Capítulo VII: La Madre De Los Chicos.
GALIA.
Estamos justo en la playa. Planeado cómo salimos. Zigor y William ya han salido rato antes. Les hemos dado un botón que encenderá una pequeña esfera que tengo en mis manos. Así será como podrán avisarnos.
—Estoy muy nerviosa. —confiesa Nerea.
Y ya somos dos.
—Se supone que Zigor y William están en búsqueda de ropa, osea...vestidos para todas y supongo ropas para Denis. —dice pensativa Coral.
—Sí...¿Y? —pregunto confusa.
—No lo sé...todo esto es muy raro y nuevo. —dice.
Yo asiento, dándole la razón, pues si lo es, y bastante.
(***)
Cuando la esfera comienza ha iluminarse rato después, yo miro a todos los presentes. Asiento dando ánimos silenciosos.
—De dos en dos. —digo.
Ellos asienten. Así que formamos los equipos por: Nerea y Coral, Briseida y Denis y por último Bahari y yo.
Justo es nuestro turno. Y no se porqué estoy tan ansiosa. Quizá sea por que tengamos que aparecer desnudas. Literalmente.
Bahari y yo compartimos una mirada y nos enganchamos con las manos del puente de madera clara desolado. Y nos impulsamos hacia arriba. Denis se acerca corriendo al igual que coral y nos da un poco de bebida mágica. Para poder perder nuestras colas y así no se deterioren. Bahari y yo comenzamos a toser por el cambio brusco del tipo de aire. Zigor se acerca casi corriendo hacia mi y William ha Bahari. Ambos nos ponen una toalla encima. Estamos empapadas.
Zigor me sujeta de la cintura para que pueda ponerme en pie. William hace lo mismo con Bahari. Cuando me pongo en pie, si no fuera por el brazo de Zigor sujetando mi cintura, habría caído de bruces contra el suelo.
—Es difícil andar con esa mierda. —murmura malhumorada Nerea.
Niego con una sonrisita. Se nos nota ha todas que nos hemos quitado un gran peso de encima. Estar en el reino era estar cohibidas por todo. Las reglas de madre, nuestro destino... Pero por fin se ha acabado.
—Vamos, en la casa de una... persona podremos estar mejor. —susurra cerca de mi oído Zigor, lo que hace que un escalofrío me recorra el cuerpo por su aliento caliente.
Yo asiento. El se agacha, dejando su espalda encorvada, yo miro a Denis, preguntándole con la mirada que está haciendo. El responde sin palabras "Quiere que te subas en su espalda para cargarte el."
Yo enrojezco. Estoy desnuda. Me va a sentir hasta el alma. Pero sinceramente, no hay tiempo para pensar en esas niñerías, los guardias nos pueden encontrar si seguimos mucho tiempo cerca de la ciudad. Me agarro de sus hombros, rodeando estos con mis brazos, y el hace el demás trabajo al deducir que no sabría impulsarme del suelo. Se agacha un poco más, me agarra por la parte de atrás de mis muslos, los rodea y me impulsa hacia arriba. Noto como se tensa cuando mis pecho, ahora desnudos le rozan sin querer, yo también lo hago, y tengo que pensar en cualquier otra mierda para no pensar en mí cuerpo contra el suyo y el calor que desprende este.
Todo comienzan a caminar. Nerea sujetada de la cintura por Denis, y Briseida en su espalda. Al Bri ser tan blanca de piel, se nota mucho más su sonrojo al estar tan cerca de Denis. Coral, por otro lado, va andando como puede. Se ha negado ha que William la llevará o incluso tocara. Y entiendo el porqué de ello.
—¿Es mucho tiempo el que queda? —pregunto cuando ha pasado media hora.
Zigor asiente sin decir palabra. Y supongo que es porque no la encuentra, eso me hace sonreír divertida.
—Ahora solo queda usar los polvos trasladadores que nos ha dado Cəza e ir a Endilandya, ¿no? —pregunta Coral.
—Sí —afirma Denis.
Y media hora más, llegamos a un bar. Un bar que por lo que puedo observar está cerrado y vacío, al igual que toda las calles y callejones. Zigor abre la puerta y veo a una mujer mayor. De unos cuarenta o cuarenta y cinco. Ella nos mira y sus ojos se abren de más.
—¡No me engañabas! —le grita una niña feliz, corriendo a los pies de Zigor.
Es una niña preciosa. Tiene ojos parecidos al color de Zigor y cabello igual de castaño. Sus facciones parecidas, al igual que las de la señora sentada en la silla.
—Claro que no, pequeñaja. —le contesta el.
—¿Cómo te llamas? —me pregunta muy feliz.
—Galia. —le contesto con una sonrisa tímida.
Ella abre la boca en una grande "O" para después emitir soniditos de emoción junto con risitas.
—¡Mami, mami! ¿Has visto? ¡Hermanito ha traído ha sirenas, muchas sirenas! —le grita emocionada.
La mujer le sonríe dulcemente, pero cuando sus ojos paran en mi, se convierte en una mirada gélida que me hiela hasta los huesos.
—Encantada, soy Damaris. —se presenta con un tono de voz frío que me recuerda ha Zigor cuando lo conocí tras salvarlo.
Tras un rato en silencio, ella habla de nuevo.
—Supongo que vosotras sois las que le han salvado la vida ha mis dos hijos, ¿no? —pregunta, yo asiento.
Ella me mira directamente a mi, —¿Porqué?
Yo trago ruidosamente y grueso.
—Porque... no hay un porqué. Sus hijos eran inocentes y no se merecían el futuro que la reina quería darles por algo que hizo...su marido, supongo. —digo, mi voz suena más segura con tal de que voy hablando.
Ella me analiza por un segundo, para después mirar a Zigor y William. Estos asienten ha la vez.
—Bien, pues bienvenidas seáis ha nuestra casa. —dice con una sonrisa que contrasta demasiado con su expresión gélida de antes.
Yo sonrío a Zigor cuando este me mira por encima del hombro conteniendo una sonrisita.
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La Última Dulce Canción
FantasyGalia, una sirena a punto de pasar a trono de cristal. Sí, las sirenas existen. Y no todo el rato son bellas y hermosas. Galia se niega a matar a los piratas que se crucen en su camino. Ella no es como su madre. Y no quieres serlo. Le salvó la vida...