Capítulo 10

28 4 5
                                    

Capítulo X: Celos.

Capítulo X: Celos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

GALIA.

Al decir mi nombre, nos abren las puertas del palacio. El primero que me encuentro es al príncipe Lorcan (en honor al creador de la partición entre los piratas y sirenas) y a su madre, Matilde.

—¡Galia, cariño! —grita al verme la mujer.

Corre ha abrazarme y me tambaleo un poco. Suerte que la mano de Zigor se posa en mi cintura para que no caiga. Me sonrojo ante el tacto tan inesperado.

—Ho... hola, Matilde. —digo solo un poquito nerviosa.

—Hola Galia. —grita Lorcan corriendo hacia mi.

—Hola chiquitín. —le digo, dándole un abrazo amistoso y un besito en la mejilla, lo que hace que se sonroje.

Veo como se pone serio en cuanto mira ha mi espalda, en donde está la mano de Zigor y como su semblante cambia ha uno asesino cuando la sube a su cara. Ambos están mirándose, pensando en diferentes formas de asesinarse mutuamente.

—Es un crío —le murmuro entre dientes.

—¿Y que? Tiene actitud de hombre y a mi no me gusta que me quiten lo mío —gruñe sin quitar la vista del niño.

—¿Es enserio? —casi grito.

—Nah... yo estoy más bueno que ese crío —dice con un guiño pícaro.

—Claro —ruedo los ojos con irónia—. Todas matarían por ti, principito.

—¿Quién eres? —espeta Lorcan brusco.

Yo le miro con reprenda mientras que Matilde le mira divertida.

—Zigor. —contesta seco.

Ambos siguen matandose con la mirada. Mientras, las chicas, William y Denis intentan no reírse por la situación, apartados.

—Lorcan. —le extiende la mano el niño muy maduro.

Yo miro con advertencia ha Zigor cuando veo que no tiene intención de agarrar su mano. Cuando veo que el niño se desespera, le doy un codazo ha Zigor que oigo como emite un sonido de queja y dolor. Creo que casi le dejo sin costillas pero al final, la agarra y la sacude. Ambos matandose mutuamente con la mirada.

—Lorcan, vamos adentro, los mayores tendrán cosa de las que hablar. —viene una sirvienta para llevarse a Lorcan.

Él niega y se abalanza sobre mi pierna. Enganchandose cómo koala de esta. Mientras que la sirvienta intenta que se despegue de mi pierna, yo me agarro de Zigor para no caer por la fuerza, quien también me sostiene firmemente. Cuando la sirvienta logra hacer que Lorcan me suelte, el se va refunfuñando.

La Última Dulce CanciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora