinaciones —murmuro.
Zigor me mira.
—Uy no —dice burlón pero serio a la vez. Creo que ve el interrogante en mi cara pues procede a explicarme—. La de alucinaciones pueden ser igual de malas, Galia.
Caturrea mi nombre. No lo dice de manera normal. Es como una melodía pero con voz más grave y ronca que de costumbre. Creo que la electricidad que ha mandado mi nombre salir de sus labios de esa manera a llegado hasta partes que no sabía y podía llegar.
—¿Q...Qué puede hacer la de alucinaciones? —pregunto en un hilo de voz mirando sus ojos azules.
—Puede literalmente hacerte sentir bastante ebrio —murmura.
William y Denis ven nuestra conexión y conversación como un partido de tenis.
—Vaaale —murmura William un poco incómodo—. Se nota que se tienen muchas ganas —le murmura a Denis.
Denis ríe, —Muchas.
Escucho risas arrastradas y tontas detrás mío. Son Bahari y Coral. Madre mía, Coral no está acostumbrada ni a un poco de bebida alcohólica, le va a afectar como si tuviese treinta copas lo menos encima.
—¡Mierda! —mascullo.
Zigor se asoma por mi hombro, apoyando el mentón en este.
—Esa boca, Galia —me regaña en el momento menos oportuno definitivamente.
—Cállate —mascullo.
Veo la diversión brillar en sus ojos. O bueno...quiero pensar que es diversión.
—Que agresiva —murmura juguetón.
Le pongo mala cara, iba a hablar pero me interrumpieron cuando las risas se hicieron más fuertes. Bahari tiene el rostro completamente colorado, al igual que Coral.
—Chicas, ¿estáis bien? —hace la pregunta más estúpida Denis.
Briseida le hecha una mala mirada antes de volver su atención a Coral y Bahari.
—Chicas, escucharme —dice acercándose Bri.
—Bri —llamo su atención. Ella me mira con el interrogante pintado en su rostro—. Vale que nos preocupemos por ellas, pero recuerda que nosotras también podemos acabar como ellas.
Bri me mira cautelosa, —Ya...pero tu y yo estamos muchísimo más acostumbradas que ellas.
Denis y Zigor nos miran confusos, cosa que decido ignorar. No quiero contarle a nadie más que mis amigas lo que pasé.
—Bien —murmura William rebuscando en su bolso de cuero desesperadamente—. ¡Aquí!
Briseida, Denis, Zigor y yo lo miramos confusos.
—Había guardado trozos de tela —murmura repentinamente avergonzado.
Yo sonrío. Pero creo que nadie había caído en una...un pequeñito detalle.
—¡Mierda! ¡¿Dónde carajos está Nicolás?! —grito frustrada.
Bri me mira por un momento hasta que sus ojos se abren de más. Las dos miramos de golpe a William, quien enrojece un poco. Extendemos nuestra palma boca arriba y él capta la indirecta. Me pasa un pañuelo negro y morado mientras a Bri le da uno negro con dorado. Briseida y yo intercambiamos una mirada de soslayo.
—Ir al pueblo más cercano, lejos de la niebla —ordeno. Denis y Zigor me miran como si me hubiera salido una tercera cabeza—. Los alcanzaremos. No se preocupen.
Bri le da un beso en la mejilla a Denis y yo hago lo más rápido que puedo mi siguiente movimiento. Me pongo de puntillas y alcanzo la mejilla de Zigor. Planto mis labios suavemente en esta y noto como se calienta bajo mis labios. Muevo mi rostro hasta su oído.
—Volveré —susurro como una promesa antes de dar un salto fuera.
Espero que nada vaya mal...
ESTÁS LEYENDO
La Última Dulce Canción
FantasyGalia, una sirena a punto de pasar a trono de cristal. Sí, las sirenas existen. Y no todo el rato son bellas y hermosas. Galia se niega a matar a los piratas que se crucen en su camino. Ella no es como su madre. Y no quieres serlo. Le salvó la vida...